Mensaje del Sínodo de los Obispos al pueblo de Dios: «Reservad a Dios la primera y la última palabra» - Alfa y Omega

Mensaje del Sínodo de los Obispos al pueblo de Dios: «Reservad a Dios la primera y la última palabra»

«Que crezca y se profundice el conocimiento y el amor por la Palabra de Dios». Éste es el punto central del Mensaje que lanza al pueblo de Dios el Sínodo de los Obispos, que, en esencia, y en su resumen, dice así:

Redacción
Un momento de la celebración en la Capilla Sixtina, presidida por Benedicto XVI.

La Voz divina resuena en los orígenes de la creación, quebrando el silencio de la nada y dando origen a las maravillas del universo. Es una Voz que penetra luego en la Historia, herida por el pecado humano y atormentada por el dolor y la muerte. Ella ve también al Señor en marcha junto con la Humanidad para ofrecer su gracia, su alianza, su salvación. Es una Voz que desciende luego a las páginas de las Sagradas Escrituras que ahora nosotros leemos en la Iglesia, bajo la guía del Espíritu Santo, que fue donado como luz de verdad a ella y a sus pastores.

• Además, como escribe san Juan, «la Palabra se hizo carne». Y aquí entonces aparece el Rostro. Es Jesucristo, Hijo del Dios eterno e infinito, pero también hombre mortal, ligado a una época histórica, a un pueblo y a una tierra. Él vive la existencia fatigosa de la Humanidad hasta la muerte, pero resurge y vive para siempre. Él es quien hace que sea perfecto nuestro encuentro con la Palabra de Dios. Él es quien nos devela el sentido pleno y unitario de las Sagradas Escrituras por las que el cristianismo es una religión que tiene en el centro una persona, Jesucristo, revelador del Padre. Él nos hace entender que también las Escrituras son carne, es decir, palabras humanas que se deben comprender y estudiar en su modo de expresarse, pero que custodian en su interior la luz de la verdad divina que sólo con el Espíritu Santo podemos vivir y contemplar.

Un momento de la Eucaristía de conclusión del Sínodo.

• Es el mismo Espíritu de Dios que nos conduce al tercer punto cardinal de nuestro itinerario, la Casa de la Palabra divina, es decir, la Iglesia que, como nos sugiere san Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, está sostenida por cuatro columnas ideales. Tenemos la enseñanza, es decir, leer y comprender la Biblia en el anuncio hecho a todos, en la catequesis, en la homilía, a través de la proclamación que implica la mente y el corazón. Tenemos luego la fracción del pan, es decir, la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia. Como aconteció aquel día en Emaús, los fieles son invitados a nutrirse en la liturgia en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo. Una tercera columna está constituida por las oraciones con himnos y cánticos inspirados. Es la Liturgia de las Horas, oración de la Iglesia destinada a ritmar los días y los tiempos del año cristiano. Tenemos también la Lectio divina, la lectura orante de las Sagradas Escrituras capaces de conducir, en la meditación, en la oración, en la contemplación al encuentro con el Cristo, Palabra de Dios viviente. Y, por último, la comunión fraterna, porque para ser verdaderos cristianos no basta con ser aquellos que oyen la Palabra de Dios. En la casa de la Palabra de Dios encontramos también a los hermanos y hermanas de las otras Iglesias y Comunidades cristianas que, aún en las separaciones, viven una real unidad, si bien no plena, a través de la veneración y el amor por la Palabra divina.

• Llegamos así a la última imagen del mapa espiritual. Es el camino sobre el que se encauza la Palabra de Dios: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes… y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» … «Lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados». La Palabra de Dios debe correr por los caminos del mundo que hoy son también los de la comunicación informática, televisiva y virtual. La Biblia debe entrar en las familias para que padres e hijos la lean, con ella recen y sea para ellos una antorcha para sus pasos en el camino de la existencia. Las Sagradas Escrituras deben entrar también en las escuelas y en los ámbitos culturales porque, durante siglos, fueron el punto de referencia capital del arte, de la literatura, de la música, del pensamiento y de la misma ética común. Su riqueza simbólica, poética y narrativa hace de ellas un estandarte de belleza, sea para la fe, sea para la misma cultura, en un mundo con frecuencia marcado por la fealdad y por la indignidad.

El nuevo Consejo del Sínodo

El pasado viernes 24 de octubre, durante la vigésimo segunda Congregación General, el arzobispo Nikola Eterovic, secretario general del Sínodo de los Obispos, comunicó los nombres de los 12 miembros elegidos del XII Consejo de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, y los nombres de los 3 miembros nombrados por el Santo Padre:

Cardenal Francis Arinze, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos / Cardenal Francis Eugene George, arzobispo de Chicago y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos / Cardenal Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa y presidente de la Conferencia Episcopal de Honduras / Cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, arzobispo de Cape Coast (Ghana) y presidente de la Asociación de las Conferencias Episcopales de África Occidental / Cardenal Marc Ouellet, arzobispo de Québec / Cardenal Joseph Zen Ze-Kiun, obispo de Hong Kong / Cardenal Odilo Pedro Scherer, arzobispo de Sao Paulo / Cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos / Monseñor Laurent Monsengwo Pasinya, arzobispo de Kinshasa y presidente de la Conferencia Episcopal de la República Democrática del Congo / monseñor Thomas Menamparampil, arzobispo de de Guwahati (India) / Monseñor Diarmuid Martin, arzobispo de Dublín / Monseñor Mark Benedict Coleridge, arzobispo de Camberra (Australia) / Monseñor Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura / Monseñor Florentin Crihalmeanu, obispo de Cluj-Gherla (Rumanía) / Monseñor Luis Antonio G. Tagle, obispo de Imus (Filipinas).

• La Biblia, sin embargo, nos presenta también el soplo de dolor que sale de la tierra, sale al encuentro del grito de los oprimidos y del lamento de los infelices. Ella tiene la cruz en el vértice donde Cristo, solo y abandonado, vive la tragedia del sufrimiento más atroz y de la muerte. Precisamente por esta presencia del Hijo de Dios, la oscuridad del mal y de la muerte está irradiada por la luz pascual y por la esperanza de la gloria.

• Queridos hermanos y hermanas, custodiad la Biblia en vuestras casas, leedla, profundizad y comprended plenamente sus páginas, transformadla en oración y testimonio de vida, escuchadla con amor y fe en la liturgia. Cread el silencio para escuchar con eficacia la Palabra del Señor y conservad el silencio después de la escucha, porque ella continuará a habitar, a vivir y a hablaros. Haced que resuene al comienzo de vuestro día para que Dios tenga la primera palabra y dejadla resonar en vosotros a la noche para que la última palabra sea de Dios.

Habla el Secretario General de la Asamblea, el arzobispo Nikola Eterovic: «Descubrir la Palabra nos ha dado un nuevo dinamismo misionero»

Al arzobispo Nikola Eterovic, la sonrisa le sale de los labios, sin esconder la satisfacción por los resultados del Sínodo de los Obispos, que ha preparado durante más de dos años. Y tiene motivos. Padres sinodales y el mismo Papa coinciden en que éste es un momento histórico para la Iglesia, no sólo por la unidad que se ha vivido en la Asamblea, sino también por la fuerza transformadora de sus propuestas.

Durante las maratonianas sesiones, este arzobispo croata, que habla un perfecto español, ha sabido afrontar los momentos más difíciles con mucho humor, como cuando en la primera sesión no funcionaba el sistema electrónico para el control de la presencia de los padres sinodales, y un gran silencio llenó el Aula.

«Ha sido un evento de Espíritu, como ha dicho el Santo Padre. En cada Asamblea se ha percibido la acción del Espíritu Santo y hemos sido testigos del redescubrimiento de la Palabra, que el Espíritu ha hecho escribir en la historia de la salvación. Al mismo tiempo —subraya—, ha sido «un evento de comunión de obispos de todas las partes del mundo, unidos por la Sagrada Escritura, en las palabras reveladas que nos llevan a la Palabra, que es el mismo Cristo».

Ha sido también una «escuela de escucha». Como ha dicho el Papa, «escuchándonos los unos a los otros, aprendemos a tener esa actitud de fondo. El Espíritu nos habla a nosotros individualmente y como Iglesia. Esto requiere disciplina, y también cansancio. Hemos escuchado centenares de intervenciones, algunas más brillantes que otras. Pero esta disciplina ha sido premiada con resultados estupendos. Hemos vivido experiencias conmovedoras. Hemos percibido la prioridad que hay que dar a la Palabra en la vida y en la misión de la Iglesia. «Descubrir la Palabra de Dios nos ha dado un nuevo dinamismo misionero, que también debe manifestar en las obras de caridad», concluye.

J. C.