Los trabajadores pobres, los nuevos obreros
25 años después de La pastoral obrera de toda la Iglesia, los movimientos obreros cristianos buscan fórmulas solidarias para dignificar el mundo del trabajo. Apoyados en la doctrina social de la Iglesia, pretenden llevar el Evangelio a los trabajadores, especialmente a aquellos que, pese a estar empleados, se encuentran en exclusión social
«Hoy día existe una cultura en la que es un insulto que te llamen obrero», dice Juan Fernández de la Cueva, delegado de Pastoral del Trabajo de la archidiócesis de Madrid. Lo hace al cumplirse 25 años de la firma de La pastoral obrera de toda la Iglesia. Formado por 32 propuestas, este documento pretende llevar el Evangelio al mundo del trabajo e impulsar la formación de obreros cristianos. «La Iglesia se propuso atender esta situación, definiendo que es tarea de todos dignificar el trabajo para que cumpla su misión evangelizadora», recuerda.
Un reto, a su juicio, cada vez más difícil. «El escenario de 1994 y el de hoy se parecen como un huevo a una castaña. Entonces el Estado de Bienestar en España todavía garantizaba los derechos fundamentales», subraya el delegado de Pastoral del Trabajo. Ahora, en su opinión, «el que quiere trabajar no tiene asegurado salir de la pobreza aunque trabaje diez horas diarias». Algo que califica como «un reto para la evangelización» y un «obús para las bienaventuranzas».
Obreros fuera de las fábricas
También hace balance de estos últimos 25 años monseñor Antonio Algora, responsable del Departamento de Pastoral Obrera de la Conferencia Episcopal Española. Para el obispo emérito de Ciudad Real, las sucesivas reformas laborales de los gobiernos de uno y otro signo solamente han servido como «paños calientes» a la hora de resolver el problema del paro, pues «no logran una creación significativa de puestos de trabajo».
No obstante, estas leyes sí que han tenido impacto en la vida de los trabajadores, cuyo salario más frecuente, según el Instituto Nacional de Estadística, apenas llega a los 1.200 euros. Fruto de la progresiva desregularización del mercado, hoy día la explotación laboral no está solo en la industria (un sector que ha reducido su peso en el PIB del 17,8 al 12,6 % en los últimos 20 años) sino en todas las actividades económicas. Según el último informe elaborado por la Fundación de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada (Foessa) con el apoyo de Cáritas, el 14 % de los trabajadores están en exclusión social y uno de cada tres contratos temporales dura menos de una semana. Una situación difícil de por sí que se agrava en el caso de los menores de 25 años, quienes presentan una tasa de paro del 33,8 %.
Así, aunque no vistan de cuello azul, las duras condiciones laborales que sufren estas personas las convierten en perfiles especialmente vulnerables. Son obreros aunque trabajen en el almacén de un comercio electrónico célebres por sus contratos semanales, arreglen habitaciones de hotel a dos euros cada hora durante jornadas de doce horas o estén dados de alta como falsos autónomos para repartir comida rápida en bicicleta.
El compromiso de los militantes
En vez de llevar los sacerdotes a las fábricas como se hizo en los años 60, las diferentes delegaciones de Pastoral del Trabajo han seguido una estrategia diferente para dignificar la vida los obreros. Según explica monseñor Algora, durante los últimos 25 años las diócesis han impulsado a su alrededor «una nube de testigos» formada por movimientos apostólicos, religiosos y comunidades parroquiales «que han revisado su modo de vivir y de cómo situarse ante los cambios culturales que se han producido en sus vidas de trabajadores».
Una de las más destacadas es la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). Fundada en 1946, esta organización busca evangelizar el mundo obrero. «Junto con otros movimientos de Iglesia organizamos actividades de divulgación de la Doctrina Social de la Iglesia», explica Gonzalo Ruiz, su presidente general.
«Los militantes estamos organizados en pequeñas comunidades, nos reunimos semanalmente y con nuestros planes de formación pretendemos confrontar fe y vida», cuenta Ruiz. Durante estas sesiones leen el Evangelio, los textos de la doctrina social de la Iglesia y reflexionan sobre cómo aplicarlos a su vida. «La propuesta de seguir a Jesús dignifica a la persona. Si una persona tiene inquietudes anhela mejorar la sociedad, la HOAC le permite conocer en mayor profundidad su figura y seguir su camino», añade el presidente.
En defensa de los trabajadores
Más allá del cultivo de la fe, los militantes de la HOAC también tienen otra gran aspiración. «Nuestra idea es actuar sobre la realidad para transformarla, ver qué hay en nuestra vida obrera que no está de acuerdo con el plan de Dios, y qué podemos hacer para cambiarlo», cuenta Ruiz.
Para lograrlo, participan activamente en las organizaciones sindicales de sus trabajos y se implican en la actualización de los convenios colectivos. «Si hay un conflicto en una empresa y vemos que es injusto, planteamos una propuesta de acción junto a los compañeros de plantilla para resolverlo», explica el presidente de la HOAC. Fruto de esta labor, la Comisión Permanente de esta organización mantiene estrechas relaciones con los sindicatos, a los que les hacen llegar «nuestras posturas desde la doctrina social de la Iglesia».
Los militantes de la HOAC también hacen un esfuerzo por poner sus bienes al servicio de la comunidad y cuentan con un fondo de solidaridad «que alguna vez hemos ofrecido a los trabajadores de alguna empresa en conflicto, o para ayudar a una persona que comienza un proyecto de empleo». Algo especialmente útil para sus militantes parados, a quienes ayudan por todos los medios para que «no se vengan abajo y sigan peleando por conseguir un puesto de trabajo».