Los obispos animan a ser «portadores de alegría»
La Semana Santa recupera su esplendor tras dos años de pandemia. Los obispos reivindican la actualidad de la esperanza cristiana frente a un mundo en guerra
La Semana Santa nunca se fue, pero tras dos años de pandemia y restricciones recuperó su máximo esplendor. Sobre todo en lo que se refiere a las manifestaciones públicas. De norte a sur y de este a oeste, los fieles se echaron a la calle para acompañar a Jesús durante su Pasión y a la Virgen en el dolor, para llorar la muerte y alegrarse con la Resurrección. Fue el signo visible de lo que se vivió en todos los templos, grandes y pequeños, en parroquias y catedrales. El punto culminante fue la celebración de la Resurrección. «Lo nuevo ha comenzado. ¡Cristo vive! ¡Cristo ha resucitado! Cristo nos da nueva vida para que se la entreguemos a los hombres», afirmó el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, durante la Vigilia Pascual en la catedral de la Almudena.
Con esta certeza, el purpurado lanzó una invitación: «Llevemos la Resurrección a la vida cotidiana, a nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra relaciones, con obras de paz, con obras de reconciliación, con obras de compasión, con obras de amor». Una propuesta que tiene especial relevancia en un momento en el que el mundo «está en lucha» y se producen «situaciones de injusticia». En esta misma línea, el arzobispo de Barcelona y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), cardenal Juan José Omella, animó a los cristianos a ser «portadores de esperanza y alegría en nuestro mundo, tan decepcionado». Con palabras y acciones, insistió. «A pesar de las dificultades del mundo, no perdamos esa esperanza, porque Él venció la muerte. Por eso es de Él la victoria definitiva», añadió.
En Sevilla, el arzobispo, José Ángel Saiz Meneses, pidió «testigos de Cristo resucitado en el siglo XXI». Y esto pasa, dijo durante la Misa del Domingo de Resurrección, por la transmisión de la fe en las familias, las parroquias, las escuelas, las hermandades y los movimientos. «Seguramente tenemos muchos aspectos que mejorar, pero todavía el proceso de secularización que afecta a Europa occidental aquí no tiene tanta fuerza, y de nosotros depende que no solo no gane fuerza, sino que retroceda a través de una vida auténtica y coherente», reconoció. En este sentido, animó a no avergonzarse de Jesucristo y a no llevar una doble vida, «a ratos muy creyente, pero después con los criterios de esta sociedad materialista y consumista». «Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de arriba», concluyó.
El cardenal Ricardo Blázquez afrontó la que, casi con toda seguridad, fue su última Semana Santa al frente de la archidiócesis de Valladolid. Cumplió 80 años el pasado 13 de abril, dejando, además, de ser elector en un eventual cónclave. Aprovechó la homilía del Domingo de Resurrección para clamar por la paz en el mundo. «Que se haga justicia, que venga la paz […]. Necesitamos la paz», dijo en referencia a la situación en Ucrania, con cuyos ciudadanos se solidarizó.
Es en este contexto de incertidumbre en el que lanzó un mensaje de cara al futuro: «A veces pueden entrar dudas sobre la vida eterna. ¿Es la nada el destino del hombre? No. Hay que mantener la esperanza».
Por su parte, el cardenal Antonio Cañizares recordó desde Valencia que la Resurrección de Cristo «ilumina a cada hombre que viene a este mundo», y llega para romper con las divisiones, las injusticias, la violencia, la oscuridad y el pecado. «No tienen la última palabra. Quien vence es Cristo», manifestó durante la Vigilia Pascual.
Desde Santiago, todavía en pleno Año Santo Compostelano, el arzobispo, Julián Barrio, concluyó que «la Resurrección de Cristo revela que podemos amar más allá de la muerte y vivir haciendo el bien».