Maltratadas por tener en el móvil mensajes cristianos
En Oriente Medio y el norte de África los dispositivos electrónicos son «un salvavidas y una amenaza» para los conversos, sobre todo mujeres, asegura Puertas Abiertas. Con ellos alimentan su fe, pero su familia los controla
Se llamaba María. Eligió este nombre al abrazar el cristianismo. Tenía 20 años. El año pasado fue asesinada por su tío y su hermano en Irak. Casada a la fuerza a los 12 años, ganó notoriedad en las redes sociales al defender los derechos de las mujeres. Esto, unido a su conversión, le trajo la muerte. La organización protestante Puertas Abiertas señala este caso extremo como prueba de que los dispositivos digitales y las redes sociales juegan un papel cada vez mayor en la persecución contra los cristianos. Gracias a los datos con los que elaboran su Lista Mundial de la Persecución, constatan que «la persecución digital está creciendo a bastante velocidad en Oriente Medio y el norte de África», asegura a Alfa y Omega Emily Dust, especialista en comunicación y aprendizaje de la entidad.
Una de las formas más frecuentes de persecución es el control de cualquier indicio de conversión desde el islam, sobre todo en mujeres, explica su reciente informe Entramado de fuerzas, sobre hostigamiento religioso según el sexo. En estas sociedades «se espera que los parientes varones registren sus teléfonos» y los de los jóvenes, dentro de una falta de privacidad «normalizada», explica Dust. Usan además sus datos de geolocalización y «múltiples aplicaciones de vigilancia diseñadas para que los maridos rastreen a sus esposas»; algunas incluso «aprobadas o promovidas por los gobiernos». Ocurría —«ahora la ley ha cambiado»— en Arabia Saudí con Absher, que permitía darles o no permiso para desplazarse. Y sigue pasando con Metrash en Catar, asegura.
«Si se sospecha que alguien se ha convertido o, incluso, ha mostrado interés por el cristianismo, el control es más severo», añade Thomas Muller, experto en persecución digital de la entidad. «Lo primero será que le quiten el móvil y quede aislado». En Arabia Saudí, relata Dust, «una conversa sufrió palizas y abusos verbales, la encerraron en su cuarto y la obligaron a casarse con un musulmán porque su familia encontró mensajes cristianos en su teléfono». Es el procedimiento habitual.
Muller añade que en algunas regiones las familias recurren a remotos «campamentos de reeducación religiosa». En las zonas rurales, si el converso es un hombre o una familia, se les niega la cooperación comunitaria, imprescindible para trabajar el campo. Conoce hasta casos de desapariciones en un país del sudeste asiático. Se pierde el contacto de un día para otro: no responden a las llamadas, sus tarjetas SIM son destruidas, no acuden a citas, su vivienda está abandonada… Son casos imposibles de investigar, pues «las autoridades no los consideran una desaparición y las familias son hostiles». Si pertenecían a una comunidad clandestina, principalmente protestante, esta suele «disolverse, al menos temporalmente».
No es solo la familia
En general, las mujeres son perfectamente conscientes del riesgo que corren. «Son hábiles y se esfuerzan mucho» para que no las rastreen, apunta Dust. Otras evitan tener en sus dispositivos contenido religioso. Pero se enfrentan a un dilema, pues si viven en países donde el cristianismo también está perseguido fuera de internet, el móvil es a veces su única forma de alimentar la fe. «Es tanto un salvavidas como una amenaza».
Con todo, el control digital contra los cristianos y otras minorías no procede solo de las familias. Ya antes de tomar todo Afganistán en agosto de 2021, asegura Muller, «los talibanes registraban los móviles en las zonas bajo su control. Ahora se ha intensificado». En Libia, le explica un compañero, «se cree que se está rastreando la actividad online». «Nuestras fuentes se aseguran de proteger su conexión. Si los cristianos extranjeros [fundamentalmente subsaharianos] comparten su fe en redes sociales sin precauciones, es probable que los denuncien y la milicia o grupo gubernamental que controla esa región se encargue de ellos», acosándolos o secuestrándolos, añade. El caso paradigmático son los omnipresentes sistemas de vigilancia en China, que otros países ya están importando. Fueron uno de los protagonistas del informe Persecución digital, elaborado el año pasado por Puertas Abiertas en el Reino Unido. El documento explicaba cómo la persecución digital también toma la forma de censura y de desinformación y discursos de odio.
• 86,3 % de la población mundial tiene smartphone (Statista). En Yemen, solo lo usa el 53,5 % de las mujeres.
• Grupos rohinyá demandaron en 2021 a Facebook por 140.000 millones de euros por no retirar contenido que llamó a la persecución contra ellos.
• Tras el golpe de Estado en Myanmar, la Junta ha usado desinformación sobre minorías en redes sociales para alimentar las tensiones étnicas.
• En Pakistán, seis ahmadíes (minoría perseguida) fueron arrestados por compartir contenido religioso, incluso en privado por WhatsApp.
• Las autoridades pakistaníes usan sus leyes cibernéticas para borrar webs, cuentas y aplicaciones, también de empresas en el extranjero.