«Me he pasado la noche entera ante el sagrario preguntando por qué y rezando por Diego»
El párroco de Nuestra Señora de la Palma, que casó hace dos meses al hijo del sacristán asesinado, lo define como «una persona muy servicial»
Al otro lado del teléfono, la voz de Juan José Marina suena cansada. «Me he pasado la noche entera ante el sagrario preguntando por qué y rezando por Diego», confiesa a este periódico el párroco de Nuestra Señor de la Palma, en Algeciras, donde este miércoles fue asesinado el sacristán, Diego Valencia, en un ataque terrorista en el que también fue herido el salesiano Antonio Rodríguez Lucena.
En el momento del ataque, Marina, que es vicario episcopal del Campo de Gibraltar, se encontraba celebrando unas confirmaciones lejos del lugar. Se enteró de los hechos por un feligrés. «Inmediatamente, lo primero que hice fue llamar a Diego, que es mis manos y pies para todo, pero ya no me lo cogió», se lamenta el sacerdote, que pudo trasladarse al templo gracias a un matrimonio de fieles que lo acercó. «Al llegar ya me lo encontré tirado en la plaza Alta con la cabeza abierta», explica.
Horas después, ante el sagrario, el sacerdote no podía dejar de preguntarse «por qué el sacristán era el que estaba tirado en el suelo y no yo». Según Marina, el atacante iba a por el sacerdote, pero se confundió: «Lo sabemos porque en la primera parroquia que entra [la de San Isidro], gritó a los fieles que no les pasaría nada si estaban quietos. Sin embargo, se fue directo a por el sacerdote».
Tras la cuchillada, el supuesto terrorista —de origen marroquí y que responde al nombre de Yasine Kanjaa— se fue corriendo a La Palma y repitió el modus operandi. «Al entrar, se cruzó con una catequista que, de rodillas, le suplicó por su vida, pero él pasó totalmente y se fue a por el sacristán, al que confundió con el sacerdote porque estaba recogiendo los vasos sagrados tras la Eucaristía».
Una persona muy servicial
El ataque ha sido un golpe muy duro para la parroquia. «La comunidad está muy mal, totalmente hundida y con miedo. El templo estaba lleno de gente a esa hora». Una veintena de niños se encontraba recibiendo catequesis, el coro ensayaba en el sótano y la secretaría estaba abierta atendiendo a la gente. «Gracias a Dios, no atacó a nadie más».
El párroco también se muestra muy afectado. «Nuestra relación era bastante estrecha. Hace dos meses, de hecho, casé a su hijo en la parroquia. Recuerdo que hace poco estábamos bromeando sobre su jubilación y yo le decía que no se la iba a aceptar hasta que me cambiaran de parroquia», rememora Marina.
Pero el dolor por el asesinato de Diego ha trascendido más allá de los muros de La Palma. Antes de ponerse al servicio de la Iglesia, Valencia tenía una floristería en el centro de la ciudad. También participaba en el mundo cofrade. «Todo ello hacía que Diego fuera muy conocido, aunque lo que más destacaba en él era su actitud de servicio».
Mártir de la fe
La muerte de Valencia recuerda a la del padre Jacques Hamel, asesinado por un terrorista en el templo parroquial de Ruan (Francia) el 26 de julio de 2016 y que hoy está en proceso de beatificación. «Son dos casos muy parecidos», afirma el vicario episcopal. Y al igual que el cura francés, piensa que Diego «es un mártir». «De alguna forma, defendió la vida de un sacerdote, que era el objetivo real del ataque», concluye Juan José Marina.
En términos parecidos se ha expresado este jueves por la mañana el secretario general de la Conferencia Episcopal Española. «Nuestra oración a Dios por esa persona tan querida. Podemos decir que ofreció su vida por el sacerdote que estaba allí, pues era a por quien iba [el atacante]», ha manifestado César García Magán durante un desayuno informativo organizado en Madrid por Nueva Economía Fórum.
El salesiano ya está en casa
Antes de la cuchillada mortal contra Valencia, el agresor había perpetrado otro ataque contra el salesiano Antonio Rodríguez Lucena, que recibió una puñalada en el cuello. «El corte lo paró la vértebra y no pasó de ahí, pero llegó hasta el cuello», explica Juan Francisco Huertas, director de la comunidad en la que vive Rodríguez Lucena, en conversación con Alfa y Omega.
El director llegó al templo pocos minutos después del ataque contra el religioso. «Me lo encontré a los pies de la imagen de María Auxiliadora, en medio de un charco de sangre y con un tajo en el cuello muy importante». Pero según Huertas, la máxima preocupación del sacerdote herido, que no perdió la consciencia en ningún momento, era que nadie más hubiera sufrido daño alguno.
Tras el director aparecieron los servicios sanitarios y se llevaron a Rodríguez Lucena al hospital. Allí fue intervenido quirúrgicamente con éxito y, «de hecho, ya está en casa y nos dice que se encuentra muy bien. Tenerle por aquí es una alegría». En cualquier caso, el sacerdote será valorado este viernes por el equipo de psicólogos que ha llevado al lugar el Ministerio del Interior para que lo valoren.