«Mantened el impulso de generosidad»
Algunos obispos españoles reflexionaron con el hermano Alois sobre cómo llevar a la práctica en las Iglesias locales lo vivido en Encuentro Europeo
Mantener viva en los jóvenes la llama de lo vivido estos días en Madrid es ahora una de las prioridades de los responsables que los acompañaron en esta Peregrinación de Confianza. Un reto para las Iglesias locales, pero también para la ciudad anfitriona, a la que el hermano Alois invitó el lunes 31 a «seguir viviendo el impulso de generosidad» de estos días. Sobre cómo hacerlo intercambiaron algunas impresiones el prior de Taizé y algunos obispos españoles el sábado, en un encuentro informal en el Seminario Conciliar de Madrid.
Entre ellos estaba el arzobispo Joan Enric Vives, de Urgel, que mantiene un estrecho contacto con la comunidad desde sus años de seminarista. Consciente de que esta continuidad nada tiene que ver con crear un movimiento, sí reconoce que «en Cataluña ha ido naciendo una cierta amistad entre las personas a las que les ha hecho bien pasar por allí en algún momento». Y es frecuente que se organicen oraciones periódicas.
En su conversación con los obispos, el hermano Alois mostró su interés por que, además del estilo de Taizé, siga presente en la vida de las diócesis el tema de este encuentro: la hospitalidad. «Tiene mucha repercusión en esta Europa y en este momento en que muchos desean ver a los otros como extraños», explica el prelado de Urgel. No se trata solo de inmigración. Vives revela que el prior de Taizé aludió a la cuestión catalana y recomendó que en la Iglesia no se hable de «diálogo» como a nivel político, sino de «acogida cordial del otro y sus razones».
«Viviendo la hospitalidad en concreto en los pequeños espacios se pueden generar perspectivas nuevas para las ciudades y los países», resume el obispo auxiliar de Madrid José Cobo. Una perspectiva con la que se identifica la archidiócesis. Diversas propuestas del Plan Diocesano de Evangelización –resalta– giran en torno a la necesidad de promover el encuentro en el seno de la sociedad. Comenzando por la propia Iglesia. De este modo –añade– el espíritu de Taizé se refleja en iniciativas como la Comisión por la Comunión, en el centro de cuyos encuentros está la oración compartida entre católicos de distintas sensibilidades. «La oración común envuelve a los distintos y genera un nuevo espacio de entendimiento». Es lo que sucede en Taizé, donde «no se pregunta quién eres y de dónde vienes. Llegas y eres bienvenido. Y yo creo que esto es lo que puede provocar en nuestras iglesias y entre nuestras iglesias: el proponer: “Vamos a ponernos juntos ante Dios y a averiguar qué plan tiene para nosotros”, poniendo el horizonte en Dios y no en nuestras nariz».
Cuando el hermano Alois preguntó a los obispos españoles cómo podía su comunidad ayudarlos a hacer realidad estas propuestas, «solo les pedimos –narra Cobo– que sigan haciendo lo que ya hacen: aportar reflexión, impulso, y provocar que la gente se encuentre. Como decía Juan Pablo II, Taizé es una fuente de la que uno bebe y se sacia» para luego seguir caminando.
Hace años, descubrí en una parroquia humilde de Vallecas la oración de Taizé. Desde aquel momento no dejé de acudir ningún viernes. ¿Por qué? Yo estaba acostumbrado a oraciones más intelectuales, para las que pasaba horas buscando textos con los que dirigirlas hacia este o aquel tema. De pronto, descubrí otra cosa.
Al llegar, nos íbamos conociendo mientras ambientábamos el sitio: una tela, unos ladrillos, unos iconos, unas velas, una alfombra… Después, la guitarra de un cura amigo y las voces de todos, cantando de modo repetitivo, creaban un ambiente fácil de paz y confianza. Casi no había textos; solo un salmo y el Evangelio del domingo siguiente… Y ocurría el primer milagro: el canto empezaba y casi inmediatamente yo comenzaba a rezar.
A menudo, al rezar encontramos una dificultad: la distracción. Aquí no, porque al no haber un tema de reflexión no había que centrarse en nada concreto. Cuando tratamos de dirigir la oración hacia un tema, este va por un lado y la vida por otro, y como lo que nos importa es la vida… aparece la distracción. Cuando dejamos de dirigir y dejamos que la vida fluya y sea motivo de oración, ambas se sincronizan y la oración se convierte en algo inmediato.
Después estaba la gente, de todo tipo, que acudía a la oración: personas de la parroquia, ancianos, jóvenes de otros lugares, y otro milagro aún mayor: los pobres del barrio, algunos de otras confesiones, que descubrían también un ambiente cálido y agradable donde descansar su vida en las manos de Dios, sin sentirse dirigidos ni juzgados. En aquella oración cabía todo el mundo.
Más tarde, aquella experiencia me llevó a querer buscar y descubrir las raíces de todo aquello: Taizé. Un lugar donde y desde donde he visto nacer muchos signos que no he visto juntos en otros lugares: la comunión, el ecumenismo, la tolerancia, la confianza, la alegría y la fe compartida con quien no conoces de nada.
Y otro milagro: la mayoría de los jóvenes y adultos que he llevado han descubierto lo mismo que yo.
José María Oviedo Valencia,
Párroco de Nuestra Señora de Moratalaz (Madrid)