«Lo torearon desnudo y le remataron con un cuchillo de matar cerdos» - Alfa y Omega

«Lo torearon desnudo y le remataron con un cuchillo de matar cerdos»

Un libro recupera la memoria del sacerdote valenciano Enrique Boix, martirizado y asesinado durante la persecución religiosa de los años 30, persecución que costó la vida a 4.184 sacerdotes, 2.365 frailes y 283 monjas

Redacción
Foto: AVAN

Al sacerdote valenciano Enrique Boix, asesinado a los 36 años en Llombai, su localidad natal, «lo ataron desnudo a un limonero, lo dejaron toda la noche allí, y al día siguiente le torearon como a un animal, clavándole agujas de hacer jersey y, con un cuchillo de matar cerdos, le dieron el estoque final».

El canónigo de la Catedral de Valencia Arturo Climent ha publicado un libro sobre Boix (1900-1937), en proceso de canonización, con el objetivo de que «no se pierda la memoria de un sacerdote bueno, trabajador, enamorado de Jesucristo, que se dedicó a vivir a pleno pulmón su ministerio en distintas parroquias hasta que fue apresado y sufrió un martirio inhumano, horrible y cruel», ha explicado Climent.

Enrique Boix Lliso nació en Llombai el 20 de julio de 1900 dentro de una familia cristiana. Tras su ordenación sacerdotal en 1925, sus primeros cargos parroquiales los desempeñó en Xixona, Simat de Valldigna, Senija y Teresa, hasta que fue nombrado capellán de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados y de las Madres Franciscanas en Alzira.

En Alzira fue vicario de la parroquia de San Juan Bautista, director de la Juventud Obrera, consiliario de jóvenes de Acción Católica «y alma de muchas organizaciones juveniles católicas, por lo que es recordado como el cura de los jóvenes».

Al estallar la guerra «le avisaron de que irían a por él, porque lo consideraban un cura demasiado influyente en la ciudad», según el autor del libro. Boix se marchó a Algemesí, donde fue detenido en enero de 1937 «y sin juicio, fue llevado a la cárcel y entregado al Comité de Llombai, que se lo llevó y lo encerró en un local».

Finalmente, el sacerdote fue conducido al claustro de la parroquia, convertido en vaquería, donde fue martirizado el 24 de enero de 1937. Según el relato de testigos que presenciaron el martirio, «Enrique Boix murió dando testimonio de Cristo con valentía, amor y perdonando a sus asesinos».

La persecución de la Segunda República contra la Iglesia española, hasta 1936 y durante la Guerra Civil, le costó la vida a 4.184 sacerdotes, 2.365 frailes y 283 monjas, de acuerdo con un estudio del historiador Antonio Montero Moreno.

ABC / Redacción