Matar es matar
La muerte de Smith no es justa, ética, ni ejemplarizante. Con esta nueva ejecución, Estados Unidos dice que matar está bien, afirmaba su asesor espiritual, el pastor Jeff Hood. La hipoxia por nitrógeno es una nueva muestra del fracaso de un sistema que confunde justicia con venganza
La última persona a la que Kenneth Eugene Smith vio antes de morir fue a ella. Se llama Deanna Smith y es la esposa del último condenado a muerte que ha sido ejecutado en Estados Unidos mediante asfixia por gas nitrógeno. De poco han servido los esfuerzos, entre otros, de la Comunidad de Sant’Egidio que recaudó hasta 15.000 firmas para frenar la ejecución. Infructuosas han sido también las advertencias de médicos y activistas. A las 20:00 horas del día 25 de enero, Smith se despedía de su familia. «Esta noche Alabama hace que la humanidad dé un paso atrás. Gracias por apoyarme. Les amo a todos», fueron sus palabras antes de que el alcaide activara el mecanismo que sustituiría el aire de la mascarilla que cubría su cara por nitrógeno. 25 minutos después del inicio del proceso se declaró su muerte.
Junto a él estaba su asesor espiritual, el reverendo Jeff Hood; y fuera de la sala, siendo testigos de la ejecución, se encontraban, además de su familia y de los hijos de la víctima, cinco periodistas. En su relato describen convulsiones «de dos a cuatro minutos» y «cinco minutos de respiración fuerte». Algo no visto hasta ahora, según declaró uno de los cronistas, puesto que para la ejecución de Kenneth Smith se ha usado una técnica experimental y totalmente nueva, la hipoxia por nitrógeno, considerada «inhumana» por activistas contra la pena de muerte y por las Naciones Unidas.
Con este procedimiento se abre una nueva era en la historia de la pena capital en Estados Unidos, que la tiene contemplada en 27 de sus 50 estados. Alabama, Tennessee y Misisipi han aprobado su uso (aunque nunca hasta ahora se había aplicado), en parte por el acceso cada vez más limitado a las sustancias utilizadas para las inyecciones letales, la técnica más común. De hecho, ya habían intentado ejecutar a Smith de esta forma en el año 2022. Sobrevivió porque no pudieron encontrar una de las dos venas por las que debían introducirle el líquido. Tras cuatro horas atado a la camilla, fue devuelto a su celda.
Kenneth cumplía condena por participar en el año 1989, junto a otros dos hombres, en el asesinato por encargo de Elizabeth Sennett Smith. Murió acuchillada y salvajemente golpeada con el atizador de una chimenea a cambio de un pago de 1.000 dólares, prometido a cada uno de ellos por el marido de la víctima, un pastor que buscaba cobrar el dinero del seguro para hacer frente a sus deudas. Para sus hijos, la ejecución del último implicado en el asesinato que quedaba vivo ha sido una forma de hacer justicia, a pesar de que dicen que han podido perdonar lo que pasó. Para la gobernadora Kay Ivey se trata de una forma de aliviar el peso y el dolor de la familia. Y para el fiscal general de Alabama, de un método «eficaz y humano» de ejecutar una sentencia, pese a las «predicciones funestas» de los que temían que el procedimiento fallara o provocara una larga agonía.
Aunque en Estados Unidos se siga debatiendo acerca del modo de aplicar la pena capital para evitar el sufrimiento de los condenados, matar sigue siendo matar. «No hay forma humana de matar a otra persona», dijo el Papa Francisco al presidente de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, Federico Mayor Zaragoza, en el año 2015. Tres años después, la incorporó al catecismo de la Iglesia católica como un pecado «inadmisible» y declaraba el empeño de la Iglesia por su abolición en todo el mundo.
La muerte de Smith no es ni justa ni ética, ni ejemplarizante. Con esta nueva ejecución, Estados Unidos dice al mundo que matar está bien, afirmaba el propio pastor Jeff Hood a los periodistas. «Cada vez que cometemos una ejecución, lo que le decimos a la sociedad es que el asesinato y la ejecución están bien», sentenció. «Matando no se puede enseñar a los jóvenes de nuestra sociedad que no se puede matar». Desde el año 1976 se han producido 1.600 ejecuciones en el país norteamericano. La mayoría por inyección letal, electrocución y cámara de gas. La hipoxia por nitrógeno es una nueva muestra del fracaso de un sistema que confunde justicia con venganza.