Los misioneros digitales se van de afterwork con el cardenal Cobo - Alfa y Omega

Los misioneros digitales se van de afterwork con el cardenal Cobo

Cerca de 60 misioneros digitales se reunieron con el cardenal Cobo para pensar juntos una ruta que lleve a los jóvenes en crisis desde sus teléfonos a las parroquias. «No somos llaneros solitarios», les dijo

Rodrigo Moreno Quicios
El cardenal Cobo, en el centro, rodeado de misioneros digitales en la Casa San Justo
El cardenal Cobo, en el centro, rodeado de misioneros digitales en la Casa San Justo. Foto: Rodrigo Moreno Quicios.

«Hay muchísima gente que nos escribe todos los días contándonos el fallecimiento de un ser querido o una situación matrimonial complicada» o preguntando «cómo acercar los hijos a la Iglesia porque ya no van a Misa», explica Ignacio Amorós, director del proyecto Se Buscan Rebeldes, para evangelizar a los jóvenes a través de las redes. También es culpable —en el mejor sentido— de un vídeo viral grabado el 13 de marzo en la Casa de San Justo, en el que el arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo, llama a los 60 misioneros digitales con los que se reunió en un afterwork a «ser auténticos, fieles y valientes a la vocación que tenéis». Publicado en las cuentas institucionales de la archidiócesis, en menos de 24 horas superó las 100.000 visualizaciones. «Pensé que, si no hacíamos un vídeo corto en el que resumir lo que nos había contado el cardenal, nadie lo iba a saber», confiesa este misionero digital y sacerdote.

Recogiendo los frutos de este encuentro, organizado por la archidiócesis de Madrid, Amorós cuenta que «me gustó mucho que el cardenal nos dijera que hay que hablar a la gente en su lenguaje, según sus intereses y lo que busca». Eso sí, sin diluir nunca el mensaje del Evangelio. Según subrayó Cobo, perfiles como el suyo son fundamentales para conectar a las personas que les confían sus crisis con parroquias donde se las pueda acompañar. «Tenemos que ir generando puentes entre vosotros para ir acogiendo a la gente», les emplazó el cardenal.

Eso es lo que pretende este sacerdote, quien confiesa que «no puedo contestar a todos porque no puedo estar todo el día en internet». Tiene una estrategia de dos pasos cuando se le acumulan las confidencias. «A veces me preguntan por el sentido de la vida, sanar heridas o perdonar a algunas personas y siempre les remito a nuestros vídeos de formación católica». Ese es el primero. El segundo, igualmente imprescindible, es recomendarles «una comunidad católica donde puedan vivir su fe; que busquen hasta que la encuentren y, si la primera no encaja con su estilo, que busquen otra».

Una operación que quizá sea complicada para quienes no tienen un lugar de referencia, pero en la que el cardenal Cobo insiste con fuerza para vivir la fe de manera presencial y comunitaria y plantarle cara a una lacra que sucede en Madrid: «Tenemos uno de los indicios más altos de suicidio juvenil».

Sin elaborar contenido explícitamente teológico pero sí hablando abiertamente de su fe, María Doussinague, que también estuvo presente en el afterwork en la Casa San Justo, ha recogido el guante del arzobispo de Madrid. A través de @el.cromosoma.de.marieta, su cuenta de Instagram con más de 100.000 seguidores, comparte el día a día de su hija con síndrome de Down. Por ello, aunque no le escriben personas con ideaciones suicidas, también salva vidas cuando contactan con ella mujeres con un diagnóstico prenatal de discapacidad. De los que ella tenga constancia, «hay seis abortos que se evitaron por el simple hecho de haber visto la vida de Marieta y cómo vivimos la discapacidad en nuestra casa», apunta.

100 mil visualizaciones tuvo el vídeo sobre el afterwork del cardenal con misioneros digitales en 24 horas.

Siete horas diarias pasan de media los jóvenes con el móvil. Con crisis de sentido, buscan respuestas.

«Hay gente que me ha escrito para decirme: “Voy a seguir adelante con el embarazo porque me has dado luz cuando todo era oscuridad y nadie era capaz de darme buenas noticias”». En su experiencia, cuando el médico les explica la situación, muchas «empiezan a pensar que nunca más van a ser felices en la vida». «A mí me pasó», confiesa la misionera digital, quien ahora está orgullosa porque «mostrar que somos una familia normal abre los ojos a muchas personas».

Doussinague, quien llevó el año pasado a las calles de Madrid la escultura de una menina con síndrome de Down llamada Marieta en honor a su hija, está emocionada por el encuentro del pasado jueves. «Volví a casa con la sensación de que aquí ha empezado algo. Me generó mucha emoción y esperanza ver que hay un grupo de jóvenes tan potente en Madrid y con ganas de hacer cosas».

Más allá de la «buena vibra»

Precisamente con esos jóvenes estuvo charlando tras el encuentro fray Marcos, dominico, venezolano y quien pasó por el concurso televisivo MasterChef. «Hay muchos de ellos que son verdaderos misioneros digitales y se sintieron tomados en cuenta y motivados por su pastor». A su juicio, «las redes sociales son terreno de misión y evangelización y, en esta era posmoderna en la que todo es tan rápido, hay que enseñar que Dios no es inmediato». «Mueve montañas a través de un proceso, no como el mago que saca un conejo del sombrero».

Es el mensaje que intenta transmitir en sus redes sociales, donde muestra que «soy un hombre con un hábito que ha optado por seguir a Cristo». «Primero, soy fraile y sacerdote porque, si nos creemos el cuento del estrellato, podemos morir estrellados», advierte. Implicado ahora en su programa Predicocinando (Mater Mundi TV), reivindica que «como hombres de Dios podemos contribuir a la sociedad» y que el interés de los jóvenes por Él «desmonta esa idea de que la Iglesia es rancia y no tenemos nada que aportar».

Las parroquias se fijan en los misioneros
Fachada de la parroquia Nuestra Señora de los Desamparados y San Lucas

Sofía Vargas, responsable de comunicación de la parroquia Nuestra Señora de los Desamparados y San Lucas —dos edificios pero una única comunidad en San Cristóbal de los Ángeles— estuvo en este afterwork porque, aunque no es misionera digital, lleva las redes de su iglesia. El encuentro también buscaba poner a perfiles como el suyo en relación con los comunicadores para que unos se deriven a los otros, colaboren y, como dijo el cardenal Cobo, mantengan en mente que «no somos llaneros solitarios». «Juntarnos me parece fabuloso porque todos queremos mandar el mismo mensaje, que es el amor de Dios», considera esta laica.

Califica el intercambio como «un chute de energía» en el que constató una intuición que llevaba tiempo teniendo y que confirmó junto a la responsable de comunicación de una iglesia de Tres Cantos. «En el Instagram de la parroquia tenemos también que ser mensajeros de la Palabra, no solo un tablón de anuncios». Copiando lo mejor de estos misioneros, subraya la importancia de «darle una vuelta para sacar la parroquia a la calle».

Lo demuestra con hechos porque, a raíz de su paso por Masterchef, gente perteneciente al mundo de los famosos —también con crisis vitales— se le ha acercado. «Una actriz conocida me dijo que necesitaba hablar conmigo y me contó cómo tenía una vida llena de sufrimiento y esclavitud», narra protegiendo su intimidad. Lo paradójico es que, «mientras estaba llorando, le sonó la alarma del reloj, en cuestión de un segundo se transformó, agarró el móvil y dijo a sus seguidores: “Estoy en un sitio maravilloso, vais a flipar porque hay muy buena vibra”». Perplejo, él le contestó según acabó: «Lo que acaba de suceder aquí te puede dar una respuesta de lo que te está pasando». Y ahora, un año después, cuando ella «se está planteando cosas del Evangelio, se ha dado cuenta de cómo nos dejamos manipular y de que nos vendan una vida plástica». De perfiles como los que se reunieron con el cardenal Cobo —y del apoyo de la Iglesia madrileña— depende darle la vuelta.