Daniel tiene diez años, y este verano fue al campamento que organizaron en Alcuéscar (Cáceres) los Esclavos de María y de los Pobres. Al llegar, ¡se encontró que estaba lleno de minions! «Pensé que iba a estar guay, porque me gustan mucho. Y ha sido así. No me imaginaba que se podía aprender tanto» de ellos. Pero, ¿qué hacían los minions en un campamento cristiano? Todo empieza con la palabra minion, «que significa servidor», responde Daniel.
El padre Fernando Alcázar, responsable del campamento, nos cuenta más: «Todo el interés y el sentido de la vida de estos personajes es servir y dar la vida por su señor». Pero hay un pequeño problema: al principio, sirven a un villano. Ahí empieza la historia del campamento, que se iba contando cada día con una pequeña representación y con los juegos, la oración de la mañana y la noche, la Misa… Iker, de nueve años, nos cuenta que «al principio los minions eran muy infelices porque los villanos los trataban mal. Me daba pena». Un día, conocieron a Jesús y descubrieron que Él era el minion mayor, «porque nos sirve» y dio la vida por nosotros. Entonces –sigue Daniel– los minions «empezaron a servir a Dios y a ser más felices».
Para celebrarlo, un día del campamento todos se fueron a un parque acuático. Pero también pudieron vivir esa alegría otro día, cuando unos niños quisieron compartir el premio que habían ganado con otro grupo que no había querido ayudarlos. Con todo esto, no nos extraña saber que, como nos cuenta Daniel, al final del campamento «hasta los villanos cambiaron», al ver a los minions felices por servir a Jesús. Cuando todo acabó, Iker volvió a casa con mucha pena, pero sabiendo que «me gustaría mucho ser un minion para poder servir a Dios yo también. Para eso, tengo que ayudar a mi madre».