«Los valores espirituales de la obra de Tolkien pueden salvar en las crisis personales y sociales»
Quienes fruncen el ceño ante la obra de Tolkien por escapista o infantil no han entendido cómo este autor era «capaz de amalgamar la creación de un mundo imaginario y dotarlo de una significación tan próxima a las incógnitas más profundas en el espíritu humano». Lo afirman los coordinadores de El árbol de las historias, que recoge las aportaciones al congreso que la Universidad CEU San Pablo celebró sobre el autor en 2014
¿Merece J. R. R. Tolkien, autor de libros de fantasía, un congreso internacional sobre su figura y su obra? Esta pregunta pudo surgir en 2014, cuando la Universidad CEU San Pablo dedicó un congreso a este escritor inglés y a su colega y amigo C. S. Lewis. Ahora tal vez se repita, al publicarse J. R. R. Tolkien. El árbol de las historias (CEU Ediciones), que recoge gran parte de las ponencias en este encuentro.
La respuesta de los coordinadores del libro, María Isabel Abradelo —vicerrectora de la universidad CEU San Pablo— y Pablo Gutiérrez —del Departamento de Actividades Culturales— es clara: «Tolkien es el autor de la imaginación. No hay muchos escritores que hayan sido capaces de amalgamar con tanto éxito la creación de un mundo imaginario y paralelo al real y dotarlo de una significación tan próxima a las incógnitas más profundamente arraigadas en el espíritu humano».
Si El hobbit, El señor de los anillos o El Silmarillion han sido acusados de escapismo e infantilismo —opinan los coordinadores— es porque «los que lo critican no han debido de entender que Tolkien supo exprimir al máximo los frutos de ese árbol de las historias, del que toma el nombre nuestro libro. Sus mitos se convierten en espejos de la historia».
Conferencia desde un hospital
Abradelo y Gutiérrez subrayan que «una riqueza de la que el libro puede presumir es la pluralidad de enfoques» de las distintas aportaciones al congreso. El árbol de las historias aborda, entre otros temas, el perfil biográfico y lingüista de Tolkien; la vertiente cinematográfica de su obra; los cuentos y novelas del escritor inglés; así como la dimensión filosófica y bíblica de su creatividad. Además de explorar la historicidad y el vínculo entre El señor de los anillos y el mundo ideal caballeresco.
Los coordinadores destacan, entre ellos, la aportación de Stratford Caldecott, «un impresionante testimonio que nos envió en un video grabado desde el hospital, consciente de lo inminente de su fallecimiento, y que es un interesantísimo estudio que nos da las pautas para “aprender de la sabiduría moral de los héroes de la historia”». También es llamativa la aportación de Colin Duriez, experto en Lewis y Tolkien, que establece una comparación entre la saga de Harry Potter, de J. K. Rowling, y las obras de aquellos.
Pero la aportación del escritor inglés no se limita sólo al mundo de la literatura. Tolkien también fue profesor de filología en Oxford, y a través tanto de sus investigaciones científicas como de sus obras de ficción contribuyó «a entender que lenguaje y mitología crecen juntos y que las relaciones entre ambos son más profundas de lo que se pensaba. Tolkien y otros autores cercanos a él como Owen Barfield han explorado estas relaciones y sus aportaciones son también valiosas para la historia, ya sea de los pueblos antiguos, de las mentalidades, de la cultura, de las creencias populares… El crítico literario George Steiner valoraba mucho esta aportación de Tolkien».
Escritores católicos ante un mundo en crisis
Otra faceta enriquecedora del Profesor —como le llaman cariñosamente sus admiradores— es su participación en el renacimiento católico en la sociedad y la literatura inglesas de los siglos XIX y XX. No en vano, el congreso de 2014 también estaba dedicado a Lewis, y las aportaciones sobre este autor se publicaron hace unos meses con el título De leones y hombres. Además, ese congreso era el último de una trilogía que abordó las figuras de G. K. Chesterton y del cardenal beato John Henry Newman. En una Inglaterra mayoritariamente anglicana, donde hasta mediados del siglo XIX la Iglesia católica sufrió fuertes limitaciones e incluso persecución, estas figuras «supieron transferir a su obra literaria unos valores espirituales» que ayudaron a otros muchos a acercarse a la Iglesia.
Los coordinadores de El árbol de las historias explican que estos autores influyeron en la sociedad también porque ayudaron a «recuperar la esperanza en un mundo que se abría a los pies de los hombres de principios del siglo XX con la I Guerra Mundial». Estos autores describían «impresionantes y complejos mundos imaginarios» que reflejan «los valores espirituales que pueden salvar en las crisis personales y sociales de su época y, por extensión, de cualquier ser humano, sin importar la generación a la que pertenezca». Y lo hacían «con la humildad de quien ha puesto en tela de juicio sus creencias y debe admitir un cambio en ellas, con una sólida formación cultural de profesores universitarios en muchos casos».
El conjunto de sus obras se desarrolla, además, «en paralelo a una de las ideas teológicas más fructíferas del siglo XX: la sacramentalidad. El mundo nos habla y nos remite a algo que está más allá de la pura materia. Hay un misterio no desvelado, que es fascinante y nos interpela. Esta idea se halla presente, de un modo u otro en la mayoría de estos autores; quizá quien más la haya desarrollado , a su estilo, sea Chesterton».