Mi médico Mozart - Alfa y Omega

Como cada mañana, tras la asignación de los nuevos pacientes, me puse a repasar los motivos de ingreso y antecedentes personales. Me detuve más tiempo en uno que me llamó la atención. Se trataba de una persona con una enfermedad psiquiátrica grave y mi idea inicial fue: «Voy a quitarme de encima este marrón». «Es un caso para los psiquiatras y yo soy médico internista», pensé.

Al entrar en la habitación e iniciar la entrevista para completar la historia clínica, deduje que sería imposible obtener información útil. Me interrumpía y me contaba cosas que no tenían nada que ver con la conversación que manteníamos. Me preguntó mi nombre. Le dije: «Soy el doctor Cristian Gómez». Y decidió rebautizarme como Mozart. Me explicó que este compositor, además de Wolfang Amadeus, se llamaba Chrisostomus, y de Cristian decidió llamarme así. Era un persona extremadamente culta, a la que le gustaba la música clásica. Hablaba inglés y su sueño era ir algún día a Estados Unidos para poder asistir a conciertos de jazz.

Había prejuzgado a aquel hombre; era una persona con sueños y aspiraciones. Si no hubiera abandonado mis recelos, si me hubiera dejado llevar por ese afán que me marca la sociedad por decidir qué vidas son más válidas, buenas y útiles; si no hubiera interrogado a mi paciente y me hubiera conformado con los antecedentes que otros habían recopilado, mi visita habría sido un mero trámite. Su motivo de consulta era que la familia le encontraba más nervioso. «Que le den más medicación los psiquiatras», murmuré de antemano. Pero la realidad era que tenía un cuadro grave llamado diabetes insípida como consecuencia de su medicación crónica. Su inquietud y deterioro de los últimos meses eran tratables y curables.

Todo ser humano tiene dignidad por el mero hecho de serlo, y debe ser tratado de la misma manera que cualquier otro. Todos los recursos, hasta el más elemental, como es la entrevista clínica, son fundamentales. Y lo digo por mí. En este caso, me ayudó a liberarme de los prejuicios hacia las personas con enfermedad mental y de mi aversión al diferente, y a no discriminar por un comportamiento extraño o por su aspecto físico. Detrás de la enfermedad está la persona, su dimensión física, emocional y espiritual. «Cuanto hicisteis a uno de mis hermanos pequeños, a mí me lo hicisteis». Y él era uno de sus pequeños.