Manuel Ballester: «La situación en Sudán del Sur se deteriora y aflora el malestar» - Alfa y Omega

Manuel Ballester: «La situación en Sudán del Sur se deteriora y aflora el malestar»

La falta de avances en la transición ha vuelto a poner al país el borde de la guerra. Jóvenes y Desarrollo, ONG en la que este joven español es cooperante, ayuda a los desplazados a volver a casa

Javier Martínez-Brocal
El cooperante con algunos de los niños a los que atienden en el campo de Gumbo.
El cooperante con algunos de los niños a los que atienden en el campo de Gumbo. Foto: Misiones Salesianas.

El acuerdo que pretendía poner fin a la guerra civil en Sudán del Sur se firmó hace siete años. Sin embargo, su población no ha encontrado la paz. El conflicto se saldó con 400.000 muertos y forzó a más de cuatro millones de personas a escapar de sus casas. 2,5 aún no han podido regresar. Desde 2013 los salesianos acogen a unos 6.000 en el Campo Don Bosco en Gumbo, a diez kilómetros de la capital. El español Manuel Ballester, cooperante de la ONG Jóvenes y Desarrollo, ligada a Misiones Salesianas, está buscando recursos para ayudarlos a volver a su tierra.

—¿Por qué siguen en su misión?
—Aquí sus hijos pueden estudiar y reciben comida y atención sanitaria. Por contraste, su tierra no se ha pacificado, es de difícil acceso o no es habitable por inundaciones. Se entiende que digan «¿cómo voy a volver a un sitio en el que no sé si mis hijos van a vivir en paz?».

—¿Cómo los ayudan a regresar?
—Estamos planteando un proyecto para 100 familias, unas 900 personas. Les daremos planchas de metal y de madera para construir una vivienda y herramientas agrícolas para que puedan sustentarse. Hasta la primera cosecha les daremos la comida. Sugerimos que vayan a lugares donde tienen familia, para no empezar de cero. También ayudamos a la comunidad que los recibe para que no se generen envidias y les enseñamos a resolver conflictos de manera pacífica.

—¿Cómo es la situación actual en el país?
—Hay tensión por el proceso de transición. En el acuerdo de paz de 2018 el presidente, Salva Kiir, se comprometió a celebrar elecciones democráticas. Pero no ha cumplido: en noviembre volvieron a cancelarse. La situación se está deteriorando y aflora el malestar.

—En marzo evacuaron de la capital a los extranjeros por los bombardeos.
—Parecía que estábamos al borde de otra guerra civil. Se alzó una milicia que durante la guerra civil apoyó al bando del rival del presidente, Riek Machar. Como represalia, desde entonces está bajo arresto domiciliario. Pero el Gobierno no tiene el control del territorio y pidió ayuda a Uganda, que tiene tropas desplegadas en la capital. Es una imagen de la situación de inestabilidad.

—¿Hay peligro de una nueva guerra?
—Hay tensión, pero el partido de Machar no tiene la fuerza de cuando estalló la guerra. La situación es delicada, pues hay mucha población civil armada, prácticas tradicionales abusivas y violencia entre comunidades, sobre todo tribal.

—¿Cómo contribuyen ustedes a la paz?
—No podemos pretender abolir el sistema tribal, que tiene también cosas buenas. Pero acarrea conductas muy dañinas que provocan violencia: robo de ganado, matrimonios forzados, sustracción de menores e incluso esclavitud de esos niños. Intentamos sensibilizar a los jóvenes para que se den cuenta de las conductas que deben curarse si quieren prosperar.

—¿Cómo es el trabajo en la misión?
—Los salesianos llevan más de 30 años en este país, no lo han abandonado ni bajo bombardeos, ni en periodos de violencia o crisis climáticas. Eso da confianza a la gente. Sus misiones son puntos de encuentro para todos; en nuestros colegios hay estudiantes de todas las tribus y religiones, eso es inamovible.

—¿En qué otros proyectos trabaja?
—La idea es que estas comunidades tengan recursos para salir adelante por sí mismas. Trabajamos en infraestructuras, saneamiento, seguridad alimentaria y formación profesional. Pero hay un eje transversal presente: la promoción de paz y la sensibilización en violencia de género.

—¿Cómo es la situación de las mujeres?
—Las tribus ricas se dedican al ganado y uno de los modos de obtenerlo es con casamientos, pues la familia de la esposa recibe cabezas de ganado a cambio. Hay familias que quieren que sus niñas se eduquen no para emanciparse sino porque les pagarán más cuando se casen. Además, hay hombres que se casan con hasta ocho mujeres. Eso supone abandono de hijos menores, maltrato —pues las primeras mujeres tienen más valor que las últimas— y matrimonio infantil.

—¿Cómo las ayudan?
—Las preparamos para que sean económicamente independientes. Hacemos encuentros con jóvenes para que vean que esas prácticas son muy dañinas e impiden a todos progresar. También tenemos una de las pocas radios del país, que usamos para hacer entender a las mujeres que son mucho más que moneda de cambio.