Los gozos de santa María
Durante un tiempo podremos admirar en el Museo del Prado una pieza excepcional del arte sacro, la primera pintura hispanoflamenca documentada en Castilla: el retablo de Los Gozos de Santa María, de Jorge Inglés, compuesto hacia 1450 por encargo del marqués de Santillana, hombre de armas, soldado de Juan II de Castilla, humanista y admirador del arte flamenco y la poesía italianizante.
El destino de la pieza, óleo sobre madera, con fina tracería gótica, era la capilla del hospital de Buitrago. Allí estuvo hasta comienzos del siglo XX, cuando los descendientes de Santillana, los duques del Infantado, la llevaron a su residencia. Desde 2012 el retablo está en préstamo por diez años en el Prado, donde fue restaurado y completado con una talla de una Virgen de la época, ya que faltaba la original. El eje central lo marca la escultura de María, en la calle del medio, sobre la predela de los cuatro padres de la Iglesia occidental: los santos Gregorio Magno, Jerónimo, Ambrosio y Agustín.
A ambos lados de la Virgen se hallan el marqués, con un escudero, y la marquesa, con una doncella, en actitud orante y vestidos a la moda borgoñona según modelos de Van der Weyden. Jorge Inglés pinta unos rasgos faciales muy pronunciados: arcos superciliares, pómulos y comisura de la boca, y tales características permiten identificar sus creaciones.
El marqués, director minucioso de la composición, poeta él mismo, mandó plasmar en la calle superior doce ángeles, cada uno de los cuales porta un pergamino con uno de los gozos o alegrías de María, bajo la forma de una estrofa de ocho versos octosílabos de su autoría. La poesía que vemos junto al marqués contiene, a modo de colofón, la dedicatoria de los gozos a la Virgen.
A los siete gozos de la devoción popular se suman cinco: la visitación, el nacimiento de Cristo, la presentación en el templo, el anuncio del ángel en Egipto y Cristo entre los doctores.
En su valioso retablo, Santillana ensalza a la Virgen, y hace gala de su linaje y el de su esposa, Catalina Suárez de Figueroa. Además, hermana la literatura con las artes plásticas de una manera realmente original, por la presencia tan relevante que concede a la poesía.