Madrid se convierte en Belén
El nuevo equipo del Consistorio madrileño ha apostado por recuperar el belén. «Independientemente de la religión de cada uno, la Navidad es una fecha en la que, si quitamos el belén como lo entendemos la inmensa mayoría de los madrileños, deja de ser Navidad y pasa a ser otra cosa», explica Andrea Levy
«El pesebre forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. No importa cómo se construye, lo que importa es que hable a nuestras vidas, diciéndonos el amor de Dios por nosotros, el Dios que se hizo Niño para mostrarnos lo cerca que está de todo ser humano, y que aquí es donde está la felicidad», escribe el Papa Francisco en la carta apostólica Admirabile signum sobre el significado y el valor del pesebre, que acaba de publicar.
Con este documento el Papa busca alentar «la hermosa tradición de nuestras familias que, en los días previos a la Navidad, preparan el belén», como también la costumbre de ponerlo «en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas…».
Es lo que sucede estos días en las calles de todas las ciudades españolas, donde la humildad del belén consigue abrirse paso entre tantas luces que distraen de la esencia de las fiestas que se acercan. «Independientemente de la religión de cada uno, la Navidad es una fecha en la que, si quitamos el belén como lo entendemos la inmensa mayoría de madrileños, deja de ser Navidad y pasa a ser otra cosa», explica Andrea Levy, delegada de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, que este año ha hecho una apuesta decidida por subrayar el sustrato evangélico de la Navidad.
El nuevo equipo del Consistorio madrileño ha apostado por recuperar los motivos más originales en la iluminación de las calles y en la cartelería de la ciudad, y ha recuperado un nuevo belén para la Casa de Cisneros, en la plaza de la Villa, del belenista José Luis Mayo. Es una obra con más de 50 figuras que representa el portal y el pueblo de Belén con una serie de edificaciones que reflejan de una manera fiel las construcciones palestinas del siglo I.
La nueva delegada de Cultura lamenta que el equipo anterior «había dejado morir poco a poco el espíritu y la tradición de estas fiestas», por lo que su equipo lleva desde el verano planeando iniciativas como la vuelta del belén luminoso que durante años había decorado la puerta de Alcalá. Este belén desapareció en la Navidad de 2015, lo que dio lugar a una auténtica revolución pacífica que llevó a muchos madrileños a colocar su nacimiento a los pies de la puerta de Alcalá para reivindicar el origen cristiano de estas fiestas. Junto a este belén luminoso, habrá otros nueve en las puertas de Toledo y de San Vicente, así como en la plaza Mayor y en el viaducto de la calle Segovia. Asimismo, la representación del nacimiento también ha sido incluido en la gran bola de Navidad instalada en la confluencia de la calle Alcalá con Gran Vía. Mientras, continúan los preparativos para la apertura de dos belenes de visita obligada estos días: el que la Comunidad de Madrid instala cada año en la casa de Correos, junto a la Puerta del Sol, y el de la catedral de la Almudena.
Respecto a la Cabalgata de Reyes, que se vio envuelta en polémica otros años tanto por sus motivos extranavideños como por las declaraciones de alguno de sus participantes, Levy asegura que «este año nadie va a llevarse las manos a la cabeza ni se va a generar rechazo por las carrozas, ni por los Reyes Magos, ni por nada relacionado con este día tan especial para los niños y también para los padres».
De mirones a adoradores
«En Madrid hay una tradición muy bonita que es ir de belenes», explica el salesiano Álvaro Ginel, director de la revista Catequistas, que acaba de sacar en CCS su libro El belén, oportunidad catequético-cultural. Propuesta para una visita guiada. Muchas familias y grupos de amigos salen desde este fin de semana a las calles a visitar los belenes que hay diseminados por toda la ciudad, en iglesias, hospitales, conventos y otros lugares públicos, pero Ginel aboga por dar un sentido a estos itinerarios «para dejar de ser mirones de figuritas y convertirnos en verdaderos adoradores extasiados ante el Niño, como lo fueron los Magos y los pastores». Muchas veces se ve el belén de una manera muy superficial, cuando en realidad «estamos ante algo que tiene mucha densidad», añade. Por eso, «igual que hay guías para ver un museo, también debería haber guías que expliquen el belén y descubran todo el potencial evangelizador que tiene para narrar la Encarnación».
«El belén no es un simple adorno de Navidad —continúa Ginel—. Es una experiencia que nos ayuda a los cristianos para hacer de anunciadores y decir a la gente: “¡Aquí hay algo muy grande!”». Por eso lamenta que el nacimiento se ponga en colegios de ideario católico y en muchos hogares sin que se aproveche siquiera para dar una pequeña catequesis y rezar. «Se pierden lo sagrado, el misterio», dice.
«El Dios de nuestra familia»
El director de Catequistas da unos consejos para aprovechar bien este recurso. En los hogares, «es bueno no ventilarse el belén en un solo día y hacerlo durar todo el Adviento. Así los padres les pueden ir explicando poco a poco cada figura». Además, «debe ser un lugar de oración para toda la familia, donde se reúna cada día y cada noche para dar gracias por Jesús, para cantar algún villancico, para leer el relato del nacimiento en los Evangelios. Y que cuando venga alguna visita se explique, y no solo se enseñe como algo curioso o superficial, para que el que viene a nuestra casa se pueda llevar la idea de lo grande que es lo que Dios ha hecho por nosotros».
La tradición indica que el belén se empieza a poner en la fiesta de la Inmaculada y se recoge cuando acaba el tiempo de Navidad, en la fiesta del Bautismo del Señor, aunque hay quien lo alarga hasta la Presentación siguiendo la costumbre litúrgica anterior al Concilio Vaticano II. En todo caso, el Niño Jesús hay que colocarlo en Nochebuena: «Lo puede poner el niño más pequeño de la casa, o la madre también; lo importante es que se le haga una acogida cálida, y que un adulto explique por qué estamos haciendo esto, qué celebramos esta noche, e invite a todos a recibir al Niño como el Dios de nuestra familia».
Un sacramental en la parroquia
El belén que se instala en las parroquias es un buen lugar para hacer adoración en el tiempo de Adviento, sugiere Ginel, porque «no es un adorno más, es un sacramental, y de igual modo que veneramos la cruz el Viernes Santo también se puede venerar el belén en estos días».
Los imprescindibles
Cibeles. El belén del Ayuntamiento destaca por su acercamiento casi arqueológico a la época de Jesús. La Asociación de Belenistas de Madrid ha diseñado una escenografía para que el visitante pueda rodear completamente el montaje.
Albergue de San Rafael. Desde 1940, más de 20.000 madrileños visitan cada año esta obra única, la primera que introdujo el ciclo día-noche. Con los donativos se financia el albergue para personas sin hogar.
Plaza Mayor Quizá el más popular de Madrid, vuelve después de tres años sin pisar la capital. Ocupa 36 metros cuadrados y en su parte trasera se realizan talleres en los que participan personas con discapacidad o en riesgo de exclusión.
Carboneras. De origen colonial y de estilo barroco, el belén del convento de las Carboneras es único. Ni napolitano ni hebreo, cuenta con dos figuras ya en desuso: el heraldo y el caballero de la estrella.