Los Bambinelli de la esperanza
Nosotros tenemos la llave para abrir esta Puerta Santa en la fragilidad de este Niño que vemos en la fotografía. Que esta Navidad y el año santo nos dejemos sorprender por la sonrisa de Dios, que sintamos su caricia
Pocas sensaciones irradian tanta ternura como observar a un pequeño en su cuna. Apuesto a que en estos días el Niño Jesús de nuestro nacimiento habrá recibido ya cientos de miradas llenas de cariño. El mismo cariño y orgullo con el que el pasado domingo cientos de niños llevaron hasta la plaza de San Pedro sus figuritas para que fueran bendecidas por el Papa. Esta cita se convirtió en antesala de la apertura de la Puerta Santa que tuvo lugar dos días después; porque sin ese Niño que alumbra el camino no sabríamos atravesar el dintel de nuestras vidas. Necesitamos que este pequeño se cuele en el pesebre de nuestras vidas. Que vuelva a nacer en mí, aunque la tierra esté reseca y desencantada.
Seguro que muchos están deseando cruzar alguna de las puertas santas que se nos abren a la esperanza durante este año jubilar. Pocos símbolos tan potentes como el de las puertas abiertas, que muestran algo que tiene valor y que poseen la capacidad de conseguir que quien las atraviesa, quien se prepara a fondo para realizar ese rito, sea como si renaciera. Cruzar la puerta llama al cambio interior, a ver el mundo con ojos nuevos, a perdonar, a recuperar la ilusión perdida, a querer con detalles, a desprendernos de lo superfluo, a compartir nuestro tiempo con quien está solo, a agradecer los detalles, a sonreír.
El verdadero jubileo está en nuestro corazón. Nos lo recuerda el Papa Francisco en la bula Spes non confundit, en la que convocaba el año santo: «Necesitamos que sobreabunde la esperanza para dar testimonio de manera creíble y atrayente de la fe y el amor que llevamos en el corazón; para que la fe sea gozosa y la caridad entusiasta; para que cada uno sea capaz de dar aunque sea una sonrisa […], una escucha sincera, un servicio gratuito, sabiendo que, en el Espíritu de Jesús, esto puede convertirse en una semilla fecunda de esperanza». La Puerta Santa que se acaba de abrir es la que cada uno de nosotros estamos llamados a atravesar para aprovechar este tiempo de gracia que nos empuja a la conversión. Las puertas también simbolizan protección y seguridad; acceso y entrada. Y nosotros tenemos la llave para abrirla en la fragilidad de este Niño que vemos en la fotografía. En esa paz impagable que nos trae un pequeño, que es la sonrisa de Dios. Que esta Navidad y el año santo nos dejemos sorprender por la sonrisa de Dios, que sintamos su caricia. Ven, Jesús, y enciende el año santo con la alegría que se derrama a raudales desde el portal, el lugar donde siempre necesitamos ir. Que estos Bambinelli nos ayuden a recuperar el asombro y la sorpresa de aquellas Navidades de nuestra infancia y se conviertan en antorchas para atravesar la Puerta Santa del jubileo de la esperanza.