Masonería e Iglesia católica, incompatibles
La masonería, para algunos, es una extraña sociedad secreta; para otros, una institución filantrópica tratada injustamente a lo largo de la historia; para la mayoría, una gran desconocida… En los últimos años se ha advertido un fuerte intento de darse a conocer a la sociedad; son varias ya las entrevistas publicadas en los medios de comunicación, las fotos a plena luz del día, mostrando algunos de sus símbolos más característicos, y describiendo qué significa ser masón. Sin embargo, aunque el contubernio judeomasónico esté desterrado del imaginario colectivo, y las nuevas generaciones ni siquiera hayan oído hablar de él, la masonería no se sacude su envoltura de secretismo, por muchos años que pasen por ella. Para don Manuel Guerra, sacerdote y autor del recién publicado libro La trama masónica (ed. Styria), los masones «están en su derecho de darse a conocer, pero el caso es que se den a conocer del todo. Porque dicen que son discretos, pero yo digo que son secretos, y ese secreto deja ahí una penumbra en la que cada uno puede imaginar lo que quiera».
El estudio de la masonería por personas profanas a esta institución, nacida en el siglo XVIII, constituye siempre un reto. Historiadores como don Ricardo de la Cierva tienen el mérito de haber podido traducir rituales al español inéditos en nuestra lengua, pero al no ser la masonería un fenómeno monolítico, sino que está dividida en distintas ramas, son muchos los rituales y los datos que permanecen ocultos. «Hay un juramento de secreto bastante fuerte, al menos en la fórmula iniciática -explica el profesor Guerra-, pero no entiendo por qué, en una sociedad pluralista y democrática como la nuestra, puede haber una sociedad secreta. En tiempos de dictadura y persecución lo puedo entender, pero en una sociedad pluralista y democrática, no lo entiendo».
¿Qué dice la Iglesia?
Dentro de unos días, exactamente el 26 de noviembre, se cumplirán 13 años desde la publicación de la última declaración oficial sobre la masonería, por parte de la Santa Sede, en 1983. En dicha declaración, publicada en esta misma página, se vuelve a hablar de excomunión de todos aquellos católicos miembros de sociedades masónicas. La primera vez que la Iglesia habló de excomunión en tales comportamientos fue en 1738. Hoy por hoy, hay quien afirma que, debido al paso del tiempo y a la evolución de la masonería, así como de la Iglesia, las relaciones entre ambas han cambiado. Sin embargo, el profesor Guerra lo niega rotundamente: «El juicio de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas no ha variado, porque siempre han sido consideradas incompatibles con la doctrina de la Iglesia. Sus principios son el relativismo, el laicismo, la gnosis, etc. No es que la masonería ataque o no a la Iglesia -que, de hecho, la ataca, sobre todo la masonería irregular o francesa-, es que los principios son incompatibles».
Respecto a la situación de la masonería en España en la actualidad, el profesor Guerra no duda en afirmar que, actualmente, la masonería vive su siglo de oro: «Hoy en España tenemos un Gobierno socialista y masónico que trata de implantar el laicismo en España, es decir, lo que hicieron en Francia otros masones en 1905. El laicismo es recluir las creencias de una religión concreta, en este caso de la cristiana, en el fondo de la conciencia o en los templos. Por lo tanto, fuera la asignatura de Religión, fuera los crucifijos de los lugares públicos, de las escuelas, de los colegios… Fuera los signos navideños cristianos en la decoración navideña… La masonería vive hoy en España su propio siglo de oro. También es cierto que, antes, han pasado la travesía del desierto… Pero ahora están, y aunque no son muchos, están imponiendo el estilo masónico». Y se trata de personas muy activas, que desempeñan cargos de muy alta responsabilidad política y sociocultural.
Se ha presentado la pregunta de si ha cambiado el juicio de la Iglesia respecto de la masonería, ya que en el nuevo Código de Derecho Canónico no está mencionada expresamente como lo estaba en el Código anterior. Esta Sagrada Congregación puede responder que dicha circunstancia es debida a un criterio de redacción, seguido también en el caso de otras asociaciones que tampoco han sido mencionadas por estar comprendidas en categorías más amplias. Por tanto, no ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia; en consecuencia, la afiliación a las mismas sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la santa Comunión. No entra en la competencia de las autoridades eclesiásticas locales pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas con un juicio que implique derogación de cuanto se ha establecido más arriba, según el sentido de la Declaración de esta Sagrada Congregación del 17 de febrero de 1981. El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la audiencia concedida al cardenal Prefecto abajo firmante, ha aprobado esta Declaración, decidida en la reunión ordinaria de esta Sagrada Congregación, y ha mandado que se publique.
Roma, en la Sede de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, 26 de noviembre de 1983