Los 24 días de Martina, rescatada del aborto
Gaby y Gabriel decidieron tener a su hija a pesar de las presiones de los médicos para que abortaran. Martina vivió solo 24 días, pero cambió la vida de su familia
Cuando a Gaby le pusieron a su hijita en el pecho, nada más nacer, se dio cuenta de que no dejaba de mirarla. «No parpadeaba porque no podía cerrar los ojos». Fue la primera evidencia de las graves malformaciones con las que venía la pequeña, que la abocaban a la muerte. «En el momento del parto yo no quería que la niña saliera de mí, quería que siguiera conmigo». Un instinto maternal para protegerla que Gaby ya había experimentado meses antes, a las 17 semanas de embarazo, cuando en una ecografía rutinaria de control descubrieron que la niña sufría holoprosencefalia. «Tenía todos los órganos bien, pero le faltaba una parte del cerebro, la que afectaba al desarrollo motor».
Los médicos le presentaron el aborto como única salida. «Yo pensaba que no era quién para quitar una vida, pero con tanta presión…». Así fue como esta joven nicaragüense de 33 años acudió a una clínica abortiva «en la que me sentí como en un matadero». Al salir de esta primera consulta se cruzaron en su camino dos rescatadores de Juan Pablo II. «Si tú no quieres, no lo hagas; tú eres la que decides», y Gaby decidió «tener a mi hija». Eso, a pesar de que hasta el octavo mes una de sus doctoras seguía insistiendo «porque —le decía— como la bebé viene mal, la ley te ampara».
Martina nació el 31 de agosto de 2019. Un momento de mucha alegría, pero también de mucho dolor. «Lloramos todos», recuerda Gaby. A partir de ese día, desplegaron todas sus energías para cuidar a la niña. La joven solo quería aprovechar cada segundo con su bebé. También el papá: «Es otra persona; siempre fue cariñoso, pero ahora es más comprensivo, está más pendiente… Le dolió más su muerte porque se ilusionó más con que viviera; aún le duele hablar de Martina». En esto, Gaby, aunque soñaba con el milagro, siempre fue más realista.
Cuidados en casa
«Mi Martina falleció el 24 de septiembre a las siete menos cuarto de la mañana». En los brazos de Gabriel, porque Gaby estaba empezando a preparar a su hija mayor, Allison (11 años), para ir al colegio. «Llevaba tres días muy malita», con muchas dificultades para respirar. Los médicos de paliativos del Niño Jesús, que cada día acudían a su casa, le habían suministrado un poquito de morfina para que no sufriera.
Antes de morir, la bebé recibió una bendición por el rito evangélico, al que pertenecen los padres. «Ahora es mi angelito que está en el cielo», sonríe Gaby. «Doy gracias a Dios porque me permitió compartir ese tiempo con ella; aprendí mucho de Martina, me hizo más fuerte y nos ha unido como familia». En casa, nadie olvida a la pequeña. Por las noches, Allison le encarga a Dios que le dé «muchos besos de nuestra parte», y de mayor quiere ser pediatra «para poder ayudar a niños que nazcan como ella».
Gaby participó el pasado lunes, 5 de julio, en un acto convocado por la plataforma Cada Vida Importa para celebrar a los niños supervivientes del aborto. Ese día se cumplía el aniversario de la aprobación, en 1985, de la primera ley del aborto, y también el undécimo aniversario de la segunda, la conocida como ley Aído. Cada Vida Importa, que aglutina a las asociaciones provida de España, recordó que en todos estos años más de dos millones y medio de niños han sido abortados en nuestro país.