«Los mejores momentos no son para siempre. / Al fin y al cabo, somos simples humanos; / tras la calma viene la tempestad. / No habrá nuevas primaveras para nosotros». La canción Aitormena marca el compás de Los domingos, el tercer largometraje de Alauda Ruiz de Azúa, ganadora de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián y premiada por la organización católica de comunicadores Signis. Es una elegía de lo humano, donde la despedida, el vacío y la búsqueda cobran protagonismo, omnipresentes en el filme. Son sombras que transitan las conversaciones de la joven Ainara (Blanca Soroa), de 17 años, con sus familiares, tras pedir a su padre pasar una semana en el convento de clausura donde suelen ir de retiros espirituales con el colegio. El gesto desconcierta a todos: su abuela (Mabel Rivera) la abraza con ternura herida, su tía Maite (una arrebatadora Patricia López Arnáiz) sospecha de las monjas y su padre (Miguel Garcés), ensimismado en sus carencias, opta por la pasividad.
Aitormena significa en euskera declaración, confesión o prueba, y Ruiz de Azúa se adentra en ese territorio incierto donde los eslabones de las cadenas humanas pesan más que las certezas espirituales. La película no es una historia sobre la fe sino sobre fragilidades humanas, ese empeño en aferrarnos a quienes amamos.
El primer plano, con un crucifijo colgado en la pared mientras suena el hit de Quevedo Quédate, que la noche sin ti duele, funde lo divino y lo profano con naturalidad. Simplemente ocurre, y el milagro que obra la cineasta es contemplar cómo todos los elementos dialogan orgánicamente. La realizadora bilbaína hace preguntas, muchas preguntas, y no las resuelve en ningún momento. En un tiempo en que la espiritualidad suele abordarse desde el prejuicio o la ironía, Los domingos propone un diálogo despojado de juicios. La alarma suena igual dentro del convento que fuera. Al fin y al cabo, la vida sigue y Ainara es la misma persona dentro y fuera del convento. El foco de Ruiz de Azúa no está realmente en explorar la vocación de la joven, aunque lo parezca; eso es solo la punta del iceberg.
Contar una historia sobre la vocación religiosa en la adolescencia sin caer en la burla o el dogma no es habitual en nuestro país. La directora se vale de la brillantez narrativa y técnica para conmover sin necesidad de sentenciar. La música, que combina coros femeninos, laudes y adaptaciones góspel, acompaña el viaje interior de los personajes, amplificando la emoción sin subrayarla. Los domingos confirma lo que ya intuíamos: Ruiz de Azúa se consolida entre las tres grandes cineastas españolas del momento, junto a Carla Simón y Paula Ortiz. Su elegancia, su respeto por los personajes y su empatía abren camino a un cine que escucha, que se pregunta, que se atreve a mirar el alma sin miedo. Ojalá su sensibilidad siga abanderando un séptimo arte donde todas las miradas quepan.
Alauda Ruiz de Azúa
España
2025
Drama
+12 años