«Los enfermos son los protagonistas en el corazón de Dios» - Alfa y Omega

«Los enfermos son los protagonistas en el corazón de Dios»

Colaborador
Osoro con los enfermos. Foto: Joaquín Vázquez, hospitalario de la Hospitalidad de Lourdes de Madrid

Parece mentira, ayer estábamos contigo y hoy volvemos a la rutina, a nuestros despachos, oficinas, hospitales, casas, calle, albergues, residencias, parroquias, grupos de voluntariado, etcétera. Volvemos sí, pero lo hacemos otra vez más de forma diferente después de asistir a tu llamada, después de muchas horas dedicadas por tantas personas anónimas que llevan meses trabajando para que todo salga perfecto y podamos cumplir nuestra sencilla misión de llevar a tus enchufados a verte a Lourdes. Los hospitalarios de la Hospitalidad de Lourdes somos sencillos meros instrumentos para que ellos, enfermos, puedan cumplir su deseo de poder presentarse ante la Virgen María en el lugar donde eligió hacerse presente para ellos. Los enfermos quieren poder estar ese rato con Ella a solas llevando su cruz y entender que, como dijo el cardenal arzobispo de nuestra archidiócesis, Carlos Osoro, que este año ha peregrinado como otro hospitalario más, «son los verdaderamente importantes y protagonistas en el corazón de Dios».

Cada peregrinación es diferente y desde luego que esta ha sido así, otra lección de vida.

Este año como bien sabes ha sido el centenario de su aparición en Fátima, Fátima y Lourdes, dos veces, de tantas otras, que nuestra Madre ha decidido hacerse presente por su infinito amor hacia nosotros y guiarnos, dos lugares que no compiten, sino que son muy complementarios con grandes denominadores comunes.

La «Jefa», como yo la llamo, es la mejor intermediaria que tenemos para con Dios. Si lo piensas fue la primera en recibir la Primera Comunión por ser templo de Dios, fue esa casa del Padre después de decir con valentía sí, un SÍ en mayúsculas a sabiendas de que su vida desde ese momento sufriría un cambio radical, pasando de ser una humilde mujer a ser la madre de Dios con todas las consecuencias.

Foto: Joaquín Vázquez, hospitalario de la Hospitalidad de Lourdes de Madrid

Efectivamente, madre de Dios con todas las consecuencias, siempre pensamos en Ella como la elegida y pocas veces como madre. ¿Cómo y cuánto debió de sufrir al ver a su hijo clavado en la cruz? Pues igual sufre por nosotros y, tanto en Fátima como en Lourdes, supo elegir bien a sus intermediarios.

Su elección, como todo lo que hace Dios, no es baladí, es volver a darnos una lección de lo que el Padre busca en cada uno: sencillez, valentía, lealtad, confianza, humildad e inocencia.

¿Por qué elegir a niños y no a adultos para mensajes tan importantes?

Santa Bernadette, la Bernarda, era una niña humilde, pequeña, rechazada y enferma que con valentía afirmó ver a una Señora que la miraba «como a una persona»; ella, repudiada por la sociedad en la que vivía, tenía sed de sentirse sencillamente persona: Ella, como Madre, no sabe mirar de otra manera, siendo esa pequeña muchacha su instrumento para dar un toque de atención al mundo y volver a recordarnos el mandamiento de su hijo de «amar al prójimo», siendo ese mirar el primer gesto que todos deberíamos aprender para poder cumplirlo, mirando «como a uno mismo» a aquel que tienes en frente.

Han tenido que pasar casi 20 años peregrinando para empezar a entender muchas cosas e ir descubriendo que la técnica hospitalaria puede estar más o menos pulida, pero que el significado de ser hospitalario de Lourdes tiene una dimensión mayor a sabiendas de que Dios no elige a los capacitados, sino que capacita a los elegidos.

Como sociedad deberíamos aprender mucho de lo que representa la Hospitalidad de Lourdes de Madrid, donde todos, cada uno de su padre y de su madre, somos capaces de cambiar un poco el mundo poniéndonos de acuerdo y trabajando por un fin común; dejando en nuestros armarios todo lo que nos separa y sin perder nuestra condición humana, con nuestras diferencias, conseguimos dar todo de nosotros por ellos durante cinco días. No es un viaje de placer, es una peregrinación católica mariana, con todas las connotaciones que cada una de esas tres palabras conllevan.

¿Qué sería de nosotros si fuéramos capaces de hacerlo durante 365 días? Que seríamos verdaderos X Men cristianos del siglo XXI.

Como escribía antes, en Lourdes uno tiene la misión de llevar a un enfermo a su llamada, pero lo que no sabes hasta que lo vives es que Ella te cambia sobre todo a ti, ya no volverás a ser igual, serás diferente, el mismo pero diferente.

Foto: Joaquín Vázquez, hospitalario de la Hospitalidad de Lourdes de Madrid

Algunos consiguen de verdad cumplir su mandato de buscar su santidad, otros volvemos a nuestro mundo siendo capaces de olvidar con el paso de los días todo lo que hemos recibido y por ello nuestra necesidad egoísta de repetir, porque sí, a Lourdes vas a recibir.

El mayor regalo que te hace es darte cuenta de que existe una forma de vivir diferente, en comunión con Él, en la búsqueda de la paz contigo mismo, en saber que tu abandono en Él es el Camino para saber la Verdad y poder vivir la Vida. Todos tenemos nuestro camino y debe ser respetado, tanto en tiempo como en proceso.

Los que hemos dicho sí a ser hospitalarios tenemos una gran responsabilidad por saber que después de nuestra consagración a María tenemos dos obligaciones, la primera acudir a su llamada, la segunda ser hospitalarios en la rutina, es decir, para con nuestros padres y hermanos, nuestros amigos y sus familias, nuestros compañeros de trabajo, pero también en nuestra forma de mirar, teniendo que hacer el esfuerzo de mirar a todos como una persona.

Muchos sienten lástima de los enfermos que llevamos, yo me río ante ese sentimiento por saber en primera persona que yo he ido a Lourdes más enfermo que cualquiera de los peregrinos que acompañamos en las peores condiciones, puesto que: ¿Qué enfermedad hay peor que la del alma? ¿Qué hay peor que la nada?

He podido conocer a personas con enfermedades terribles, deformidades, personas en sillas de ruedas infinitamente más plenas y llenas que yo; pero nunca he conocido a un enfermo mayor que aquel que deja poco a poco morir su alma, dejando de confiar en Él, para teniéndolo «todo», acabar teniendo nada.

¿Quién de verdad lleva a Lourdes a quién? Físicamente es indudable, espiritualmente te puedo afirmar que nos llevamos todos a todos, cumpliendo la definición de parroquia que no es más que al final ser familia de familias, en definitiva: hermanos. Por cierto, qué palabra más increíble.

Foto: Joaquín Vázquez, hospitalario de la Hospitalidad de Lourdes de Madrid

Hay historias mil que uno podría contar, anécdotas, siendo para muchos lo importante solo las curaciones de enfermedades, no de almas, por cometer el mismo error que el discípulo Tomás y solo creer si ven.

Para poder entenderlo escribo como anécdota la curación de un niño enfermo pequeño que asiste con su hermana a la adoración del Santísimo, la enana se levanta y se permite recriminar ante la mirada atónita del sacerdote al Señor y decirle: «Que sepas que si no curas a mi hermano se lo voy a decir a tu Madre».

Si te quedas en que su hermano se curó, te quedas, como Santo Tomás, en lo menos importante, puesto que lo realmente impresionante es ver a través de los ojos de la niña que cree tanto, que ve verdaderamente a Dios allí presente, y es capaz de hablarle sin complejos a ese mismo Dios que seguro que con una sonrisa se acordó cuando se escapó del templo, de la bronca que le había echado su Madre por el susto que le dio, no queriendo recibir otra igual.

Quizás uno de los mejores secretos de ir a Lourdes es poder estar con Ellos allí, con Él pero también con su Madre, nuestra Madre. Es un tres en uno.

Nos comentaba el padre Pablo que hubo un sacerdote que no quería dar la primera comunión a un niño con Síndrome de Down, hijo de un hospitalario, y este no entendía el por qué. Ante la insistencia del padre, el sacerdote le dijo: «Bueno yo le hago dos preguntas y si es capaz de responderme, podrá hacer la primera comunión». A la primera, señaló un crucifijo de metal y le preguntó al niño: «¿Éste quién es?», ante lo que el niño respondió: «La gente dice que Jesús, pero no saben que es el falso». Y luego señalando al sagrario le preguntó: «¿Y Éste quién es?», a lo que el niño contestó: «Jesús, pero éste es el verdadero». Ante tal lección de catequesis el niño pudo recibir la primera comunión y el sacerdote su cura de humildad.

Ese es el verdadero espíritu de Lourdes y el mensaje que también nos quiso dar la Virgen María eligiendo a una niña analfabeta, pobre, pero lo más importante humilde de corazón.

Foto: Joaquín Vázquez, hospitalario de la Hospitalidad de Lourdes de Madrid

De verdad que es una pequeña gruta, donde uno puede sentir la verdadera definición del valor de ser católico, ni más, ni menos, con cada una de nuestras miserias haciendo el camino de la búsqueda de la perfección que no es más que el abandono en Él para poder ser un santo anónimo.

Uno lleva toda la vida haciendo un camino para hacerse mayor y descubre que lo mejor es hacerse pequeño y humilde de corazón como Santa Bernadette.

Hoy la Hospitalidad está formada por cientos de personas, sí, sí, cientos. La última peregrinación de Lourdes en octubre fuimos aproximadamente 1.100, ellas como damas y su uniforme que parece de enfermera de la película Pearl Harbor y nosotros con nuestra camisa azul y pantalón gris. Todos y cada uno de nosotros con una historia que hemos ido escribiendo a nuestra manera. Yo siempre digo que no es que un amigo tuyo te haya dicho que vayas, como en mi caso, no es que este artículo te haga ir, es que Ella te llama y vas, si es solo una vez será suficiente seguro, si son 50, como tantos hospitalarios ejemplares, será por otras razones.

Alguno se cortaría la coleta y dejaría de juzgar a los que somos católicos si viera que esas quimeras que vende desde la política, muchos cristianos las están llevando a cabo de verdad, hoy, en la calle, en hospitales, colegios, albergues, residencias de tercera edad, etcétera. Pero como bien me dijo una hermanita de los Pobres: «A mí que me critiquen, pero que me dejen seguir cuidando de estos ancianos».

Ver a una persona de 84 años con más de 50 peregrinaciones a sus espaldas ser abrazada por hijos de madres con VIH y que la llamen abuela es algo que he visto y que no olvidaré jamás. Mientras otros hacían películas y programas para concienciar, ella ya estaba recogiendo a niños con la enfermedad para poder llevarlos a Lourdes y cuidarlos. Cuando otros tenían miedo al roce, a sus heridas, al contagio, Vicky se los comía a besos. Hoy no deja de sonreírles y quererlos, incluso ante las dificultades como el fallecimiento de Ana hace unos pocos meses. Gracias Lala.

Foto: Joaquín Vázquez, hospitalario de la Hospitalidad de Lourdes de Madrid

Pues esta es la Iglesia católica que muchos no quieren que se vea y que no es noticia. La hospitalidad es un tentáculo más, una rama del tronco común de la definición de la palabra amor, con nuestros errores, pues claro que sí, pero a sabiendas de que nuestra condición humana se supera y que existen verdaderos milagros que van mucho más allá de la curación de una enfermedad.

En la hospitalidad hay muchas Vickys con distintos nombres que son capaces de ser verdaderos espejos donde uno debe mirarse: Guillermos, Myriams, Luises, Samis, Marías, Rocíos, Teresas, Carloses, Leticias, Javieres, Santiagos, Mónicas, Fátimas, Dámasos, Pablos, Palomas, Martas, Diegos, etcétera y etcétera.

Es impresionante ver que la mejor orquesta se forma con todos los instrumentos, todos importantes, desde las personas que hacen el trabajo más sencillo al más complejo, los sacerdotes, los médicos, los enfermos, los voluntarios, ya sean los de material, como los que hacen los uniformes, los que van a visitar a los enfermos, los que rellenan las fichas médicas, los de cocina, todos, dejando a un lado cada uno nuestros defectos, somos capaces de llevar a cabo el viaje más importante del año.

Me despido dando gracias otra vez y con ganas de volver, sé que continuará, porque hay cantera y son familia elegida. «No lo hagas por amor. Ama».

Joaquín Vázquez
Hospitalario de la Hospitalidad de Lourdes de Madrid