Mejor entre jamones que entre niños
Ya estamos otra vez en campaña, con los candidatos luchando por conseguir convencer a ese 30 % del electorado que aún está indeciso. Más les valdría rodearse de jamones que de niños en esa búsqueda…
Ya estamos otra vez en campaña, con los candidatos luchando por conseguir convencer a ese 30 % del electorado que aún está indeciso. Más les valdría rodearse de jamones que de niños en esa búsqueda desesperada de votos. Los aspirantes a presidente del Gobierno acuden a cualquier tipo de formato en televisión para intentar ofrecer al votante su cara más simpática, incluido un programa en prime time de Telecinco en el que menores de edad les interrogan y se convierten en comentaristas políticos hablando de cuestiones de adultos. La cadena utiliza a los niños como reclamo para la audiencia y los candidatos se prestan a ello. La Asociación de Usuarios de la Comunicación llega a lamentar que se utilice a los pequeños «como mascotas».
Se sabe que la televisión es tan poderosa que se cuela en las casas de los espectadores-votantes. Se acepta que los partidos políticos sucumban a las reglas televisivas y diseñen sus estrategias para tener más presencia en la pequeña pantalla. Las formaciones políticas reducen sus mítines y actos electorales sabedores de que son eventos de escasa repercusión que solo tienen sentido para los convencidos. La batalla principal se disputa en la televisión. Por eso, saltaron de las tertulias y debates a los programas de entretenimiento: les hemos visto bailando, tocando la guitarra, contándonos su infancia, hablando de traseros y de dados sexuales… y hemos comprobado cómo se desenvuelven entre fogones. ¿Acaso buscan seducirnos con un plato de arroz? Yo prefiero el jamón. Pero este nuevo paso hacia la política-espectáculo con menores de por medio ha sobrepasado una raya que exige la crítica. Además, no es normal ver a niños menores de diez años preguntando sobre el precio de las chuches y acto seguido por el bufete panameño Mossak Fonseca.
Técnicamente, los expertos en comunicación política llamamos a esto la construcción del «capital simbólico del candidato». Importa más la imagen del candidato que el programa electoral. La televisión es el medio perfecto para llegar a las emociones del espectador. Se confunde el liderazgo con la popularidad, como si estuviéramos hablando de celebrities. Por eso intentan aparecer cercanos, normales, joviales, divertidos… En Andalucía y Castilla-La Mancha al que es simpático le llaman salao. Pero para salaos, los jamones. Y allí nadie les criticará por meter la pata… o la paletilla.