Los curas que no «cierran por vacaciones» - Alfa y Omega

Los curas que no «cierran por vacaciones»

Sustituir a un párroco rural, reforzar la presencia de la Iglesia en zonas turísticas, visitar campamentos juveniles, ayudar en tierras de misión… Así pasan sus días de descanso miles de sacerdotes

José Antonio Méndez
Foto: Valerio Merino

Félix González es uno de los miles de madrileños que este año van a veranear en la localidad valenciana de Gandía. Sin embargo, él no es el típico turista de playa y chiringuito… O no solo. Porque desde hace varios años este sacerdote, párroco en la iglesia madrileña de Cristo Sacerdote, aprovecha sus días de descanso para reforzar la atención pastoral en esa localidad de Valencia, una de las que mayor afluencia de turismo registra entre los meses de julio y agosto.

Félix González, celebrando la Eucaristía en la parroquia de Nuestra Señora del Mar, en el Grau de Gandía. Foto: Archivo personal de Félix González

Vacaciones: sí, pero…

Según el canon 533 del Código de Derecho Canónico, todos los sacerdotes tienen derecho «como máximo» a un mes de vacaciones al año, con la única «obligación» de asistir a la Misa dominical, como cualquier otro católico. Sin embargo, al igual que Félix, muchos de los 18.813 sacerdotes que hay en España (según la última Memoria de la CEE) dedican parte de esos días a desarrollar actividades evangelizadoras allí donde son más necesarios. «Yo soy sacerdote todo el año –explica Félix–, y aunque estos días no tengo obligación ni siquiera de celebrar la Misa, sigo haciéndolo porque en la Eucaristía está Jesucristo vivo de verdad, y para mí es muy importante mantener el contacto con Él. Si puedo acercarme a la parroquia del lugar donde estoy de vacaciones, celebrar la Misa y echar una mano con las confesiones, justo ahora que hay más gente, ¿cómo no lo voy a hacer».

Monseñor Demetrio Fernández, con un grupo de jóvenes de la diócesis de Córdoba. Foto: AP Photo / Tsafrir Abayov

Más gente, más anuncio

Este, el de la afluencia de turistas a ciertas zonas, es uno de los motivos que lleva a muchos sacerdotes a «no cerrar por vacaciones» para anunciar el amor de Dios a los que terminan el curso «cansados y agobiados»: «En verano –asegura el párroco de Cristo Sacerdote– hay mucha gente que viene a horas un poco infrecuentes, porque han estado todo el día en la playa y entran porque ven la iglesia abierta, aunque sea tarde. Hay personas que van a Misa después de tiempo sin ir, porque al estar más tranquilos vuelven a dejarle hueco a Dios. Pero lo que más se nota son las confesiones: cada año me encuentro gente que busca la confesión porque al alejarse del estrés y de las prisas, se dan cuenta de que necesitan una reforma más profunda». Y gracias a que un cura pasa sus vacaciones en un confesionario, «pueden reconciliarse con Cristo».

Con la ayuda extra de los tres sacerdotes de fuera que, como Félix, compaginan en las tres parroquias de Gandía «darte un baño en la playa por la mañana y por la tarde ir a la iglesia», hay personas que «viven casi por única vez en el año un encuentro con la misericordia de Jesús, y a los que les aconsejamos que retomen o inicien su vida de oración».

José Antonio Medina en Chile, en 2010. Foto: Archivo personal de José Antonio Madina

Galicia, Chile, Lourdes…

No muy lejos de Gandía estará este verano José Antonio Medina, sacerdote de la diócesis de Getafe y párroco de Nuestra Señora de la Saleta, en Alcorcón. Y decimos este verano porque en sus 25 años de sacerdote, José Antonio ha dedicado sus vacaciones a recorrer el mundo: «Lo nuestro –explica– no es una profesión, sino una vocación, y para mí “un día sin Misa celebrada es un día sin sabor de eternidad”. Así que mis vacaciones han sido siempre unos días para la familia, y luego, irme a predicar un retiro espiritual o una novena patronal en algún pueblo, para que esos párrocos puedan irse de vacaciones; realizar actividades solidarias, como cuando un terremoto asoló Chile en 2010; o irme de confesor, por ejemplo, a Lourdes, en Francia».

Medina sabe que los sacerdotes también necesitan descansar del ajetreo de la parroquia para no acabar quemados, y por eso «este verano, junto a un párroco vecino y buen amigo, iremos a suplir a un párroco que tiene su parroquia junto al mar, para que él pueda irse de vacaciones, pero de forma que, mientras asumimos las obligaciones sacramentales de esos días, podamos a la vez descansar y darnos un reparador chapuzón».

José Antonio Medina en una romería popular en Galicia. Foto: Archivo personal de José Antonio Madina

El obispo, un cura más

También muchos obispos cuelgan el cartel de «abierto por vacaciones», incluso sin salir de la diócesis. Es el caso del obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, que habla con Alfa y Omega cuando el termómetro marca los 42 grados: «Como comprenderás, lo normal es que con este calor la gente huya a la playa. Pero yo me quedo en Córdoba porque es cuando más tranquilo estoy. Sin las prisas de la agenda, aprovecho para leer o escribir, y sobre todo para estar más tiempo confesando en la catedral, visitar con calma a familias o enfermos, acercarme a alguna colonia de jóvenes y quedarme al fuego de campamento, ir a cenar a casa de algún cura y que me cuente cómo está, ir sin prisas a ver a unas monjas, o sustituir a alguno de esos sacerdotes que tienen cinco o seis Misas cada día, porque si yo puedo celebrar por él dos o tres, y otro cura otras dos o tres, él se puede ir de vacaciones unos días».

Al final, como concluye monseñor Fernández, «de lo que se trata estos días es de poder hacer, con un ritmo más relajado, la tarea de todo el año: estar cerca del Señor para ayudar a los demás a acercarse a Jesucristo».