Los obispos del sur instan a las hermandades a ser «talleres de santidad»
En una extensa carta, añaden un cuarto fin a la labor de cofradías: el servicio a la nueva evangelización. Se suma a la formación, el culto y la acción caritativa
Coincidiendo con el 30 aniversario del viaje apostólico de san Juan Pablo II a Sevilla y Huelva, los obispos del sur de España han publicado una extensa carta pastoral en la que reconocen la fuerza evangelizadora que tiene la piedad popular, pero en la que también constatan cómo el «secularismo y la descristianización afectan gravemente a realidades y expresiones vinculadas» a ella.
En la misiva, los prelados ensalzan la genuina piedad popular, que «llena de afecto la vida cristiana», «recoge lo mejor de cada cultura, lo convierte en expresión viva de la fe» e incluso «prolonga la vida litúrgica de la Iglesia sin sustituirla». Por el contrario, si esta realidad «perdiera su raíz evangélica y eclesial», se convertiría «en mera expresión folclórica o costumbrista» y «traicionaría su verdadera esencia».
Parafraseando a san Juan Pablo II —los últimos Papas, según se lee en el documento, han ayudado a percibir el valor admirable de la piedad popular frente a algunos ámbitos eclesiales en los que se ha mirado con desconfianza—, los obispos señalan la necesidad de quitarle «el polvo del camino» para que siga siendo «una poderosa confesión del Dios vivo» en medio del «ambiente de secularización que viven nuestros pueblos».
En este sentido, advierten de que «carece de sentido profesar con los labios lo que no se cree con el corazón» o, lo que es lo mismo, «declarar externamente el credo y vivir de manera contraria a la fe y moral de la Iglesia». Como termómetro de la situación en la que la piedad popular se encuentra en un territorio, los obispos proponen dos criterios: ver la autenticidad de los frutos y el sentido eclesial. No es algo que se pueda pasar por alto, pues «el tesoro de la piedad popular se puede destruir», se lee en la carta.
Riesgo de mundanización
En el documento, se tilda de «imprescindible» que se dé preeminencia a la participación en la Misa dominical, al sacramento de la Penitencia o a la oración litúrgica y que «las prácticas devocionales no alteren las celebraciones litúrgicas». Asimismo, «es fundamental recuperar el sentido de lo sagrado y el decoro en nuestras celebraciones». El objetivo es evitar el «riesgo de mundanización» del que no están exentas las hermandades. Tampoco faltan quienes quieren servirse de ellas «para sus intereses personales».
Todo ello, según los prelados, se vence con la conversión. De hecho, «las hermandades están llamadas a ser talleres de santidad, donde se cuide la formación espiritual de sus miembros y se sigan los ejemplos de auténtica perfección evangélica». En este sentido, los obispos del ser de España han actualizado los tres fines clásicos de las hermandades —formación, culto y acción caritativa— y le han añadido un cuarto: «el servicio a la nueva evangelización».
Se trata, concluyen los obispos, de una «tarea inaplazable» de las hermandades, que tampoco se pueden olvidar «ofrecer el consuelo de la misericordia divina a tantas personas heridas».