Roberta Tremarelli es desde septiembre la responsable de la Infancia Misionera en todo el mundo. Es religiosa de las Esclavas Misioneras del Santísimo Sacramento, una congregación que se dedica precisamente a animar a la gente a ser misionera.
En África o América Latina hay grupos de Infancia Misionera. En España no funciona así, ¿no?
No. En Europa, la Infancia Misionera solo se trabaja en catequesis y los colegios cuando es la jornada. En esos otros lugares, los grupos funcionan todo el año. De hecho, en muchos casos son la única realidad que hay en la Iglesia para los niños allí.
¿Y qué hacen?
Aprenden cosas, participan en las celebraciones, van a visitar a los enfermos o a otros niños más pobres, comparten… Los chicos asumen ellos mismos la responsabilidad de hacer algo por los demás.
¿Por ejemplo?
Una religiosa que trabaja en África me contó que al terminar una reunión avisó a los niños de cuándo sería la siguiente, y les dijo que habría pollo para comer. Esos chicos, espontáneamente, invitaron a otros amigos suyos para que pudieran comer algo.
Los miembros de Infancia Misionera en esos países no tendrán casi nada. ¿Cómo colaboran con las misiones?
Esos grupos reciben ayuda económica desde nuestra organización para funcionar. Pero también enseñan a los niños que lo que se recibe hay que utilizarlo bien para transmitir el Evangelio, y compartirlo. A veces dan más que nosotros, si lo miramos en proporción a lo que tienen, que es mucho menos que aquí. Ni ellos ni nosotros podemos acostumbrarnos solo a recibir.
¿Y qué es lo que dan?
En algunos sitios, los animadores les piden que paguen una pequeña cuota, unos céntimos de euro al año. En otros países hacen manualidades –sobre todo rosarios misioneros– y los venden. Pero también ellos renuncian a algo. Por ejemplo, si durante un encuentro les dan dulces, luego se pone una bolsa para que den alguna de esas chucherías para otros niños.
Además de compartir, ¿cómo evangelizan?
Primero, en casa: por ejemplo, les dicen a los padres que hay que bendecir la mesa antes de comer. Luego, perdonando y respetando, algo difícil en países en guerra. En sitios donde los cristianos son minoría, las actividades de Infancia Misionera atraen también a niños de otras religiones. Así, todos aprenden desde pequeños a convivir con quienes son diferentes. Y llevan este mensaje a sus familias.
Eres la responsable de Infancia Misionera a nivel mundial. ¿Qué prioridades tienes ahora mismo?
El Papa ha convocado un mes misionero extraordinario para octubre de 2019. Con este motivo, estamos trabajando con el resto de Obras Misionales Pontificias para que la gente dé más importancia a la misión ad gentes; es decir, a anunciar a Jesús a las muchísimas personas que todavía no lo conocen.
¿La gente se ha olvidado de ser misionera?
Tenemos que dar más valor a lo importante que es nuestra fe y transmitirla a los demás. Pensad en san Francisco Javier: su preocupación era ir a China, Japón o la India para que la gente conociera a Jesús y se salvara. Pero hoy somos individualistas y no pensamos en la salvación del otro.
¿Por qué es importante aprender de niños a ser misioneros?
Porque si lo aprenden ahora, de mayores estarán acostumbrados a hacerlo. Se dice que los niños son el futuro de la Iglesia. Pero yo creo que son su presente. Cuando un chico tiene una buena relación con Jesús, le sale de forma natural hacer cosas por los demás. Y da testimonio sin hablar, con su estilo de vida: no preocupándose tanto por tener cosas, poniendo paz cuando dos compañeros se pelean…