«Los misioneros queremos sentirnos acogidos cuando volvemos a España»
Una semana misionera ha recordado en varias parroquias madrileñas que los misioneros necesitan apoyo económico, pero también oración y acogida, y que el compromiso de los fieles debe ir más allá del Domund
«En Japón se evangeliza con humildad, con gran sentido de la conversión personal y con paciencia. Mi presencia estos 23 años allí ha sido una gota en medio del mar». Así definió el sacerdote Pablo Seco, diocesano de Madrid pero incardinado en Alcalá de Henares, su labor en el país nipón durante 23 años. «Mi misión era ser cura diocesano. Las parroquias en Japón son misioneras. Cada creyente tiene que ser misionero en su propia familia».
Seco, que trabajó en la archidiócesis de Osaka, ofreció su testimonio durante la Semana Misionera que el Servicio Conjunto de Animación Misionera (SCAM) organizó en dos parroquias madrileñas —Virgen de la Nueva y Santa Rosalía— del 5 al 10 de mayo. El sacerdote, que impartía clase en algunos colegios católicos japoneses, normalmente llevados por órdenes religiosas, también colaboraba en la ciudad de Wakayama con un hospital de las Hijas de la Caridad. Allí «acompañaba a las familias y ayudaba a las religiosas. Era fermento en medio de la masa». Seco definió la Iglesia en Japón como una institución muy pobre que sonríe, es decir, que «aunque tengan un hospital con pocos medios, hay muchos voluntarios que sonríen».
Otra de las voces misioneras de esta semana madrileña fue Pilar Boves, hija de María Madre de la Iglesia, que ha sido misionera durante 28 años en México, Colombia y los últimos 9 años en Mozambique. «A veces tenía la sensación de que no hacía nada, pero me di cuenta de que lo que tenía que hacer era vivir con ellos y mostrar la presencia del Señor en nuestra comunidad».
Boves trabajó en la pastoral de la parroquia y en una escolinha (una escuela infantil), «porque allí los niños trabajan mucho y nosotros queríamos que los pequeños disfrutasen de su etapa infantil. Tenían clases, juegos. Ellos querían cariño y nosotras se lo dábamos», recordó emocionada durante su testimonio.
La misionera, que ahora colabora en España con la asociación Puente de Esperanza y con Cáritas, recalcó que «en la pobreza el Señor crece en mí, realiza cosas bonitas y me da cada día esa gratitud de vida para seguir entregándola».
La idea de una semana dedicada a la misión partió de Santa Paula con el respaldo de su párroco, José Luis Sánchez, y del Grupo Misionero. Hablaron también con el párroco de Santa Rosalía, Sergio López, y le propusieron este proyecto para dar cauce a la dimensión de misión en la vicaría. «Es importante que desde la parroquia se recuerde y alimente que somos una Iglesia en salida; es decir, que no somos grupos estufa, estamos llamados a la misión: a testimoniar a Jesús en medio del mundo».
En el evento también participó la misionera comboniana Prado Fernández, quien explicó que el objetivo del SCAM, del que es coordinadora de la zona centro, «es promocionar la animación misionera en las parroquias, porque queremos que se conozca el testimonio de los misioneros y al mismo tiempo fomentar que la gente se comprometa en sus parroquias». La religiosa destacó que «generalmente se asocia a los misioneros al Domund y este a pedir dinero. Nosotros queremos que se conozca la labor y que se colabore económicamente, pero también que recen por nosotros y que nos sintamos acogidos cuando volvamos a España», concluyó.