«Los cristianos tristes y con caras largas hacen daño a la Iglesia»
El Pontífice pide a los católicos luxemburgueses que no se «resignen» ante el reto de la secularización
El Papa ha pedido a la pequeña comunidad católica de Luxemburgo, con la que se ha encontrado en la catedral de Notre Dame, que no sea una iglesia «resignada» y «resentida» sino que acepte el desafío de reponerse de la secularización de la sociedad. «Los cristianos tristes y con caras largas hacen daño a la Iglesia», ha manifestado Francisco en su segundo discurso en Luxemburgo, un país enclavado entre Bélgica, Alemania y Francia, con 654.000 habitantes, de los cuales el 41 % son católicos, según cifras del Vaticano.
Antes de viajar a Bélgica, otro país históricamente católico, pero que como Luxemburgo en los últimos años ha visto cómo aumentaba la población que se define no practicante, el Santo Padre ha dicho que «la Iglesia, en una sociedad secularizada, progresa, madura, crece». «No se repliega en sí misma, triste, resignada, resentida, sino que acepta el desafío, en fidelidad a los valores de siempre, de redescubrir los caminos de evangelización», ha apostillado.
El Papa, que ha pasado siete horas en Luxemburgo y que después del almuerzo ha sorprendido con una visita por el centro de la ciudad al bar Café Gruppetto, ha animado a la Iglesia luxemburguesa a continuar haciendo de su país «una casa acogedora para cualquiera que llame a vuestra puerta pidiendo ayuda y hospitalidad». Recordando que san Juan Pablo II, en 1985, instó a los jóvenes luxemburgueses a trazar el camino de una Europa «no solo de bienes y mercancías, sino de valores, de hombres y de corazones», el Papa ha reiterado que es necesaria «una Europa, y un mundo, en los que el Evangelio se comparta en la palabra del anuncio unida a los signos del amor».
Así, ha invitado a la Iglesia de este pequeño país a «redescubrir y reevaluar de manera nueva los caminos de la evangelización, pasando cada vez más de un simple enfoque de atención pastoral al del anuncio misionero». El Papa ha enfatizado también que lo importante no es «hacer números ni proselitismo», sino dar a conocer «al mayor número posible de hermanos y hermanas la alegría del encuentro con Cristo». «El amor nos impulsa a anunciar el Evangelio abriéndonos a los demás, y el desafío del anuncio nos hace crecer como comunidad, ayudándonos a superar el miedo a emprender nuevos caminos e impulsándonos a acoger con gratitud la aportación de todos», ha defendido.