Marc Ouellet: «El problema no es el celibato»
El cardenal canadiense es el principal impulsor del simposio internacional sobre teología fundamental del sacerdocio, que arranca este jueves en Roma con una conferencia del Papa Francisco
¿Qué podemos esperar de este simposio internacional?
Son tres días de intenso trabajo. Vienen más de 700 participantes. En el trasfondo de este simposio está la promoción de una cultura vocacional que entiende que la vivencia de la fe implica compartir diversas vocaciones en la Iglesia. En este encuentro se va a mostrar la solidaridad del pueblo de Dios. Todos tenemos una vocación; no hay ningún miembro del Cuerpo de Cristo que no la tenga. Lo que pasa es que, en la Iglesia católica, cuando se piensa en el sacerdocio, a la gente se le vienen a la cabeza solo los obispos y los curas. Pero los primeros que participan del sacerdocio de Cristo son los bautizados. El Concilio Vaticano II restableció esta relación entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los bautizados.
En menos de diez años se ha visto una caída significativa en el número de vocaciones, sobre todo en Occidente. ¿Cómo se explica?
A través de varios factores. El primero es el factor demográfico. La gente no se casa y tiene pocos hijos. ¿De dónde van a salir las vocaciones? Otro factor es el de la pérdida de credibilidad que ha sufrido la Iglesia con los escándalos de los abusos. Y otro elemento es la cultura secularizada. La gente vive como si Dios no existiera.
¿Le preocupa esta situación?
Claro que sí. Sin duda, hay que cuidar más la iniciación cristiana y hacer más y mejores catequesis. No hay mejor publicidad para despertar las vocaciones que un sacerdote alegre, que está feliz en su ministerio y que vive entregado al Señor y a su comunidad. Me entristece ver que la Confirmación es, en ocasiones, la puerta final para un cristiano, como un adiós, cuando en realidad es el momento en el que un joven es oficialmente miembro de la asamblea eucarística.
¿Hay que cambiar algo en la formación de los seminarios?
Los seminarios no son búnkeres cerrados; no hay que descuidar en la formación de los sacerdotes el contacto con la comunidad eclesial, con las mujeres, con la vida consagrada… Esto fomenta una mentalidad de corresponsabilidad.
El Papa advierte a los sacerdotes continuamente del peligro del clericalismo y de las ideologías. ¿Cómo se manifiestan?
Hay sacerdotes que miran al Papa con ojos políticos. O son entusiastas o son contrarios. Muchos critican que dedique a lo social un tiempo exagerado. Pero el Papa no hace política, tiene criterios evangélicos. Habla de los pobres, pero es que los pobres están en el centro del Evangelio. El trabajo de los sacerdotes se hace cada vez más complicado por las ideologías predominantes en la cultura, como la ideología de género.
¿Por qué van a hablar mujeres en un simposio sobre sacerdocio?
El sacerdocio bautismal es también para las mujeres. Ellas tienen que estar en todas las partes de la Iglesia, menos donde el sacerdote ministerial debe representar a Cristo. Y aquí la diferencia de los sexos no es un detalle sin importancia, sino una estructura fundamental de la creación. Pero no hay que olvidar que la persona que tiene la mediación más fundamental con Dios es la Virgen María. Gracias a ella el Verbo se hizo carne.
Algunos obispos alemanes han votado un documento en el que cuestionan la obligatoriedad del celibato. ¿Es un dogma?
No lo es. No es una cuestión de incompatibilidad. Hay sacerdotes casados, pero son una excepción. La Iglesia de rito latino ha mantenido el celibato porque ayuda a vivir el ministerio. Desde el principio de la Iglesia, Jesús pidió a los apóstoles que lo dejaran todo, y eso incluía a su familia. Es cierto que eligió a hombres casados, pero es que no había solteros en aquella época. Jesús impuso una revolución. Además, cuando se compara la fuerza misionera de la Iglesia latina con las otras, se ven las diferencias.
Entonces, como dicen algunos, ¿el problema de los abusos en el seno de la Iglesia es el celibato?
El celibato sacerdotal es, ante todo, una forma de vivir el amor, compartiendo y entregando la vida en una comunidad concreta a la que se sirve, amando a otros y siendo amado. No podemos decir que el celibato sea pernicioso o perjudicial. Es un acto de amor. El problema de los sacerdotes no es ese. Y los que dicen que la crisis de los abusos deriva del celibato están muy equivocados. El drama de los abusos en el seno de la Iglesia surge de la falta de autodominio y control de la sexualidad, como lo certifican los estudios sociológicos. De hecho, la mayoría de abusos sexuales se dan en las familias.
Es el prefecto de la Congregación para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Nació en 1944 en una familia humilde de la pequeña aldea de La Motte, al oeste de la provincia de Quebec. En 2003 san Juan Pablo II lo creó cardenal. Ha organizado del 17 al 19 de febrero en Roma el simposio teológico internacional Por una teología fundamental del sacerdocio.