Los cursillistas de España se reúnen en Toledo para «dar fruto»
Más de 1.300 cursillistas de 42 diócesis españolas se dan cita en la VIII Ultreya Nacional con el lema Volvamos a Galilea y el objetivo de reavivar su encuentro con el Resucitado y renovar su compromiso evangelizador
La plaza de toros de Toledo acogió el pasado fin de semana, del 30 de abril y al 1 de mayo, la VIII Ultreya Nacional del movimiento de Cursillos de Cristiandad. Una ubicación que el arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, vio idónea «porque es un espacio público y vosotros sois cristianos en el mundo». A esto se refirió el Papa Francisco en el mensaje que envió a los cursillistas con motivo del encuentro, en el que los alentaba a «confirmar su propósito de crecer en la fe» y en su «testimonio de vida cristiana», y los invitaba a que «la alegría de evangelizar se difunda gracias a un denodado esfuerzo por llevar la ternura y la misericordia que hemos recibido de Dios a todos los hombres».
Con el lema Volvamos a Galilea, la ultreya contó con la participación de más de 1.300 cursillistas de 42 diócesis españolas; los más lejanos llegaron desde Tenerife, pero también de las diócesis de Bilbao, Calahorra y La Calzada-Logroño, Ceuta, Ciudad Real, Getafe, Tarrasa, Tui-Vigo o Madrid. Y de Sevilla, con Feria de Abril de por medio, pero, como decían, «había que venir a la fuerza; te enriquece ver que el movimiento está vivo».
«Volver a Galilea –explicaba el presidente nacional a Alfa y Omega antes de iniciarse el encuentro– es volver al amor primero, y también volver al mundo, volver a nuestra Galilea para compartir y transmitir la Vida que tenemos». Esta ultreya, aseguraba, es un «encuentro gozoso de hermanos; necesitamos querernos después de este tiempo». Una reunión que es «para seguir caminando» y «para volver a dar fruto en este mundo de pandemia que tanto lo necesita».
En este sentido, consideró que «lo más grande que el Movimiento de Cursillos de Cristiandad puede aportar» a la Iglesia y al mundo «es la posibilidad de encontrarse con el Señor» que se ofrece mediante la «amistad, el testimonio de vida y la oración». Esto es algo «que la propia Iglesia reconoció como esencial» en el Congreso de Laicos de 2020; es «el kerigma, el primer anuncio, y eso somos nosotros».
Caminar juntos y unidos
En la ultreya, que vivió un momento de especial intensidad en la noche del sábado con una vigilia de adoración al Santísimo, hubo cabida para testimonios de personas que se encontraron con Dios a través de un Cursillo, y de cómo esto cambió sus vidas, y concluyó el domingo con la Eucaristía. Presidida por el consiliario nacional de Cursillos, José Ángel Saiz Meneses, arzobispo de Sevilla, y concelebrada por el arzobispo emérito de Toledo, Braulio Rodríguez, junto a una treintena de sacerdotes, en ella estuvieron muy presentes esas palabras que durante todo el fin de semana resonaron: unidad, juntos, sinodalidad, caminar, carisma, identidad…
Como había avanzado Cerro en la oración inicial de laudes, «la Iglesia tiene que caminar junta y unida, como Cursillos». Un camino de vuelta a Galilea, aludió refiriéndose al lema, que es también dejarse curar por el Señor, algo que Él hace con la delicadeza de estar atento a los detalles de cada día –«preparándote un desayuno» como a los discípulos junto al lago de Tiberíades–; fiándose de cada persona, porque «sigue contando conmigo», y a través de la Eucaristía.
En este mismo sentido, Saiz Meneses, aclaró durante la homilía que volver a Galilea es también «seguir acogiendo con temor y temblor el carisma que nos ha sido entregado» y tener conciencia de la «importancia de la dimensión comunitaria y eclesial, y de la llamada a la santidad». Volver a Galilea es tener, subrayó, «actitud de precursor» como Juan Bautista, y animó a ello para reavivar el envío misionero como testigos del Señor «en la sociedad del siglo XXI, tan necesitada de alegría y esperanza, tan sedienta de fe y de amor».
Semillas de vida
Durante el encuentro, el presidente nacional se refirió a la cruz que puede haber en ese camino de vuelta a Galilea, pero también a las semillas de vida que, como comunidad cristiana, se ven dentro de Cursillos. Como el caso de Jaén, una diócesis en la que se retomaron los Cursillos de Cristiandad en 2019 gracias al «deseo expreso» de su obispo, Amadeo Rodríguez, y el interés de uno de sus sacerdotes. El presidente diocesano, Ceferino Toril, acudió a ese primer Cursillo siendo un «cristiano tibio», y de esos tres días de encuentro con uno mismo, con Dios y con los demás salió con una vida nueva.
A estos primeros cursillistas les pilló la pandemia de por medio, lo que en el fondo «nos vino muy bien para formarnos» en la espiritualidad y el método de Cursillos. Ahora, además, están dando testimonio en los arciprestazgos de la diócesis «para que los sacerdotes sepan los milagros que se dan en un Cursillo». «Jaén necesita una nueva evangelización», concluye.
Una forma de anunciar a Jesucristo la del Cursillo que nació en la diócesis de Mallorca de la preparación espiritual de los jóvenes a la peregrinación europea a Santiago de Compostela del verano de 1948. Lo hizo de la mano del sacerdote Sebastián Gayá, el joven Eduardo Bonnín (ambos en proceso de beatificación) y el obispo Juan Hervás, sus iniciadores. Precisamente la palabra ultreya, que significa «más allá», es con la que se saludaban los peregrinos del Camino.
Actualmente, el movimiento de Cursillos de Cristiandad está presente en más de 60 países del mundo. Entre ellos, Ucrania, para quien se ha tenido un recuerdo especial estos días.