«Los males sociales, internacionales y económicos provienen del alejamiento de Dios y del prójimo»
Desde una mezquita y ante el Consejo Musulmán de Ancianos en Baréin, el Papa pide a los líderes religiosos unidad para llevar al mundo la esperanza que brota de Dios
El Papa Francisco ha acudido este viernes a la mezquita Sakhir Royal Palace en Awali (Baréin), donde se ha encontrado con el Consejo Musulmán de Ancianos. Allí, ha vuelto a reivindicar el papel de las grandes religiones como motor de unidad, esperanza y vida en el mundo de hoy.
«Ante una humanidad cada vez más herida y desgarrada que, bajo el vestido de la globalización, respira con dificultad y miedo, están llamadas a ser el corazón que une los miembros del cuerpo, el alma que da esperanza y vida a las más altas aspiraciones», ha afirmado durante su discurso.
En línea con su intervención en la clausura del Foro de Baréin para el Diálogo, el Pontífice ha insistido en que son deberes que incumben a los guías religiosos, pues se ha preguntado: «¿Cómo podrán los fieles de religiones y culturas distintas convivir, acogerse y estimarse mutuamente si nosotros seguimos siendo unos extraños los unos para los otros?».
«Tenemos más necesidad de encontrarnos, de conocernos y de preocuparnos por los demás, de poner la realidad antes que las ideas y a las personas antes que las opiniones, la apertura al cielo antes que las distancias de la tierra, un futuro de fraternidad antes que un pasado de hostilidad, superando los prejuicios y las incomprensiones de la historia en nombre de Aquel que es la fuente de la paz», ha continuado.
Otra de las tareas que el Papa se pone a él y a los demás líderes es la de ayudar a los hombres y mujeres a encontrar «las fuentes de vida olvidadas» y a acercarlos a Dios. «Queridos amigos, creyentes en el único Dios, los males sociales e internacionales, los económicos y los personales, así como la dramática crisis ambiental provienen a fin de cuentas del alejamiento de Dios y del prójimo», ha recalcado.
Oración y fraternidad
Y responder a esta situación, en opinión de Francisco, requiere dos cosas: la oración y la fraternidad. «Son nuestras armas, humildes y eficaces», ha dicho antes de advertir de la tentación de utilizar «atajos indignos» como la fuerza, la violencia, la guerra y el mercado de las armas, «el comercio de la muerte, que, con grandes sumas de dinero, está transformando nuestra casa común en un gran arsenal».
Al hilo de esta cuestión, el Papa se ha referido a las personas que se ven obligadas a migrar de su propia tierra por los conflictos financiados por la compra de armamento a precios asequibles, para luego ser identificadas y rechazadas en otras fronteras con equipamiento militar más sofisticado. «Pues bien, delante de estos escenarios trágicos, mientras el mundo sigue con las quimeras de la fuerza, del poder y del dinero, nosotros estamos llamados a recordar, con la sabiduría de los ancianos y de los padres, que Dios y el prójimo son lo primero y más importante, que solo la transcendencia y la fraternidad nos salvan», ha agregado.
Líderes religiosos y modelos creíbles
En este punto, ha vuelto a insistir en el papel de las religiones y de sus líderes. En concreto, ha destacado que deben ser «modelos creíbles» de lo que predican tanto dentro de sus comunidades como en el mundo globalizado. «No podemos preocuparnos solo por los nuestros, sino que, cada vez más unidos, hemos de dirigirnos a la entera comunidad humana que puebla la tierra», ha sentenciado.
Al inicio de su intervención, en presencia del imán de Al Azhar, Ahmed al Tayyeb, Francisco ha agradecido al Consejo de Ancianos su compromiso para evitar divisiones y conflictos en las comunidades musulmanas, y ha recordado que «el Dios de la paz nunca conduce a la guerra, nunca incita al odio, nunca respalda la violencia». «Y nosotros, que creemos en Él, estamos llamados a promover la paz a través de instrumentos como el encuentro, las negociaciones pacientes y el diálogo, que es el oxígeno de la convivencia común», ha concluido.
Tras el encuentro interreligioso, Francisco ha mantenido un encuentro con las distintas confesiones cristianas con la presencia del patriarca Bartolomé en la catedral Nuestra Señora de Arabia, consagrada hace casi un año. «Lo que nos une supera con creces lo que nos separa. Cuanto más caminemos según el Espíritu, más nos inclinaremos a desear, con la ayuda de Dios, a restablecer la unidad plena entre nosotros».
Tomando como punto de partida el relato de Pentecostés, el Pontífice ha destacado dos aspectos que considera importantes en el camino ecuménico: la unidad en la diversidad y el testimonio de vida. Tras preguntarse cuál es el modo de acrecentar la unidad, el Papa ha respondido que es la alabanza a Dios. «No aísla, no encierra en uno mismo y en las propias necesidades, sino que nos introduce en el corazón del Padre y nos conecta con los hermanos. El que alaba no se fija en la pequeñez del rebaño, sino en la belleza de ser los pequeños del Padre», ha añadido.
Sobre el testimonio de vida ha dicho que «no es tanto un discurso que se realiza con palabras, sino que se muestra con hechos». «La fe no es un privilegio que se ha de reclamar, sino un don que se debe compartir. Estar aquí en Baréin les ha permitido a muchos de ustedes redescubrir y practicar la auténtica sencillez de la caridad. Pienso en la asistencia ofrecida a los hermanos y hermanas que llegan; en una presencia cristiana que, en la humildad de cada día, da testimonio, en los ambientes de trabajo, de comprensión y paciencia, de alegría y mansedumbre, de benevolencia y de espíritu de diálogo. En una palabra, de paz», ha explicado.
Y ha concluido: «No podemos dar verdadero testimonio del Dios del amor si no estamos unidos entre nosotros como Él quiere; y no podemos estar unidos permaneciendo cada uno por su lado, sin abrirnos al testimonio, sin ampliar las fronteras de nuestros intereses y de nuestras comunidades en nombre del Espíritu que abraza a todas las lenguas y quiere llegar a cada uno».