Mi vida, de Joseph Ratzinger. La «exquisita humanidad» del cardenal Ratzinger - Alfa y Omega

Mi vida, de Joseph Ratzinger. La «exquisita humanidad» del cardenal Ratzinger

El libro del cardenal Joseph Ratzinger: Mi vida. Recuerdos (1927-1977), publicado por Ediciones Encuentro, es una autobiografía apasionante, que ilumina los rasgos más desconocidos y entrañables de su vida y su obra. Transcribimos aquí pequeños fragmentos de la introducción de monseñor Angelo Scola. Esta publicación coincide con la distinción del cardenal —junto con el profesor holandés Douwe Breimer y el economista norteamericano Julián Simón— como doctor honoris causa por la Universidad de Navarra, que tendrá lugar el próximo 31 de enero

Redacción
Joseph Ratzinger, recién ordenado sacerdote, junto a su familia.

Su secreto es que afronta la vida como tarea. Amante de la persona, es capaz de una abnegación cotidiana, tenaz, nunca llamativa. La ascesis, la ética y el gobierno no son en él fines, sino medios: fin es el bienestar de la persona y de la comunidad.

• Todo su itinerario eclesial y teológico es una afirmación enérgica de Jesucristo como la realidad que acontece en la revelación cristiana. Una peculiar e intrínseca conexión entre revelación e historia, experimentada desde niño en la fe de la familia y de la Iglesia popular de Baviera, constituye, a mi juicio, la característica metodológica que va del joven estudioso al profesor y pastor. Aquí reside, si estoy en lo cierto, el origen de la continuidad y de la evolución de su pensamiento.

• Ratzinger propone, con un lenguaje accesible al hombre de hoy, el núcleo central de la fe sin abandonar el dato dogmático. Su trabajo teológico tiene también interés para el lector no especialista. Por eso el cardenal figura entre los católicos más leídos en los círculos culturales laicos

• Le apasiona el tema, también muy querido para Balthasar, del nexo entre teología y santidad. La teología ha alcanzado sus cimas en la historia cuando ha sabido abrevar en la fuente de la santidad. Hablar de gracia es mirar a Cristo.

• La Iglesia misma se entiende como el lugar de un acontecimiento que se realiza en la historia: La memoria de la Iglesia, la Iglesia como memoria, es el lugar de toda fe. Resiste todos los tiempos, ya sea creciendo o también desfalleciendo, pero siempre como común espacio de la fe. Ratzinger habla de la Iglesia como ámbito de experiencia. A esta experiencia vivida le corresponde una cierta primacía respecto a las instituciones y preceptos. En cada momento de la historia la verdad cristiana es contemporánea de la libertad del hombre a la que se propone. Ésta es la razón por la que la fe no se experimenta nunca como algo extraño al hombre, de cualquier tiempo. Sólo donde se dé una reducción de la esencia del cristianismo es posible el divorcio entre los dos polos.

• El supuesto paso de teólogo progresista, en fases sucesivas, a prefecto restaurador es un tópico falso. Para una persona que posee un principio sintético vital, el desarrollo de su pensamiento, no falto, obviamente, de corrección y clarificación, lejos de ser prueba de discontinuidad, muestra la riqueza y la madurez del mismo. La afirmación de una supuesta ruptura en el pensamiento de Ratzinger debe atribuirse al prejuicio ideológico, hoy demasiado presente incluso entre cristianos, que aplica el modelo conservadores/progresistas a la Iglesia, tanto a sus expresiones orgánicas como a sus hombres.

• Otro tópico que desaparece con facilidad, apenas se conoce a la persona, es el de prefecto de hierro. Es suficiente hablar una vez con el cardenal para percibir su exquisita humanidad. Lo que sorprende, cuando se tiene la oportunidad de escucharle y de dialogar con él sobre los problemas más diversos, es que te comunica siempre un matiz más, algo nuevo, te abre siempre a algo que tú no habías visto antes.

• El ministerio de Juan Pablo II y el desarrollo del magisterio pontificio de estos últimos veinte años, como auténtica interpretación del Concilio Vaticano II en continuidad con toda la Tradición, ha encontrado un colaborador original y fiel en este genuino hijo del pueblo bávaro.