María Ángeles Almacellas: «Nos estamos cargando valores humanos permanentes» - Alfa y Omega

María Ángeles Almacellas: «Nos estamos cargando valores humanos permanentes»

Para la vicepresidenta de Signis-España, «el cine vive hoy una crisis de valores» frente a la que propone «tomar postura y ser valientes»

José Calderero de Aldecoa
La vicepresidenta durante su participación en la I Mesa de Ciudad Rodrigo. Foto: Signis.

María Ángeles Almacellas, vicepresidenta de la Asociación Católica Española para la Comunicación Signis-España participó este sábado en la I Mesa de Ciudad Rodrigo, un foro de reflexión y debate que en esta sesión llevaba por título La crisis de valores en el cine posmoderno. Una mirada transversal.

¿El cine vive una crisis de valores?
Sí. Es la misma crisis de valores, centrada en el hedonismo y el materialismo, que afecta a nuestra sociedad. Se trata de los últimos coletazos de la posmodernidad, que surgió del mayo francés por el desencanto de la modernidad y que ha sido más desencantadora todavía.

La crisis afecta al cine, como se percibe en algunos ejemplos concretos y recientes, también a los críticos, que forma parte del engranaje del cine, y al público. Así que estamos ante un tema muy urgente.

¿De qué ejemplo concreto y reciente habla?

Tenemos una película estrenada hace unos 10 días. En España se ha traducido como Un pequeño plan… como salvar el planeta, de Louis Garrel. Es una fábula muy políticamente correcta. Es el plan de unos niños para salvar el planeta, que está destruyéndose. Lo cual es cierto. Los niños plantean algo, que está muy bien: Si todos renunciamos a lo superfluo le daríamos una buena sacudida al planeta.

La idea es buena, pero ¿cómo lo hacen? Robando. Los niños roban de casa de sus padres cosas y las malvenden por internet. Entre las cosas que malvenden se incluye una primera edición de un libro de Montesquieu. El niño se deshace de esta joya porque para él no es nada. Está confundiendo los planos de lo que sirve y es útil con el plano de lo que vale, y lo grave es que sus padres no le educan en este sentido.

Un libro es patrimonio cultural, no es un fajo de papeles. Es algo mucho más serio. Y, claro, en una sociedad que confunde lo útil y lo que sirve con lo valioso, ¿nos puede resultar extraño acabar con el nasciturus que me va a resultar incómodo? ¿Nos puede resultar extraña la eutanasia para el anciano o enfermo que ya no produce?

Dentro de la misma película, el niño protagonista, que tiene 13 años, tiene su primera experiencia sexual con una compañera –evidentemente la chica es de color para ser políticamente correctos– que está a punto de cumplir los 18. ¿Y que hacen los padres? Nada. Al contrario, se lo cuentan entre ellos llenos de orgullo.

De sus respuestas, entiendo que hablamos de un problema mundial.

Así es. Se trata de algo generalizado. Esta película, por ejemplo, ha tenido buenas críticas tanto en España como en Francia. Nadie ha salido preguntándose, o por lo menos yo no me he enterado, “señores, ¿qué estamos haciendo?” Nos estamos cargando los valores humanos permanentes, y esto no es ninguna tontería.

Es cierto que hay un crítico en España que por lo menos ha recomendado que los chicos vean la película con sus padres para que la puedan comentar. Pero esto todo lo que se les ocurre. Al final, claro, los críticos son hijos de su tiempo. Es el pensamiento débil, la sociedad líquida, que nos afecta a todos. Hay que ponerle coto.

¿Y cómo lo hacemos?

Pues es necesario que haya más personas, como Pablo Moreno, que tengan el coraje de arriesgar su trabajo, su nombre y su dinero en hacer cine con valores.

Por otro lado, hay que esta alerta. Hay mucha gente que parece que son gente de valores, porque a lo mejor ha hecho una película en este sentido, pero que se están dejando arrastrar por esta vorágine. Hay que escrutar los tiempos, tomar postura, ser valientes y dar la cara. En este sentido, se puede seguir la pista de las asociaciones que están arrojando luz ante todo lo que es deconstructivo.

Por último, hay una responsabilidad personal. No debemos dejarnos ahogar por este ambiente turbio y hay que tratar de influir en nuestro radio de acción.

I Mesa de Ciudad Rodrigo. Foto: Signis.