500 años de la conversión de san Ignacio: los frutos de una herida
La vida de san Ignacio de Loyola dio un giro tras caer herido en 1521 en la batalla de Pamplona. Fue el inicio de su conversión, que continuaría en Loyola y Manresa. 500 años después, los jesuitas recuerdan este hito con el Año Ignaciano
No sabemos qué habría sido del joven Íñigo si no hubiese caído herido en la contienda por Pamplona contra los franceses el 20 de mayo de 1521. Lo que sí podemos asegurar es que allí comenzó la historia de uno de los santos con más tradición en la Iglesia católica, de uno de los clásicos, de san Ignacio de Loyola. ¿Qué habría sido de los ejercicios espirituales o de la Compañía de Jesús sin aquellas heridas en las piernas? ¿Y de tantos santos que se fijaron en él?
Hasta entonces, Íñigo lo tenía todo desde el punto de vista social y económico. Haber pasado por la Corte, al servicio del virrey de Navarra, lo había preparado para una vida que apuntaba a numerosos éxitos. Lo más probable es que se hubiese casado con una mujer de clase alta. Pero «no era ajeno a la religión», como explica a Alfa y Omega Pascual Cebollada, postulador de la Compañía de Jesús, que añade: «Lo muestran los libros que había en su casa en Loyola: la vida de Cristo, vidas de santos».
Precisamente, de esos libros se valió Dios para tocarle el corazón durante su convalecencia. «Su lectura le deja sereno, ilusionado, feliz, mucho más que cuando piensa en proyectos de conquistas amorosas o de prestigio social. La diferencia entre unos pensamientos y otros es tan grande que solo el Espíritu de Dios puede estar detrás. Siente que tiene que cambiar de vida. Lo que hicieron los santos, también quiere hacerlo él», añade Cebollada.
Por eso decide empezar una peregrinación física y espiritual cuya meta es Tierra Santa, aunque en el camino fue nuevamente tocado por Dios. En una de las escalas, en Manresa, «se rinde definitivamente a Dios en medio de luchas, con dolores y alegrías, y sale hecho otro hombre». Allí culmina la etapa que había comenzado en Pamplona, la de su conversión, núcleo fundamental del Año Ignaciano, que conmemora los 500 años de este cambio profundo y que arranca este mismo jueves.
Aunque san Ignacio se encuentre a cinco siglos de distancia temporal, su testimonio sigue siendo actual. En palabras de Cebollada, su conversión muestra «la posibilidad real de que cualquiera de nosotros, esté donde esté, siempre puede ser tocado por Dios y pasar a vivir de otro modo». Y como san Ignacio sostiene que no hay espacios cerrados o circunstancias a las que no pueda llegar el Evangelio, hoy «se trata de buscar en cada situación cómo incorporar los valores de Jesús».
Además del de la conversión, otro rasgo importante, y que aparece en aquellos primeros momentos, es el de la pobreza. Vive como un penitente y en un hospicio con los pobres en Manresa, aunque también en un convento de los dominicos. Y es desde allí donde se retira a ermitas y cuevas y donde gesta uno de sus grandes legados: los ejercicios espirituales. «Fue creciendo en él una doble amistad muy fuerte: con el Cristo pobre que iba conociendo y con otros pobres que encontraba y con los que compartía su condición», apunta. De hecho, afirma que si san Ignacio salió convertido de Manresa fue también gracias a la ayuda espiritual y material de otras personas, sacerdotes y laicos.
• 20 de mayo. 18:00 horas. Eucaristía de apertura del Año Ignaciano en Pamplona
• 29-31 de julio. Encuentro mundial de jóvenes de CVX. Online
• 31 de julio. Visita del padre general de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, a Manresa
• 12-13 de noviembre. Estreno del musical Conversión
• 4 de marzo. Macroencuentro de la red Magis de España en Loyola
• 12 de marzo. Día de conmemoración mundial del Año Ignaciano
• 13-17 de julio. Congreso Mundial de Antiguos Alumnos de los jesuitas en Barcelona
• 31 de julio. Clausura del Año Ignaciano presidida por el padre general, Arturo Sosa
Acostumbrado a trabajar en procesos de canonización, Cebollada advierte los rasgos propios de santidad de Ignacio de Loyola: «A partir de la desposesión de sí mismo, vemos en él un objetivo central y claro: el seguimiento de Cristo y el servicio incondicional a la Iglesia, el lugar desde donde procura combatir el mal y el dolor en el mundo». Se muestra reacio a dar nombres de santos influidos por san Ignacio. Dice que son muchos los que se han sentido cercanos a él «por su estilo de oración, o de evangelización, o de ayuda a las necesidades estructurales». ¿Y entre los jesuitas? «Reconozco en los que se encuentran en el camino de la santidad notas típicas de su padre y maestro Ignacio», subraya.
El padre Cebollada concluye con una propuesta concreta del santo de Loyola. «Su época conoció situaciones tan graves como la pandemia. Él reconocía la primacía de Dios y su presencia activa en el mundo. Desde aquí, creo que resulta actual algo muy suyo como el acompañamiento personal a quien ha de tomar decisiones importantes en la vida a la luz de Dios y de las señales que nos llegan de Él. Al mismo tiempo tenía una mirada de largo alcance, tanto en el tiempo como en el espacio, pensando en cómo ayudar a nuestro mundo a medio y largo plazo».