Los obispos de Castilla-La Mancha animan a la generosidad con los que están perdiendo el trabajo por la pandemia
Advierten de que esta disponibilidad es importante, pero no suficiente, y piden a las instituciones civiles que asuman su responsabilidad en el establecimiento de la justicia en la sociedad y la búsqueda del bien común
Los obispos de Castilla-La Mancha (Toledo, Sigüenza-Guadalajara, Cuenca, Ciudad Real y Albacete) ha publicado una carta pastoral conjunta por la pandemia del COVID-19 en la que reflexionan sobre la cuestión del mal, el dolor y el sufrimiento, dan las gracias a las personas que han estado en primera línea para paliar los efectos del virus y recuerdan la importancia de fortalecer la fe en Dios, una fe que debe ser solidaria y estar comprometida, en estos momentos, con los más necesitados.
«Queremos acompañaros e invitaros a que os dejéis iluminar por la fe en Jesucristo en estos momentos de tanto dolor. Queremos deciros que estamos con vosotros; que compartimos vuestros sentimientos y dificultades; que queremos acompañaros y animaros a que os dejéis iluminar por el Señor, que no nos abandona», escriben a modo de introducción.
Luego abordan la cuestión del mal, el dolor y el sufrimiento que se han hecho presentes en estos momentos y reconocen que hay motivos para «tener miedo, casi pánico». Se refieren a las personas que no han podido acompañar a sus familiares en los hospitales, ni siquiera despedirse en el momento de la muerte, a la situación inédita «de confinamiento» y a la «incertidumbre de muchos trabajadores, familias enteras» al ver peligrar su puesto de trabajo.
«El dolor, el miedo, el sufrimiento, la tristeza y la tribulación se han metido en nuestras vidas y nos sentimos desconcertados e impotentes para encontrar el camino de salida sin la ayuda de Dios», añaden.
En este sentido, constatan que la pandemia «nos ha hecho sentir lo frágiles que somos; que no lo tenemos todo garantizado; y que esta situación ha dado al traste con muchos de nuestros proyectos de futuro». «Ha desmontado toda nuestra seguridad y nos ha hecho ver que Dios es realmente lo más valioso para afrontar el presente y el futuro», explican.
Por eso, insisten, esta situación debe ser un acicate para «salir con una fe más fuerte y viva» y para no olvidar «de la necesidad e importancia de la fe para vivir con esperanza y confianza cuanto la vida nos depare». «Nuestra identidad de creyentes no nos libra del sufrimiento, pero sí podemos decir, porque así lo estamos experimentando, que la fe nos ha ayudado y nos ayuda en todo momento a vivir con otro talante en los momentos duros y difíciles de la vida. Ni el poder, ni el tener, ni el placer nos liberan de ellos, solamente la fe nos da la seguridad de que Cristo está con nosotros, que no nos abandona», recogen.
Una fe, afirman, que debe mostrar un compromiso con todos aquellos que están sufriendo «graves consecuencias económicas, que se van a manifestar especialmente en la pérdida de muchos puestos de trabajo». «Miles de personas necesitarán de nuestra generosidad, de nuestra ayuda y de nuestra solidaridad. Esta grave situación reclama de nosotros una fe que nos lleve a compartir lo nuestro con los más necesitados», agregan.
Con todo, recalcan que el establecimiento de la sociedad es responsabilidad de las instituciones civiles, a las que la Iglesia ofrece «colaboración y diálogo» para encontrar las mejores respuestas a los problemas. «Sabemos que el establecimiento de la justicia en la sociedad y el bien común es responsabilidad de las instituciones civiles: nacionales, autonómicas y locales. La generosidad y la disponibilidad para compartir es muy importante pero, en estos momentos, será insuficiente para dar respuesta a la situación social creada por la pandemia. Otros pueden y tienen por ley esta obligación», concluyen.