Los laicos se suman al Día de Hispanoamérica
Por primera vez, los materiales para la celebración del Día de Hispanoamérica incluyen una reflexión sobre el laicado misionero, aunque seglares como el matrimonio formado por Antonio García y Ana Cruz llevan años saliendo a la misión, en este caso a través de la Obra de Cooperación Apostólica Seglar Hispanoamericana (OCASHA)
Alentada por la lucha contra el clericalismo del Papa Francisco, la Iglesia española parece haberse convencido definitivamente del importante papel que están llamados a desarrollar los laicos en todos los ámbitos eclesiales. Tras la reciente celebración del Congreso de Laicos, los seglares vuelven a tomar la palabra, en esta ocasión con motivo del Día de Hispanoamérica, que la Iglesia celebra este próximo domingo, 1 de marzo, con el lema Para que en Él tengan vida. Precisamente, en los materiales de este año se incorpora por primera vez un escrito firmado por la coordinadora de asociaciones de laicos misioneros, Dolores Golmayo. «Hay que insistir en que todos los bautizados están invitados a participar» de la misión evangelizadora de la Iglesia y «proclamar a Jesucristo con su vida y sus acciones», pide Golmayo, al mismo tiempo que advierte de que en el origen de la Iglesia «fueron muchos los fieles laicos consagrados a la tarea de la evangelización» pero que «después, y durante siglos, estos cristianos han sido considerados como menores frente al clero y a los religiosos».
La situación del laicado respecto a la misión volvió a cambiar a partir del Concilio Vaticano II, donde se insistió de nuevo en la corresponsabilidad de todos los bautizados para esta tarea. Sin embargo, España se adelantó algunos años a esta resurrección del laicado, y ya en 1957 los seglares dieron sus primeros pasos hacia la misión. Aquel año, respondiendo a una llamada que hizo el Papa Pío XII para que laicos seglares de la Iglesia española cooperasen con las misiones como hacían los sacerdotes a través de la OCSHA (Obra para la Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana), un grupo de mujeres de Acción Católica fundó OCASHA (Obra de Cooperación Apostólica Seglar Hispanoamericana) con el objetivo de cooperar en la misión evangelizadora en Hispanoamérica. «En su época fue una revolución. Estamos hablando del final de los años 50, un momento en el que el papel de la mujer en la sociedad, y también en la Iglesia, estaba muy relegado. Y que un grupo de mujeres seglares salieran solas fuera de España a la misión fue una cosa muy profética», asegura José María Sainz, actual administrador de OCASHA.
Por primera vez a la misión
Lucía Durá Carbonell, laica de 37 años de la diócesis de Orihuela-Alicante, es heredera de aquellas primeras misioneras y hace tan solo tres días —el pasado lunes, 24 de febrero— puso rumbo a Tegucigalpa (Honduras) como miembro de OCASHA en la que será su primera experiencia en la misión. Hasta allí viajó junto a otros dos misioneros cacereños –Jesús Acebo y Benito Alonso– para trabajar los próximos tres años en la asociación ACOES, fundada por el que fuera colaborador de Alfa y Omega, el misionero Patricio Larrosa. «Vamos a un programa que se llama Populorum progressio, con jóvenes, con los que se convive y se trabaja a nivel espiritual y educativo», explicó Durá a este semanario pocas horas antes de tomar el vuelo hacia la capital hondureña.
Para esta labor, además de su experiencia durante casi 20 años en entornos educativos, —trabajo en el que ha solicitado una excedencia para poder salir a la misión—, le será útil toda la formación previa que ha recibido. «Hemos pasado por la Escuela de Formación Misionera de Madrid y también hemos recibido formación interna en OCASHA. Nos han hablado desde la misión en la Biblia hasta de resolución de conflictos y de la realidad local a la que acudimos», asegura la misionera. En este sentido, Durá Carbonell es consciente de la situación de violencia que se viven en el país centroamericano, pero «siendo cierto que hay que mantener unas medidas de seguridad, estamos muy tranquilos porque la asociación está muy acostumbrada a recibir voluntarios y nunca ha habido ningún problema», concluye.
Una vida en Ecuador
Al contrario que Lucía, el matrimonio formado por Antonio García y Ana Cruz son paradigma, por su experiencia, del trabajo misionero de los laicos. Llevan cerca de dos década en Ecuador, a donde «fuimos por primera vez en 1992. Allí, a lo largo de los años hemos colaborado en la puesta en marcha de las Cáritas parroquiales, de un centro para mujeres maltratadas o de un hogar de niños para los hijos de las personas privadas de libertad», del que terminaron adoptando a tres de ellos —uno con parálisis cerebral— «después de que Ana sufriera un quiste y ya no pudiera tener hijos», explica su marido.
Ahora se encuentran en España para renovar el convenio con OCASHA, y en abril volverán de nuevo a tierras ecuatorianas, en concreto a la diócesis de Manabí, donde hace escasamente tres semanas «el obispo me nombró delegado diocesano de Pastoral Penitenciaria», asegura García, al mismo tiempo que subraya la normalidad con la que los jerarcas se apoyan en los laicos en esta parte del mundo.