Los hijos son un don, no un producto - Alfa y Omega

Los hijos son un don, no un producto

Redacción

Hoy, uno de los ámbitos en los que la ciencia pasa por encima de las necesidades humanas y del bien de las personas, es el del tratamiento de la infertilidad de las parejas que no pueden tener hijos. El Papa Benedicto XVI subrayó, la semana pasada, que, ante los peligros «del cientificismo y de la lógica del beneficio económico» que pretenden imponerse en el tratamiento de este problema, es la unión del hombre y la mujer «en esa comunidad de amor y de vida que es el matrimonio» lo que «constituye el único lugar digno para llamar a la existencia a un nuevo ser humano, que es siempre un don».

En su discurso a los miembros de la Pontificia Academia para la Vida, el Papa explicó que «la dignidad humana y cristiana de la procreación no consiste en un producto, sino en su ligazón con el acto conyugal, expresión del amor de los cónyuges, de su unión no sólo biológica, sino también espiritual». En este sentido, señaló que «el legítimo deseo de ser padres de la pareja que se encuentra en una condición de infertilidad ha de encontrar, con la ayuda de la ciencia, una respuesta que respete plenamente su dignidad de personas y de esposos».

El Papa recordó también que «la Iglesia presta mucha atención al sufrimiento de las parejas estériles, cuida de ellas y, precisamente por eso, alienta la investigación médica. Pero la ciencia no siempre es capaz de responder a los deseos de tantas parejas. Quisiera entonces recordar a los esposos que viven la condición de infertilidad que no por eso su vocación matrimonial queda frustrada. Los cónyuges, por su propia vocación bautismal y matrimonial, están siempre llamados a colaborar con Dios en la creación de una Humanidad nueva. La vocación del amor, de hecho, es vocación al don de sí, y ésta es una posibilidad que ninguna condición orgánica puede impedir. Donde la ciencia no encuentra una respuesta, la respuesta que ilumina viene de Cristo».

Por este motivo, Benedicto XVI invitó a los científicos participantes en la asamblea a construir una labor científica «intelectualmente honesta y fascinada por la búsqueda constante del bien del hombre», advirtiendo de que «la indiferencia de la conciencia ante la verdad y el bien representa una peligrosa amenaza para un progreso científico auténtico». El Papa mostró asimismo la pertinente conciliación entre ciencia y fe, ya que, «precisamente la matriz cultural creada por el cristianismo hizo posible en la Europa medieval el desarrollo del saber científico moderno, que en las culturas precedentes se había quedado sólo en germen».