Los monasterios dan una vuelta a sus recetas para ser autosostenibles
Contemplare enseña a monasterios y conventos a innovar para abrirse a nuevos nichos de mercado. Los productos delicatessen se suman a los más tradicionales en su feria, que llega a varios sitios de Madrid
«Los monasterios tienen que ser autosostenibles. No reciben ayuda de forma sistemática de nadie y tienen una cadencia de vida, ese ora et labora, en el que el trabajo es muy importante. Lo lógico es que el fruto de ese trabajo les permita pagar las facturas». Así de claro lo ve Alejandra Salinas, directora de Fundación Contemplare, entidad volcada en la venta de dulces, licores, ropa y otros artículos elaborados en 120 cenobios. Sus productos estarán a disposición del público del 11 al 15 de diciembre en la Casa de la Panadería, un edificio histórico en la plaza Mayor de Madrid; también en el centro comercial ABC Serrano del 5 al 20 de diciembre y en Oviedo del 5 al 22.
En conversación con Alfa y Omega, Salinas reivindica que hay productos que los contemplativos «llevan haciendo toda la vida» con calidades fuera de lo común. Pone como ejemplo «las recetas de la Trapa». Así, pronostica que una de las grandes ventas de la feria monástica de este año serán las cervezas rubias, tostadas y de trigo provenientes del monasterio trapense de Zenarruza, en Guipúzcoa. Lo justifica porque «tienen mucha tradición cervecera; todo lo que es de elaboración artesanal tiene el triple de valor y, si está elaborado por un monje en silencio y oración, mejor que mejor».
Pero no todo es tradición. Precisamente una de las aspiraciones de Contemplare, formada por laicos profesionales, es abrir las cocinas de los conventos a las vanguardias para surfear las olas del mercado. Un ejemplo son las mermeladas que este año lanzará el monasterio también trapense de Santa María de Huerta, en Soria. «Junto a los sabores de toda la vida, como fresa, frambuesa, melocotón y albaricoque, habrá otras recetas que se han probado y tienen éxito, como la mermelada de ciruelas pasas al orujo»; la de naranja con chocolate, «que tiene un punto más amargo», e incluso otra de fresa a la pimienta negra, donde esta especia «realza mucho el sabor».
Salinas revela que una de sus estrategias para hacer viables económicamente a estas comunidades es cambiar la cultura sobre en qué momentos consumir sus productos, pues «aparte de la mermelada para el desayuno, hay otras para el café. Y queremos llevar el tarro de mermelada también al aperitivo, combinándola con queso o en la comida con las carnes».
Otro ejemplo son las Flores de Santa Brígida, un dulce «exquisito» elaborado con almendras por las religiosas del convento homónimo en Paredes de Nava (Palencia). O los pistachos y avellanas caramelizadas, «un poquito salados y muy interesantes» de las clarisas de Villarrubia de los Ojos, en Ciudad Real. Todas estas delicatessen, según detalla Salinas, son consecuencia del paso de los consagrados durante estos últimos cuatro años por la escuela de cocina Le Cordon Bleu, «un sello muy prestigioso» vinculado a la Universidad Francisco de Vitoria que, «con gran entusiasmo», beca por completo a monjes y monjas. «Las comunidades traen a sus religiosos de dos en dos y, como no tienen mucho tiempo, la formación se condensa en 24 horas». detalla Salinas. Así, cada año forman a seis monasterios a coste cero para dar una vuelta a sus productos y hacerles un hueco entre las últimas tendencias.
Alejandra Salinas explica que otra aspiración de la Fundación Contemplare es romper con la estacionalidad y proporcionar un flujo estable de ingresos para los monasterios. «Desgraciadamente, la mayoría de las ventas de los productos artesanales de los monasterios tienen lugar en el último trimestre. Entonces es cuando recaudan casi todo el dinero para subsistir un año entero». Por ello, aparte de dulces navideños, el sitio web de la fundación permite comprar obsequios para la Primera Comunión, cestas de boda, jabones y champús de las cistercienses de Santa María de Armenteira (Pontevedra) o ropa de bebé elaborada por varias carmelitas y por las dominicas de Olmedo (Valladolid). «Tenemos grandes clientes que, cuando un empleado suyo tiene un hijo, deciden enviarle una de estas canastillas de carácter artesanal», celebra la directora.