Son muchos los recursos literarios que existen para vivir la espiritualidad del Adviento y de la Navidad. No pocos de ellos siguen la propuesta de los ciclos litúrgicos, pero muy pocos hacen un recorrido no ya solo por las lecturas bíblicas correspondientes, sino por el resto de los tesoros que la liturgia de estos dos tiempos nos ofrece. Este es el caso de este libro, dividido en tres partes. En la primera, «Custodiar el asombro», nos habla de la liturgia que, en cuanto a diálogo de la Iglesia con Cristo, es escuela de oración. En un segundo capítulo nos adentra en las antífonas de la O, como expresión del diálogo de la Iglesia con el Cristo que viene, entendiendo la O como el asombro agradecido: «Pidamos la gracia de este asombro agradecido: un asombro que habitó el corazón, ante todo, de María y José, pero también de los pastores y de los magos. ¿Cómo es posible que Dios haya querido hacerse Niño? ¿Cómo es posible que el Creador de todo el universo haya querido ser recogido en un pesebre, haya querido ser mecido entre los brazos de una jovencita en una aldea desconocida del último de los reinos de la tierra?». En un tercer capítulo, recorriendo la liturgia del 17 al 23 de diciembre, nos muestra el deseo cada día más consciente y ardiente del Salvador.
En la segunda parte del libro el autor explica la propuesta vital de la víspera de la Navidad, la de «esperar a quien viene sin tardanza», recorriendo la oración de la Iglesia del 24 de diciembre de la mañana a la noche. En la tercera parte nos ofrece, en cambio, el misterio navideño a la luz del texto paulino (2 Cor. 8,9) que nos habla del «Pobre que nace para enriquecernos». Explica el autor que «el texto original griego puede ser traducido de los maneras: para enriquecernos por su pobreza, o para enriquecernos con su pobreza. La primera posibilidad pone el acento en la encarnación. Jesucristo nos va a enriquecer a través de la pobreza que ha asumido; la pobreza es el medio a través del cual seremos enriquecidos. En este sentido, dice en cierta manera lo mismo que ha dicho antes, cuando ha afirmado que Él, siendo rico, se hizo pobre por nosotros. Es decir, explicita el movimiento de kénosis, de abajamiento del Señor para enriquecernos. En cambio, la segunda posibilidad dice –y se trata de un matiz riquísimo que merece la pena no perder– que el Señor nos va a enriquecer con su pobreza, es decir, la pobreza es el don que Cristo trae consigo al mundo para hacernos ricos. Se trata, por tanto, de contemplar el don de la pobreza, reconocer cómo y por qué la pobreza que nos trae Cristo nos hace ricos, nos enriquece».
Refiriéndose a la «preciosa indicación del Papa» de la pobreza de Cristo como gracia para la Iglesia, nos propone en los dos últimos capítulos lo que a mi juicio es lo más valioso de este libro: la explicación del misterio de Cristo pobre, y el don de la pobreza: «Pobres porque ricos; pobres, es decir, libres»; «pobres, es decir, en comunión»; «pobres, es decir, llenos de alegría», y «pobres, es decir, trabajadores».
El autor del libro es uno de los más prestigiosos teólogos españoles, catedrático de Eclesiología y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica San Dámaso. Este libro rezuma la profundidad de su pensamiento, pero no con el lenguaje del profesor, sino con el lenguaje del orante humilde que comparte la experiencia del final del Adviento y de la Navidad con la comunidad monástica del priorato de Béthanie.
Gabriel Richi Alberti
PPC