Me ha cambiado la vida - Alfa y Omega

Esta frase, en este fin de semana me ha tocado escucharla más de 1.000 veces a jóvenes desilusionados con la vida, que se sienten solos a pesar de estar rodeados de gente, jóvenes con heridas en sus corazones que viven su fe de una manera aislada, muchos de ellos desilusionados con las amistades e incluso también con la familia. Estos jóvenes me han dicho con lágrimas en los ojos: «Este retiro me ha cambiado la vida».

En Cáceres hemos tenido el tercer retiro de Effetá y no se puede contar nada de lo que hemos vivido, pero sí que podemos decir que ha sido inolvidable. Effetá es una experiencia especial de las que el Espíritu Santo sopla a la Iglesia en un momento determinado para evangelizar y dar vida a los jóvenes.  Nuestra diócesis de Coria-Cáceres está sembrando cada vez más la semilla de la conversión en jóvenes que andaban muy alejados de la experiencia de Dios y, gracias a este retiro, se va creando un grupo con ganas de vivir una vida auténtica y coherente, con ganas de ser Iglesia, con ganas de vivir la fe en medio de la universidad, en medio de su familia o en medio de una noche de copas.

Estoy convencido que de estas experiencias surgirán nuevas familias cristianas con ganas de imitar a aquella familia de Nazaret y vocaciones jóvenes que descubran que el Señor les está llamando a la vida religiosa o sacerdotal. Pero lo más bonito de este retiro y de estos jóvenes es que también comienzan a cambiar la vida de sus padres, que quieren también vivir esa experiencia y experimentar a ese Dios cercano. Y de ahí surge esa cadena de querer hacer también ellos el retiro de Emaús.

Cuando descubrimos noticias que nos hacen sufrir; cuando vemos que la vida es un caos; cuando conocemos tantos jóvenes amargados que piensan que la solución de su problema es el suicidio; cuando miramos a nuestro alrededor y vemos chicos y chicas sin valores y desilusionados con la vida aun teniéndolo todo, ahí nace Effetá. Termino escribiendo un mensaje que recibí el domingo por la noche de uno de los jóvenes, que me decía: «Padre Fer, te quiero dar las gracias por este fin de semana, porque Dios me ha hablado y he podido descubrir las heridas y máscaras que arrastro en mi vida. Mañana lunes será todo distinto, mi vida comienza a tener sentido». No tengo más que decir: gloria a Dios.