Rémi Brague se ha convertido para mí en un autor imprescindible. Sus libros son el más agudo análisis de nuestro tiempo, nunca desalentador sino siempre volcado en la propuesta de soluciones. Su profundidad y humor, sabiduría y valentía, nunca defraudan.
Manicomio de verdades, la última obra suya publicada en español por Ediciones Encuentro, no es una excepción. Ya la introducción sintetiza el propósito del libro, que recoge conferencias impartidas en diversos foros de Estados Unidos. Parte de las palabras de Chesterton en su inmortal Ortodoxia, cuando afirmó que el mundo moderno está lleno de «viejas virtudes cristianas que se volvieron locas». El proyecto moderno ha fracasado, entre otras cosas, porque el pensamiento moderno ha retomado ideas premodernas que han desfigurado hasta hacerlas enloquecer (de ahí el atinado título). Lo que necesitamos es limpiar los vocablos enloquecidos y devolverlos a su significado original. Del desarrollo de esta idea es de lo que trata la obra, y me han gustado especialmente los capítulos sobre los valores, la familia y la civilización.
Sobre los valores, se pregunta el autor «qué necesitamos para que Occidente siga tomándose en serio a sí mismo y a todo lo que representa». «Para empezar, deberíamos despedirnos de la idea misma de valores»; necesitamos volver a «las virtudes y los mandamientos».
Sobre la familia, recalca que es indispensable entre otras muchas cosas porque «nuestras sociedades modernas y democráticas no poseen ninguna institución que se encargue de preocuparse por el muy largo plazo. Lo que los políticos llaman largo plazo se reduce al tramo entre dos elecciones». Solo la familia continúa reflexionando sobre qué podemos hacer nosotros ahora, para que otros puedan vivir en el futuro.
Por último, en un capítulo esplendoroso, habla sobre «la civilización como conservación y conversación». El conservador es el que sabe que hay algo valioso que preservar del paso del tiempo, pero también el que conversa con ese pasado que preserva para construir el presente. Donde no hay conservación ni conversación con el pasado no hay civilización, solo barbarie, como lamentablemente estamos teniendo ocasión de comprobar en muchas ocasiones actuales.