Mi tío es un mártir
Por más que el testimonio de los mártires parezca patrimonio de almanaques en blanco y negro, aquellos trágicos acontecimientos no son tan lejanos como pudieran parecer. La presencia, el próximo domingo, en Tarragona, de cientos de familiares directos de aquellos religiosos, sacerdotes y laicos que dieron su vida por Cristo, es una prueba de ello
Sebastián Llorens tenía 27 años cuando estalló la Guerra Civil. Natural de Tordera, en Gerona, vivía en la gerundense Blanes y estaba pensando en casarse con su novia para formar un hogar cristiano. Desde niño, su familia le había educado en la fe católica y, durante sus años de estudiante en el colegio Santa María, que los religiosos de la Sagrada Familia tenían en Blanes, había ido profundizando en el conocimiento y en el amor a Dios. Cuando acabó el colegio, se puso a trabajar en el campo junto a su padre, y su profundo amor a la Virgen del Vilar, Patrona de Blanes, y a Cristo Eucaristía le llevaron a ser congregante de San Luis, miembro de la Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña y de la Tercera Orden Franciscana. Cuando la milicia del Frente Popular comenzó a profanar templos, corrió a esconder la imagen de la Virgen del Vilar en el jardín de la casa de sus padres, la misma en la que habían acogido al padre Jaime Puig, superior de los religiosos de la Sagrada Familia y amigo suyo. Cuando, el 30 de julio, el padre Puig fue detenido, Sebastián volvió de su trabajo en el campo para ir a buscarlo, y esperó a que saliera del interrogatorio para acompañarlo de nuevo a casa. Nunca llegaron: cuando regresaban, un grupo de milicianos los asesinaron en plena calle.
Hoy, su sobrina doña María Vilar Puig Llorens, de 67 años, explica que, «cuando asesinaron a mi tío Sebastián, mi madre tenía 18 años, y mis otros tíos, 16 y 21. Tanto ellos como mi abuela lo vivieron como una desgracia, porque él era el mayor, nunca se había metido en política y era muy buena persona y muy listo, y, aunque trabajaba el campo, era bastante culto. A él y al padre Jaime los mataron porque eran cristianos, no por un odio personal, sino por un odio generalizado contra todo lo religioso».

La herida causada por la muerte sangraba por la ignominia: «En mi familia conocíamos a uno de los que le mataron. Era un vecino del pueblo y todos sabíamos quién era. Pero nunca hubo sentimientos de venganza: se hablaba del tío Sebastián, no del martirio. A mi madre y, sobre todo, a mi abuela, les parecía muy difícil llegar a perdonar como dice la Iglesia, pero lo que sí podían hacer -e hicieron- fue no guardar rencor y vivirlo desde la distancia. Cuando yo veía a ese vecino, que falleció hace poco, pensaba que ninguno de nosotros haría con él lo que él hizo con mi tío, pero también que, cuando lo hizo, era un joven al que habían lavado la cabeza. Nosotros no sabemos si se arrepintió, pero no nos interesa averiguarlo».
Doña María Vilar explica que la beatificación del día 13 le está cambiando la visión de su tío: «Mi familia siempre ha sido muy normal. Somos creyentes y estamos comprometidos en la parroquia, pero nunca hemos pensado mucho en todo esto. Es ahora cuando nos estamos dando cuenta de la importancia que tiene».
Una novena al tío Jaime
También don Joan Puig recibió desde niño la devoción por su tío mártir: el padre Jaime Puig Mirosa, asesinado junto a Sebastián Llorens y que fue el primero en llegar al cielo de los 19 religiosos de la Sagrada Familia que fueron martirizados entre 1936 y 1937. En la familia de don Joan se ha custodiado la historia que narra cómo, cuando el padre Jaime fue bautizado, su abuelo ofreció una peseta por su Bautismo de agua y otra por su Bautismo de sangre. La Guerra Civil le sorprendió con 28 años, ordenado sacerdote de la Sagrada Familia y como director del colegio Santa María, de Blanes. Su biografía muestra que fue un sacerdote enamorado de la Eucaristía y de gran piedad mariana.

Ahora, su sobrino explica que, «en casa, siempre se ha tenido devoción al padre Jaime; y hace años, mis familiares le rezaban novenas y se pedía su intercesión, porque quienes le habían conocido lo tenían por un santo, no sólo por un mártir». El mismo don Joan ha profundizado en la figura de su tío, y en la víspera de la beatificación presentará su biografía, porque el padre Jaime será el primer Beato natural de la diócesis de Tarrasa.
Don Joan cuenta que, «en mi familia, nadie nos dijo que tuviéramos que imitar a mi tío, porque su muerte fue excepcional: lo mataron por ser sacerdote. Pero sí nos hablaban de sus virtudes, porque fue muy buena persona, humilde, trabajador, con sentido del humor y mucha sensibilidad, sobre todo para la música. En su vida tuvo un objetivo claro: ser un buen sacerdote y un buen educador; y puso todos los medios y todo su esfuerzo para lograrlo. Ésa es una de las lecciones que he aprendido de mi tío, y que he intentado transmitir a mis hijos». Ésa, y la del perdón: «Nunca hemos hablado con acritud de la muerte de mi tío. Al contrario: no nos gusta el uso político que se dio en el franquismo a los mártires, equiparándolos al resto de muertos del bando nacional. En España, hace falta más autocrítica y reflexión sobre los mártires y el papel de la Iglesia en la guerra y en la República para que la reconciliación sea realidad».