María José Rodríguez: «Todavía hay mujeres amenazadas que no han salido de Afganistán» - Alfa y Omega

María José Rodríguez: «Todavía hay mujeres amenazadas que no han salido de Afganistán»

Desde Netwomening ayuda a afganas a escapar de su país y llegar a España. Su testimonio forma parte de En singular, la serie con la que el Opus Dei da a conocer su carisma en internet

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
María José Rodríguez con Nilab Safi y su hija, a las que ayuda a través de su asociación
Con Nilab Safi y su hija, a las que ayuda a través de su asociación. Foto: Opus Dei.

¿Cómo es la situación de la mujer en Afganistán?
Es dramática. Ya lo era antes de los talibanes en muchas zonas rurales, pero ahora la ley les impide a todas estudiar o trabajar. Tampoco pueden salir a la calle solas. No pueden mirar por las ventanas de su casa ni ser vistas desde fuera y solo pueden salir en caso de necesidad, acompañadas por un hombre y con un burka. Esto condena a millones de personas a la falta de asistencia sanitaria, porque muchas mujeres que trabajaban en este sector se han ido del país y las que quedan ya no pueden estudiar para ser médicos o matronas. Y como los varones no pueden atenderlas a ellas en los hospitales, el resultado es que no pueden acceder a cuidados médicos. Junto a todo ello la tasa de analfabetismo, que ya era alta antes, se está disparando.  

¿Cómo empezó su labor de ayuda?
Cuando llegaron los talibanes en 2021, todo era una emergencia. Yo tenía un amigo en el Ministerio de Defensa y conseguimos un salvoconducto para que algunas mujeres fueran al aeropuerto y las evacuara el Ejército español. Fueron 17 con sus familias, en total 89 personas: sus hijos, y en algún caso el marido también. A las pocas horas me empezaron a llegar multitud de peticiones de economistas, profesoras, periodistas, juezas… que estaban muy amenazadas.

¿Hasta qué punto?
Algunas eran abogadas defensoras de la mujer, expertas en nulidad de matrimonios de menores y en situaciones de violencia contra ellas. También había varias fiscales que se dedicaban a la lucha contra el tráfico de drogas y contra el terrorismo de los talibanes y el Dáesh. Su situación era ya insostenible y su vida corría peligro.   

Desde entonces, muchas han huido a través de Pakistán, Irán, Turquía, la India o Irak. Intentan ir a países donde España tiene representación diplomática. Si consiguen llegar, allí pueden pedir que se promueva su traslado a nuestro país por el artículo 38 de la ley de asilo. Una vez aquí, pueden solicitarlo. Nuestra ayuda en todo este proceso es a distancia, todo online. Damos orientación de cómo dirigirse al consulado o a embajadas.

¿Todas las que se ponen en contacto con ustedes consiguen escapar?
No todas. Todavía hay mujeres amenazadas que no han salido. Sigo en contacto con ellas. Algunas están a la espera en Afganistán o en las naciones vecinas.

¿Qué pasa cuando llegan a España?
Ahora mismo estamos ayudando a más de 200 familias. Aquí piden asilo y entran en un programa de acogida del Ministerio de Inclusión, con varias fases: desde estar en un centro de refugiados a tener un piso para la familia, hasta que se valgan por sí mismas. Les damos clases de español, asistencia psicológica, escolarización para los niños, el apoyo de un trabajador social y formación laboral.

En su país eran grandes profesionales. ¿A qué pueden optar aquí?
No hay homologación de títulos universitarios, por lo que no pueden ejercer su profesión. Sí la hay de Bachillerato y eso les permite empezar a estudiar algo, gracias también a algunas becas de donantes que les pagan la carrera. Pero la mayor parte no estudian, sino que trabajan en el hogar, limpieza, almacenes, cuidado de mayores, o son dependientas.

¿Cómo llevan ellas esa situación?
Depende de la persona. Las hay que enseguida asimilan la realidad, aceptan lo que se les ofrece y en pocos meses ganan autonomía y pueden empezar de nuevo con su vida. Pero hay otras que se quedan muy bloqueadas. Hay que tener en cuenta también que tienen a sus parientes en Afganistán, sus padres y hermanos a lo mejor están encarcelados o se mueren de hambre. Eso las hace entrar en un estado de depresión y sentir  algo de culpa por haber abandonado a su gente allí.

Ahí entra su trabajo también.
Rodearse de españoles que les prestan atención ya es una red de apoyo que permite una mayor integración. Eso hace que las posibilidades de superar los obstáculos crezcan. La amistad y un entorno familiar son muy importantes. Hemos constituido una asociación aconfesional de voluntarias, con perfiles muy variados, sobre todo mujeres, muy distintas pero con un mismo fin: brindarles acompañamiento personal y profesional para facilitar su salida laboral.

¿Qué es lo que la motiva a usted?
Todo lo hago por humanidad y porque intento ver a los demás como les ve Dios. Quiero tratarlos como los trataría Cristo. Es una obligación moral y social. Todos somos hijos de Dios y tenemos que hacer el mundo mejor.