Los chivos expiatorios del procés
El soberanismo ha asignado a guardias civiles y policías nacionales el papel de chivos expiatorios, en la peor tradición de los populismos autoritarios
Más quizá que otros años, se celebra en la fiesta de la Virgen del Pilar a la patrona de la Guardia Civil. En el desfile de la Hispanidad tendrá este jueves también protagonismo la Policía Nacional. Es una manera de resarcir agravios sufridos en las últimas semanas en Cataluña, agravios –también hay que decirlo– contrarrestados por las muestras de afecto y solidaridad de muchos catalanes, que se han atrevido a desafiar el relato oficial. Quizá el más elocuente de todos esos gestos haya sido el protagonizado la pasada semana por los alumnos del instituto de Sant Andreu de la Barca, situado junto al mayor cuartel de la Guardia Civil en Cataluña. Los chicos se concentraron la pasada semana en defensa de sus compañeros hijos de guardias civiles, estigmatizados estos días por algunos profesores del centro. La caza de brujas ha llegado al extremo del señalamiento a hijos y cónyuges de estos funcionarios, a quienes los promotores del procés soberanista han asignado el papel de chivos expiatorios, en la peor tradición de los populismos autoritarios, que parecen necesitar siempre a un enemigo, convenientemente deshumanizado, para culparle de todos los males.
En un Estado de Derecho como es España, tocará a los jueces decidir si, en algún caso, hubo extralimitación el 1 de octubre. Las querellas seguirán su cauce normal. Pero la realidad incuestionable entretanto es que los agentes de estos cuerpos dieron estrictamente cumplimiento a un mandato judicial, empleando por cierto bastante menos violencia que la desplegada por la Policía autonómica en disturbios anteriores, a pesar de la complejidad de la situación. La burda manipulación propagandística de los últimos días pasa además por alto el dato de que, sin imperio de la ley, solo queda arbitrariedad y barbarie. No es una simple cuestión de procedimientos formales. Porque, sin respeto a la legalidad y a unas normas comunes, la libertad y los derechos fundamentales de la persona no significan nada. De ahí la merecida gratitud en este día de la Virgen del Pilar a quienes tantas veces se han jugado la vida a lo largo de nuestra democracia para hacer posible la convivencia pacífica entre todos.