Los niños que llevan a sus padres a la Iglesia
Uno de cada diez niños que se preparan en nuestro país para la Primera Comunión –en 2015 la recibieron más de 240.000– no fueron bautizados por su padres cuando eran bebés. Esta nueva realidad social, que es reto y oportunidad, exige a la Iglesia iniciar con ellos un camino de iniciación cristiana que busca, además, implicar a los padres. Una experiencia que ya está dando frutos en algunas diócesis y cuyo modelo podría adaptarse a toda la catequesis
Cuando el Papa Francisco pedía, hace una semana, que no se prive a los bebés del Bautismo, se refería a la realidad creciente de los niños que no son bautizados en sus primeros meses o años de vida. Decía, respondiendo a los que consideran que debe decidirlo el propio niño cuando crezca, que es un error, pues «significa no confiar en el Espíritu Santo, pues cuando bautizamos a un niño, Dios entra en su alma y hace que crezcan y florezcan en el niño las virtudes cristianas». Pero esto, que es lo deseable, en la actualidad no siempre se cumple por distintas razones. Y la Iglesia está preparada para ofrecer una respuesta a estos niños que, cumplidos los 7 años, quieren acceder a los sacramentos.
La Conferencia Episcopal Española abordó esta cuestión en 2004 cuando publicó unas orientaciones para la iniciación cristiana de niños no bautizados en su infancia, donde, como el Papa, recordaba la importancia del Bautismo de los bebés para «no privarlos de los grandes done divinos vinculados al Bautismo». Ahora, casi 14 años después de aquel documento, los obispos han vuelto sobre el tema en la reunión de responsables de catecumenado de todas las diócesis, tiempo en el que las cifras de niños no bautizados no han parado de crecer.
Según explica a este semanario el sacerdote Felip-Juli Rodríguez Piñel, responsable de Catecumenado en la Subcomisión Episcopal de Catequesis, entre un 10 y un 11 % de los niños que solicitan la Primera Comunión están sin bautizar. Solo en Barcelona, la diócesis a la que él pertenece, hay cada año unos 500 chicos y chicas. Los motivos son varios: están, como decía el Papa, los padres que prefieren que sus niños escojan cuando sean mayores; los que no se bautizan por dejadez de su progenitores; o porque la situación en la familia es problemática.
Una vez llegan a la Iglesia para pedir la Comunión, se les propone un itinerario catecumenal que sigue distintas etapas, culminadas con ritos, hasta recibir en una misma celebración el Bautismo, la Eucaristía y la Confirmación. En casi todos los casos, este proceso se hace dentro en un grupo de catequesis, con otros niños ya bautizados, que se enriquecen con el recorrido de su compañero.
Antoni Vadell es obispo auxiliar de Barcelona y miembro de la Subcomisión Episcopal de Catequesis. Fue párroco durante muchos años en Mallorca, su diócesis de origen, además de delegado de Catequesis y de Nueva Evangelización, entre otras responsabilidades. Y conoce bien la realidad del catecumenado de niños y tiene propuestas «arriesgadas» que hacer. «Hoy estamos en un contexto de misión, ya no estamos en la época de la cristiandad», afirma en una entrevista con Alfa y Omega. Con esta realidad, cree que hay cuestiones que resolver en materia catequética, pues afirma con rotundidad que «la catequesis preparatoria no responde hoy a la misión de la Iglesia».
La clave, en su opinión, es la iniciación cristiana, que ya no es la catequesis que prima el contenido, pues tiene que atender a niños que todavía no han despertado a la fe, una circunstancia que antes se daba en el seno de la familia. En este sentido, uno de los retos a los que se enfrenta la Iglesia en la atención de estos niños es la relación con los padres, pues piden los sacramentos para sus hijos como un rito y, añade: «nosotros tenemos otra propuesta». «Pero esto no significa que tengamos que desacreditar a los padres como si no fueran profundos. Estoy convencido de que los adultos que se acercan a la Iglesia se hacen preguntas, dan mucha importancia a sus hijos y tienen un gran vínculo con ellos. Lo que sucede es que para estas grandes preguntas no creen que la Iglesia pueda dar una respuesta. Y por eso vienen a buscar un rito», añade.
Tres grandes retos
En este sentido, Vadell señala que el gran reto de la iniciación cristiana de los niños no bautizados, aunque también es aplicable al resto, va acompañado de otros tres: hacer una propuesta de evangelización a los padres; valorar la espiritualidad de los niños, y descubrir la pedagogía iniciática, que da mucha importancia a la vida del niño y a la experiencia.
Sobre los adultos, los padres de los niños, asegura: «A los padres y madres tenemos que hacerles un anuncio, una propuesta que toque su vida, que conecte con ella. Cuando era párroco, en las reuniones con los padres siempre les preguntaba, nada más empezar, qué era lo que deseaban para sus hijos. Nunca me respondieron que la Primera Comunión. Deseaban que fueran felices, que se sintieran acompañados, que no estuviesen solos, que fuesen amados… Estos deseos conectan con la propuesta que quiere hacer Jesús, con descubrir que el Señor nos ama. El gran reto es llegar a los padres».
Sobre el segundo reto sugiere que hay que aprovechar y valorar la espiritualidad de los niños, que tienen «una gran sensibilidad». «Hay iniciativas como el oratorio de niños que está dando muy buenos resultados. A los niños les encanta hablar con Jesús, hacer silencio… El niño es un sujeto y tenemos que valorar su espiritualidad y acompañarle», explica.
El último reto tiene que ver con que la catequesis no sea una actividad extraescolar más, sino una experiencia en la vida del niño. Y, por eso, continúa el auxiliar de Barcelona, es importante que se vaya con la familia, que haya espacio para el juego, para la catequesis y para la celebración. Pone un énfasis especial en la importancia del Día del Señor, donde se puede enmarcar toda esta propuesta.
Dos propuestas arriesgadas
Pero Vadell no se queda en el análisis de los retos, hace propuestas, y así se las trasladó a todos los responsables de Catecumenado de nuestro país. Dos propuestas, dice, «atrevidas», que exigen arriesgarse: «Si lo hacemos, el Espíritu Santo nos dará creatividad». La primera tiene que ver con la acogida a la familia del niño que se acerca a pedir un sacramento, que a veces se solventa con una reunión o una entrevista personal. «¿Por qué no damos un tiempo de acogida? Podemos proponer una serie de encuentros con los padres durante todo un trimestre y que los niños vengan a jugar. Y vamos a empezar escuchando, nada de hablar de condiciones, fechas, calendario… Podríamos decir: “Ya que vienes, me interesa tu vida, por qué has llegado hasta aquí, qué deseas, explícame lo importante que es para ti ser padre o para ti ser madre”. Empecemos acogiendo. Valdría la pena estudiar y pautar todo un trimestre con los padres. Cuántas veces los párrocos hemos empezado poniendo condiciones. Lo interesante es escuchar y compartir, para luego hacer una propuesta que enganche con su vida, porque no les estamos ofreciendo un curso, sino una relación», afirma. El prelado mallorquín tiene la impresión de que muchas veces los padres no han descubierto la gran propuesta de Jesús.
Otra de sus propuestas es la integración, ya que se hace catecumenado de niños, de los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Eucaristía y Confirmación. En su opinión, no vale hacer malabarismos y retrasar la Confirmación para tenerlos con nosotros unos años más: «Arriesguémonos, pues hemos apostado por los padres, hemos hecho una iniciación interesante… Luego ya propondremos la Confirmación a los chicos que no han entrado por aquí, pero no supeditemos la pastoral juvenil a un sacramento».
En su opinión, hay que aprovechar que las familias se acercan a la Iglesia, sea cual sea su motivación, para ofrecerles una propuesta más interesante. Y pone un ejemplo sencillo: «Es como si alguien viene a por patatas; vale, pero nosotros queremos ofrecerles tiramisú».
Y concluye: «Hay muchas preguntas y deseos de niños y adultos que conectan con el Señor y hay casos de personas que cambian al encontrarse con Jesús. Y la motivación ha sido muy sencilla. Nuestra propuesta es muy atrevida, porque es la vida para siempre y esto ni nosotros mismos lo acabamos de valorar. La vida para siempre…».
Esto necesita un cambio de modelo de catequesis que vendrá acompañada de nuevos catequistas, que necesitarán buena formación, pero insiste: «Dios quiere que nos arriesguemos y confiemos en el Espíritu Santo».