Los padres de Angelica
Francisco pasó el Corpus de 2019 en su parroquia y Mattia y Serena le contaron que la pequeña padecía una enfermedad genética. El Papa la tomó en brazos, la besó y la bendijo. Ahora, con ella aplaudiendo desde el cielo, ha podido repetir ese momento reconfortando a sus padres
Hay fotografías que no necesitarían texto, ni siquiera un pie de foto. Esta es una de ellas. En primer plano vemos a Serena; a su lado, con el rostro contraído por la pena, se encuentra Mattia. La fotografía fue tomada horas después de que su pequeña Angelica, de 5 años, hubiera fallecido en el Hospital Universitario Gemelli de Roma, el mismo donde el Papa estuvo tres días ingresado.
Desde que Angelica se les fue se sumergieron en un agujero de dolor del que no conseguían salir hasta que, en forma de salvavidas, se les cruzó Francisco. Nadie había programado ese encuentro, pero el cielo mueve sus hilos y pensó en Francisco para que, a las puertas del hospital, unos padres desesperados encontraran refugio donde cobijar su dolor y sentirse queridos. El Pontífice acababa de recibir el alta y abandonaba el hospital en su Fiat 500 rumbo al Vaticano cuando improvisadamente mandó parar el coche para saludar a un grupo de periodistas que se agolpaban a la puerta. Serena y Mattia lo vieron de lejos e intentaron a duras penas acercarse, abriéndose paso con la audacia de quien necesita una boya a la que aferrarse. A punto de reanudar la marcha, alguien avisó al Papa: «Esta pareja ha perdido esta noche a su hija». Movido como por un resorte, se acercó a ellos y Serena, como un imán, se fundió desconsolada en el abrazo que vemos en la fotografía.
Estando en Semana Santa resulta imposible mirar esta fotografía sin pensar en el dolor de María, reflejado en tantas imágenes de la Virgen que procesionan estos días por nuestras calles con nombres que intentan describir el intenso jirón del corazón de una Madre que ha perdido a su Hijo: Nuestra Señora de la Amargura, de las Angustias, la Dolorosa, la Soledad. El Papa sabe bien que no hay nada más desgarrador que la pérdida de un hijo. Y por eso abrazó inmediatamente a Serena, que apenas podía contener las lágrimas, mientras apoyaba la mano sobre su cabeza para que sintiera que ahí también había un padre. El Papa tomó las manos de los dos, rezó con ellos por su hija y les hizo la señal de la cruz en la frente. Un detalle sorprendente en esta historia es que el propio Francisco, años atrás, había tenido en sus brazos a Angelica. Se lo recordó entre sollozos Mattia: «Usted ya conoció a nuestra hija cuando visitó la parroquia de Casalbertone». Efectivamente, en junio de 2019 Francisco pasó la festividad del Corpus en esta parroquia y sus padres le contaron que la pequeña Angelica padecía una enfermedad genética. El Pontífice la tomó en brazos, la besó y la bendijo. Ahora, con ella aplaudiendo desde el cielo, el Papa ha tenido la oportunidad de repetir ese momento reconfortando a sus padres.
Cuando volvió a subirse al coche, a Francisco no se le iban de la cabeza ni Serena ni Mattia. Antes de regresar al Vaticano se detuvo en la basílica de Santa María la Mayor para rezar ante una de sus imágenes favoritas: el icono de la Virgen, Salus Populi Romani, donde oró por los enfermos y por quienes sufren la pérdida de un ser querido. Pensaba, sin duda, en Serena y Mattia.