Los obispos, ante la crisis: El separatismo añade «elementos de preocupación» - Alfa y Omega

Los obispos, ante la crisis: El separatismo añade «elementos de preocupación»

A los obispos les preocupa la situación que atraviesa España. Al malestar social generado por la crisis económica, se añaden propuestas políticas disgregadoras, que suponen nuevos «elementos de preocupación en momentos ya de por sí difíciles». Con más del 80 % de votos a favor, ningún voto en contra y 4 abstenciones, la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal ha aprobado la Declaración Ante la crisis, solidaridad, con un anexo Sobre los nacionalismos y sus exigencias morales

Ricardo Benjumea
Se exigen sacrificios a la mayoría de los ciudadanos, cuando muchos se encuentran ya en situaciones difíciles.

A los obispos les preocupa la situación que atraviesa España. «Tememos que la crisis, o al menos sus efectos, no hayan tocado fondo todavía». Los Gobiernos «se han visto obligados a adoptar decisiones que exigen sacrificios a la mayoría de los ciudadanos, cuando muchos se encuentran ya en situaciones difíciles». Y «todo ello crea muchas situaciones personales y familiares concretas de sufrimiento». La declaración pide a las autoridades que velen «por que los costes de la crisis no recaigan sobre los más débiles, con especial atención a los inmigrantes». También mencionan expresamente el problema de «las familias que no pueden hacer frente al pago de sus viviendas y son desahuciadas. Es urgente encontrar soluciones que permitan a esas familias —igual que se ha hecho con otras instituciones sociales— hacer frente a sus deudas sin tener que verse en la calle».

El bien común de todos los españoles

La Declaración destaca que «la inmensa mayoría sobrelleva con serenidad y espíritu de sacrificio» las dificultades del momento, pero constatan que «crece la tensión social». Agravan el panorama «determinadas propuestas políticas que han venido a añadir elementos de preocupación en momentos ya de por sí difíciles». Es una referencia clara, aunque no se las mencione expresamente, a propuestas nacionalistas de ruptura. La declaración va acompañada de un anexo, con los puntos Sobre los nacionalismos y sus exigencias morales, de la Instrucción pastoral Orientaciones morales ante la situación actual de España, aprobada por la Asamblea Plenaria en 2006.

Con ello —explicó en rueda de prensa el secretario general y portavoz de la CEE, el obispo auxiliar de Madrid monseñor Juan Antonio Martínez Camino—, la Iglesia no sacraliza la unidad de España, ni entra en batallas políticas; se limita a poner en valor la exigencia del respeto «al bien común» y a los bienes tanto de la unidad como de la diversidad, sin entrar en el modo concreto de articularlos. Lo que no son moralmente aceptables son «las acciones unilaterales», la violación de las reglas del juego o la tergiversación de la Historia. El secretario general reconoció que, al incluir este anexo, los obispos eran conscientes del riesgo de que esta cuestión acaparara la atención mediática, «pero se ha pensado que esto forma parte de la situación social y política» actual, y no debía, por tanto, dejarse al margen.

No es la única referencia al respeto a la historia de España desde la jerarquía en las últimas semanas. Al presentar la Misión Madrid, el 1 de octubre, en el Santuario de Fátima, el cardenal Rouco dijo: «España es muy vieja, más antigua que todas sus partes». La nación española es, de hecho, anterior a la invasión musulmana, «y todo lo que hace a partir de ese hecho hasta la unificación de los reinos de Castilla y Aragón es una búsqueda de la unidad, la búsqueda de la España perdida, una búsqueda de la España cristiana para volver a serlo en plenitud», añadió. Recuperada esa unidad, cuyo fundamento es la identidad católica, «España se pone decididamente al lado de la renovación católica de la Iglesia» en una Europa sacudida por el trauma de la división originada por la Reforma. «En el Concilio de Trento, es clave el papel de los grandes teólogos españoles, como san Juan de Ávila, o san Ignacio de Loyola».

Jesucristo, la respuesta frente a la crisis

La Declaración Ante la crisis, solidaridad es, antes que nada, una invitación a la fe, «a los creyentes, para que la renueven y se llenen de la alegría que ella produce, pero también a los vacilantes» y «a los que no la tienen». Jesucristo es, de hecho, la respuesta que explícitamente ofrece la Iglesia ante una crisis que, según la Declaración, es, en primer lugar, «una crisis de fe».

«Al invitar a la fe», los obispos llaman «a la conversión, es decir, apartarse de los ídolos de la ambición egoísta y de la codicia que corrompen la vida de las personas y de los pueblos». También invitan a la caridad, al tiempo que agradecen la labor de voluntarios y donantes de Cáritas y de «otras muchas beneméritas instituciones de ayuda promovida por institutos de vida consagrada, asociaciones de fieles, Hermandades y cofradías».

Termina el documento «invitando a la esperanza». En tiempos en los que se extienden como una plaga la frustración y el pesimismo, la fe ayuda a resistir «la tentación de culpar sólo a los otros o de la protesta fácil», y «a mirar hacia lo que podemos y debemos cambiar en nuestra propia vida». De este modo,«la crisis puede ser también una ocasión para la tarea apasionante de mejorar nuestras costumbres y de ir adoptando un estilo de vida más responsable del bien de la familia, de los vecinos y de la comunidad política».