Los reyes que atraviesan los barrotes de la cárcel
Cada 6 de enero las Luisas de Marillac acuden a la cárcel de Albacete a entregar los regalos de Reyes Magos que ellas mismas han preparado para los internos. «Le damos a cada uno su paquete y después cantamos y bailamos villancicos todos juntos. Hacemos lo mismo que cualquiera haría en su casa», asegura Ana Candel, voluntaria de 76 años
Los tres Reyes Magos han vuelto a hacerlo. Este lunes han depositado sus regalos en la casa de los españoles. Su magia se ha colado, aunque con algo de retraso, incluso en la cárcel de Albacete. Hasta allí han llegado sus presentes, pasadas las 10:00 horas, gracias a las Luisas de Marillac, una asociación de voluntarias vicencianas —oficialmente llamadas Asociación Internacional de Caridad (AIC)— que llevan más de 20 años ejerciendo de pajes reales y acudiendo cada 6 de enero al centro penitenciario La Torrecica para repartir regalos y cantar villancicos junto a los internos.
«Es un día maravilloso. Nos dan 1.000 gracias y 700 besos porque es el único regalo que reciben en Navidad», explica la voluntaria de AIC Ana Candel, que cada año trata de compaginar su día de Reyes familiar, junto a sus cuatro hijos y cinco nietos, con el que pasa con los internos de la cárcel albaceteña. «Nos presentamos allí a las diez de la mañana y vamos entrando en cada módulo. Estamos en cada uno de ellos alrededor de 45 minutos. Damos el regalo a cada interno y después cantamos y bailamos villancicos todos juntos. Hacemos lo mismo que cualquiera haría en su casa», asegura esta voluntaria de 76 años.
Pero para llegar hasta ese momento, las Luisas de Marillac —cuyo apelativo viene de la cofundadora de las Hijas de la Caridad, santa Luisa de Marillac— han tenido que trabajar durante días para «comprar y envolver todos los detalles». Hace años, «íbamos por las tiendas explicando a los dueños a qué nos dedicábamos y pidiendo camisas, pantalones…». Pero ahora la dinámica ha cambiado. «Con los donativos que recibimos compramos cosas como calcetines, chocolatinas, un almanaque, unos auriculares… y también papel, y lo envolvemos. Cada preso recibe su paquete. Lo ponemos como si fuera un regalo para cualquier miembro de nuestras familias, con un lazo y una tarjeta que pone “Felices reyes”».
La reacción de los presos, según Candel, «es indescriptible». «Su cara es pura emoción. Son días muy difíciles para quienes están privados de libertad. Es la época del año en la que todo el mundo se junta con su familia, pero sus circunstancias no se lo permiten. Y que haya un grupo de mujeres que se preocupen por ellos y que encima les traigan un regalo, les resulta emocionante. No es tanto el regalo, sino la emoción de que alguien haya pensado en ellos, y no pierden ocasión para agradecérnoslo».
Un regalo sorpresa para las voluntarias
El año pasado, para sorpresa de las voluntarias, el agradecimiento de los presos trascendió a las palabras y se materializó en un aperitivo del que las Luisas de Marillac pudieron disfrutar cuando cruzaron al módulo de mujeres de la cárcel. «Las chicas lo habían preparado todo en el patio de su módulo. Compraron todos los productos en el economato de la cárcel y nos lo sirvieron en unas mesas que habían puesto con unos manteles rojos. Fue muy emocionante, por el detalle y porque tuvimos un tiempo más tranquilo para contarnos las vidas», asegura Ana Candel.
Al escuchar todas estas historias, la voluntaria evita cualquier tipo de juicio. Al contrario, «siempre pienso: “Madre mía, si yo hubiera estado en esas circunstancias, ¿cómo estaría? Estaría como ellos”. Son personas que han cometido un delito, vale, pero eso no los define. Si los ves como narcotraficantes, maltratadores, ladrones… y no como personas, no puedes hacer el voluntariado en la cárcel. Los que somos católicos creemos que Dios perdona siempre y eso es lo que nosotros debemos hacer».
Más allá de la Navidad
Pero las Luisas no solo acuden al centro penitenciario el día de Reyes, sino cada semana como parte de la Pastoral Penitenciaria de Albacete. «En el grupo estamos cuatro voluntarias de AIC, una franciscana, una mercedaria, una hija de la Caridad, el capellán…», enumera Candel de memoria.
Entre todas, atienden a cerca de 300 presos, unos 270 hombres y 20 mujeres. «Tenemos un taller de lectura, les damos catequesis, atendemos la capilla, acompañamos la Eucaristía… Este año hemos comenzado con un coro y la verdad es que están supercontentos».
También funcionó muy bien la Semana Santa, concluye la voluntaria. «Desde el Miércoles de Ceniza hasta el Domingo de Resurrección pasamos de dos en dos por todos los módulos impartiendo catequesis sobre los diez mandamientos. Fue precioso, porque al terminar, 70 presos pidieron confesarse. Tuvieron que venir varios sacerdotes de fuera a ayudar al capellán de la cárcel porque no daba abasto».