Una cosa es creer en los milagros, otra cosa es haberlos visto de cerca, y otra es ser consciente de que Dios los quiere realizar a través de personas tan normales como cada uno de nosotros. De esto último sabe mucho el autor de este libro, Damian Stayne, fundador de la comunidad católica Cor et lumen Christi. Recorrer sus páginas es como leer los Hechos de los Apóstoles en pleno siglo XXI. Kerygma y carisma, evangelización y poder de Dios, palabras y milagros, se unen de nuevo en este momento de la historia en personas que se ven sanadas de múltiples enfermedades –ceguera, sordera, cáncer…– o que conocen los deseos de Dios para ellas a través de la profecía de un desconocido. Todo eso sucede hoy también, como hace veinte siglos, en comunidades abiertas a la acción del Espíritu Santo, tal como les sucedió a los corintios o a los tesalonicenses.
Es la propuesta de Stayne, avalada en el prólogo por los cardenales Turkson y Cantalamessa y por varias personalidades del mundo carismático, tanto católico como evangélico y ortodoxo. Dice Turkson que la Iglesia «debe encontrar la manera de celebrar los carismas como dones espirituales de Jesús», algo propio de la era apostólica «pero también incluso de nuestros días». Todo ello para evangelizar con poder, aumentando la fe de los creyentes y permitiendo al mismo tiempo que Cristo pueda llegar a los descreídos.
«La Iglesia y su misión no pueden ser renovadas eficazmente sin una renovación de los carismas», afirma el autor, que se centra especialmente en los dones de profecía y de sanación tanto física como espiritual. Stayne defiende con pasión que estos carismas están al alcance de todos, no como una opción para excéntricos, sino como una obligación para la Iglesia a la hora de anunciar el Evangelio como pedía el Concilio Vaticano II, con hechos y palabras «intrínsecamente unidos».
Las décadas de experiencia de Stayne y su comunidad en este campo desmienten aquella teología que afirma que los hechos extraordinarios y los milagros cesaron en el tercer siglo de la historia de la Iglesia, que fueron necesarios para la primera expansión del cristianismo pero que luego desaparecieron tras la conversión del emperador Constantino. Todos aquellos hechos asombrosos parecieron reducirse después a la actividad de algunos santos escogidos, a la vida de los santuarios marianos, y a los procesos de canonización. Sin embargo, el poder del Espíritu Santo tal y como se despliega en los hechos de los Apóstoles ha subsistido hasta el día de hoy, para quien quiera abrir su vida al poder del Gran Desconocido. «El que cree en Mí, también hará las obras que yo hago, y aun mayores», dijo el Señor. O, como solía decir el padre Emiliano Tardif: «¿Qué tiene de extraño tiene que nuestro Dios haga maravillas si es un Dios maravilloso?».
Damian Stayne
Fundación Misión Más
2018
335
20 €