Los mártires de Quiché «fueron líderes donde el Estado no existía» - Alfa y Omega

Los mártires de Quiché «fueron líderes donde el Estado no existía»

Este viernes serán beatificados en Guatemala siete laicos mayas y tres misioneros españoles «comprometidos con el desarrollo social y espiritual de su pueblo»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Los tres misioneros españoles mártires de Quiché retratados por Goyo Domínguez. El cuadro está en la parroquia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (Madrid). Foto: Misioneros del Sagrado Corazón

«En los años 80 y 90, la política en Guatemala se basaba en la represión de los derechos humanos. La vida civil estaba desarrollada a niveles mínimos, muy básicos, y toda voz que se alzaba contra esa situación era firmemente respondida. Vivíamos entre nosotros situaciones de verdadera esclavitud», afirma Rosolino Bianchetti, obispo de la diócesis de Quiché, que este viernes verá subir a los altares en la catedral de la Santa Cruz a diez mártires que encontraron la muerte en su diócesis.

Se trata de tres españoles, Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús —José María Gran, Faustino Villanueva y Juan Alonso—, y siete nativos mayas de esta zona del interior de Guatemala, todos ellos catequistas y agentes de pastoral de la Iglesia en la zona. En aquellos años, muchos guatemaltecos se vieron forzados a emigrar a las costas o a los latifundios del interior a cambio de salarios de miseria, «totalmente insuficientes para garantizar una alimentación mínima; muchos de ellos tuvieron que vivir en un régimen de galeras», denuncia el obispo Bianchetti.

En medio de esta situación, a los mártires los mataron «porque siguiendo a Jesús desde su fe, no desde una ideología, sino desde sus creencias, estaban comprometidos en el desarrollo social y espiritual de sus paisanos». Además de celebrar la fe y asegurar la vida pastoral de las comunidades locales, construyeron escuelas y carreteras y facilitaron el acceso al agua potable. «Fueron líderes en unas comunidades donde la Iglesia suplía la ausencia de un Estado que no existía», afirma Bianchetti.

En este sentido, los mártires de Quiché fueron durante aquellos años «el cuerpo y el alma de nuestra vida eclesial», señala el obispo de la diócesis, y añade que «también tuvieron una fuerte repercusión en la vida social, porque fueron personas muy comprometidas en el servicio a los demás, con actuaciones concretas, lo cual hizo que tuvieran gran peso en nuestras comunidades».

Pero pagaron por ello. Todos ellos fueron asesinados por el Ejército o por grupos afines. El primero en morir fue el sacerdote español José María Gran, acribillado el 4 de junio de 1980 a la vuelta de un viaje apostólico por la zona. Junto a él fue asesinado su sacristán, Domingo del Barrio. El 10 de junio fue baleado en su despacho otro español, Faustino Villanueva. El 6 de septiembre mataron en el patio de su parroquia al sacristán Tomás Ramírez. Antes de acabar el mes fue ametrallado Nicolás Castro, en presencia de su mujer y de sus hijos. El 21 de noviembre mataron a Reyes Us. En fecha no determinada, el niño Juan Barrera fue torturado y mutilado. Al misionero Juan Alonso le torturaron en febrero del año siguiente, y en julio emboscaron a Rosalío Benito. «Si muero, muero como Jesús murió. Cuando uno dice la verdad, la gente dice que uno es malo, como pasó con Él», decía este último poco antes de morir.

Ropa que llevaba el niño Juanito cuando le torturaron por afirmar que no quería renunciar a ser católico.

«Dieron sentido a todo»

Dado lo reciente de su martirio, todavía viven muchos familiares directos de los mártires, hijos y alguna esposa, «por lo que su testimonio sigue muy presente entre nosotros», asegura el obispo de Quiché. Para Arcadio Alonso, hermano del mártir Juan Alonso, «es una honra haber vivido para ver este momento».

A sus 82 años, Arcadio acaba de publicar el libro Tierra de nuestra tierra, en el que cuenta la historia de su hermano y de sus compañeros de beatificación. En aquellos años, en los que Centroamérica «vivía una situación terrible y muy compleja», los mártires fueron «los que dieron sentido a todo, el signo más evidente de la presencia de la Iglesia verdadera en Guatemala». «Lo que hicieron y lo que padecieron fue un acto de amor, luz en medio de muchas tinieblas».

Hoy, a raíz de los acuerdos de paz que se firmaron en 1996 «la situación ha cambiado y ya parece haber un proyecto de nación, pero se ha avanzado muy poco», lamenta el obispo Bianchetti. Sin embargo, «la gente es más consciente de sus derechos y no existe la violencia que se respiraba hace décadas». Además, «la gente está muy comprometida a nivel comunitario. Sabe que lo que es bueno para todos es bueno para ellos, y no hay reparos en ayudarse unos a otros».

A nivel eclesial «hay un despertar que se ve en la fe de la gente; hay muchas vocaciones y la madurez de las comunidades ha aumentado mucho, con una participación cada vez mayor de laicos –especialmente de mujeres–. Y todo eso se lo debemos a nuestros mártires».

Tierra de nuestra tierra. Juan Alonso Fernández. Un mártir asturiano en el quiché
Autor:

Arcadio Alonso Fernández

Editorial:

Verbo divino

Año de publicación:

2001

Páginas:

182

Precio:

7,50 €

«En el entierro de mi hermano Juan [uno de los misioneros españoles], los indígenas fueron depositando sobre su tumba una piedra mientras decían: “Tierra de nuestra tierra”», recuerda Arcadio Alonso. Para los mayas, la tierra «no solo es algo material, sino su hogar y su medio de subsistencia». Por eso, ese gesto fue «un modo de reconocer que ya formaba parte de su puerblo». Después de su entrega en la misión, «le estaban enterrando como si fuera un indígena más».