Los hijos de la Cañada Real
Agustín Rodríguez está empeñado en cambiar la imagen de la Cañada Real que aparece en los medios. Puede que el poblado sea el mayor supermercado de la droga de España, pero es también el barrio en el que viven cerca de 2.500 niños. La Comunidad de Madrid ha reconocido la labor de este sacerdote con una de sus Medallas de Oro del Dos de Mayo
Agustín Rodríguez Teso llevaba 25 años trabajando en el tema de drogas. Incluso había vivido con drogodependientes en su casa, pero cuando en noviembre de 2007 llegó a la Cañada Real Galiana no pudo evitar que su primera impresión fuera: «¡Joder, la leche!» «No sabía lo que pasaba aquí. Me parecía todo sobredimensionado. Una cosa era lo que yo había vivido en la avenida de Guadalajara, en [el barrio madrileño de] San Blas, que ya era mucho, y otra muy distinta era aquello», reconoce el sacerdote diocesano de Madrid a Alfa y Omega.
Rodríguez Teso desembarcó hace una década sin saberlo en el mayor supermercado de droga de España, a donde «acuden diariamente cerca de 8.000 personas a pillar» y donde viven otros tantos madrileños. Si fuera un municipio, la Cañada Real sería más grande que el 66 % de todas las localidades de la Comunidad de Madrid.
Su labor allí durante estos más de diez años ha sido reconocida por la Comunidad de Madrid, que el pasado 2 de mayo le entregó una distinción «por su compromiso personal con los más desfavorecidos, a quienes sirve desde 2007 desde la parroquia de Santo Domingo de La Calzada, situada en la Cañada Real Galiana».
Esclavos alrededor de la parroquia
Una reacción parecida a la que tuvo el sacerdote su primera vez que llegó a la parroquia asaltó a este redactor cuando acudió el sábado a entrevistar a Rodríguez Teso.
La imagen es desoladora. La parroquia está construida en un descampado de uno de los márgenes de la Cañada Real. Uno de sus muros laterales sirve de cobijo para algunos yonquis que han pasado la noche al raso enfundados en sacos de dormir. Otros drogodependientes, con algo más de suerte, han hecho frente al frío y a la peligrosidad de la noche al resguardo de unas tiendas de campaña.
«Son los machacas. Viven alrededor de la parroquia y trabajan como esclavos» para los jefes de los clanes de la Cañada a cambio de su dosis diaria de droga, me explica el sacerdote. «Para ellos tenemos un proyecto dirigido por Cáritas Madrid». Se llama Encuentros con dignidad. «Es un espacio de relación donde la persona es lo que marca. No se trata de tener un objetivo concreto en relación con su adicción, sino que el objetivo es que seas tratado con dignidad». Allí pueden ducharse, desayunar, mantener un diálogo, lavar la ropa… «La gente viene y se relaja, y eso aquí ya es mucho. La verdad es que ha terminado transformando el entorno. En una zona muy árida, muy hostil, poco a poco se respira un poco más de sosiego».
Desarrollo comunitario
El proyecto con Cáritas ilustra «lo que queremos conseguir en la Cañada», explica el párroco. «En lenguaje propio lo llamamos ministerio de comunión. En lenguaje civil, que es el que habitualmente utilizo, se conoce como desarrollo comunitario. Intentamos generar espacios donde todo el mundo quepa y donde se respeten las dignidades de todos».
Esto rompe con «lo que denominamos espiritualidad de las trincheras, donde nos podemos introducir y luchar contra la Administración, contra la Policía, contra el Estado, contra… No. Esos son actores que están trabajando aquí. O se trabaja con ellos o no se trabaja», asevera.
Desarrollo comunitario, y tratando de avanzar caso por caso. «Este lunes, por ejemplo, vamos a visitar a una familia que está muy rota. Su situación es muy difícil. ¿Quién la puede resolver? Pues no lo sabemos. ¿Cómo? Tampoco lo sabemos. ¿Va a tener solución? Ni idea, pero nos vamos a reunir con la mediadora social rumana y con el Ayuntamiento para ver cómo podemos ir ayudándoles».
Los niños de la Cañada Real
Con la primera impresión, este redactor piensa que ha sido un error traer a sus hijos de 3 y 1 año (exigencias de la conciliación). El padre Agustín no se encuentra en la parroquia y, para encontrarle, hay que cruzar toda la Cañada Real Galiana. A lo largo de varios kilómetros, se suceden las tiendas de campaña, las chabolas y los chalets rodeados de chocantes medidas de seguridad. El contraste también se percibe en los vehículos. Los Mercedes y BMW se mezclan con furgonetas de carga en las que es difícil intuir siquiera la marca. A medida que el redactor avanza, se da cuenta de que sus hijos no son los únicos. Niños y niñas de diferentes edades deambulan en pandilla por la calle. Los últimos datos hablan de cerca de 2.500 menores viviendo en la zona.
Por fin aparece el cura de la Cañada. Está rodeado de Policía, Bomberos, miembros del Samur y de decenas de niños que se han juntado al final del poblado para participar en una jornada de convivencia ciudadana, bajo el nombre de Armonía y Contrastes en Cañada Real Galiana, dentro de la IV Acción Global Ciudadana de Cañada Real. «Estamos empeñados en intentar dar una imagen de la Cañada distinta de la que habitualmente sale en los medios de comunicación. Ya lo estás viendo: la Cañada Real Galiana también es un barrio donde viven miles de niños que juegan con la Policía o los Bomberos, es un barrio en el que se organiza este fiestón donde caben los niños que han nacido aquí de igual forma que tus hijos que acaban de llegar», concluye.