«Los pobres serán mis preferidos; los jóvenes y las familias, un reto»
José Luis Retana, que toma posesión este sábado como obispo de Plasencia, tuvo como referente en su vocación al mismo sacerdote que llevó al cardenal Ricardo Blázquez al seminario. En los últimos años, además de párroco, Retana dirigía un centro de educación especial para enfermos psíquicos
Sábado, 18 de febrero. 2017. José Luis Retana, sacerdote de la diócesis de Ávila, recibe una llamada; es requerido por el nuncio del Papa en España, Renzo Fratini, para una reunión unos días después. Se huele algo pues, como suele decir, para felicitarle la Navidad, que ya había pasado, no podía ser. «La primera reacción es conmoción. ¿Qué me querrá?», confiesa a Alfa y Omega. «Vas y el nuncio te explica de un modo tan sencillo una tarea tan grande que lo facilita mucho», añade. Los días posteriores, hasta que se hace público, José Luis no puede contar a nadie el nombramiento. 20 días de rezos y de lágrimas. «Sentí la inadecuación de mi persona a la tarea que se me iba a encomendar. Luego empecé a querer a la diócesis, aún sin conocer los rostros. Y sentí dolor por lo que se queda en Ávila».
Retana reconoce que en alguna ocasión previa sí había escuchado rumores que le apuntaban como candidato a obispo. Ahora no. Tras el verano cumpliría cinco años al frente de una parroquia –la única en la que ha sido párroco–, con un templo nuevo recién estrenado en septiembre pasado. «Tenía el corazón, la cabeza y el alma en la parroquia. Ha sido una sorpresa muy grande; no lo esperaba», confiesa.
Dicen los que le conocen bien que es un hombre bueno y entregado a los demás. Estas virtudes y otras, como su sólida formación, hicieron que le fuese encargado, como rector, el seminario diocesano de Ávila en Salamanca durante 15 años y el colegio diocesano Asunción de Nuestra Señora. También ha formado parte del Consejo del Obispo y ha sido deán de la Catedral, vicario de Enseñanza y adjunto a la dirección de Patrimonio. «Todas estas tareas me pueden servir, pues los problemas son las mismos en todas las diócesis. También el trabajo pastoral en la parroquia, porque estar con los niños, los abuelos, las familias… te configura un alma de pastor que ayuda mucho», reconoce.
A la vocación sacerdotal José Luis Retana llegó con el apoyo de sus padres, su abuela y un sacerdote de su pueblo, curiosamente el mismo que envió al cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, al seminario. También influyó su catequista, que ahora es religiosa.
Como obispo, el primer mes tiene previsto dedicarlo por entero a los sacerdotes; los va a ver en grupos por arciprestazgos y luego, a los que así lo deseen, de manera personal. Después vendrán los demás retos de una diócesis que no es rica, pero como dice el obispo electo, tiene «ganas de ponerse en pie». Y cita como ejemplos varios proyectos de universidad, de cultura…
Pero la prioridad está clara. «Como diócesis pobre, está muy cerca de ellos. Por eso cuida mucho Cáritas, el Movimiento Rural Cristiano o el Proyecto Hombre. Hay una sensibilidad muy grande en este sentido. A los pobres hay que cuidarlos, porque fueron los preferidos del Señor y lo son de la Iglesia y del obispo. Así debe ser», explica.
Retana pretende también poner el foco en la familia y en los jóvenes, «los dos retos más importantes que tiene la Iglesia hoy. Son campos en los que hay que trabajar mucho».
La tarea que le cambió el alma
El nuevo obispo tiene experiencia allí donde la fragilidad se encarna. Era hasta hace poco director del Centro de Educación Especial Santa Teresa de Martiherrero para enfermos psíquicos, que llegan a este recurso desde diferentes pueblos tras sufrir, en muchas ocasiones, un trato no adecuado. «Esta tarea me ha cambiado el alma», apunta. Para los chicos que ahora deja, que José Luis sea obispo tiene mucho que ver con el centro. Hace casi dos años, con motivo del 50 aniversario, Retana, el obispo de Ávila, Jesús García Burillo, y ocho chicos del centro viajaron a Roma para encontrarse con el Papa Francisco. «Aquel día, el Papa Francisco se fijó en usted», me dicen los chicos.
Desde entonces, el nuevo obispo volvió a encontrarse con Francisco, esta vez pocos días después de la publicación del nombramiento. «La verdad es que no te dice muchas cosas, pero lo hace con una mano firme y una mirada directa y clara. Le saludé en nombre de mi padre, que está viviendo todos estos acontecimientos con mucha fe; le hablé de mi parroquia y de la visita que hicimos con el colegio».